Dueña de mí

Capítulo 4

Delia se apartó de Raúl con indiscreta brusquedad, mirándolo con cierta molestia.

—¿Acaso a ti no te enseñaron a respetar? —espetó—. No vuelvas a tomarme de esa forma.

Por un segundo se olvidó que su compañero Julián se encontraba aún a lado de ellos un tanto incómodo. Éste miró a Delia con una pizca de curiosidad en sus ojos. Optó por no despedirse y simplemente siguió su camino.

—No seas tan tímida —dijo Raúl con un tono el cual a Delia le causaba irritación. Antes de que pudiese continuar, la chica lo interrumpió.

—No quiero salir contigo. Adiós —dijo rodando los ojos, caminando con apremio antes de que su pretendiente pudiera detenerla.

Un poco a lo lejos divisó a su compañero de equipo, y pensó en que si lo conocía antes de comenzar el proyecto quizá resultaría más sencillo.

Se esforzó en gritar su nombre al susodicho, sin embargo éste no volteó ni una sola vez.

—Pf, que tipo tan pesado. —Se limitó a decir.

De igual manera, siguió su camino notando que Julian iba hacia la misma dirección a la que ella iba, hasta que de pronto dejó de verlo.

Al llegar a su casa sintió que ese peculiar aire de paz la cobijaba de nuevo. Discernió a su madre preparando la comida, y a su padre abrazándola por detrás. Se sentó en el comedor reposando su mejilla sobre su mano mientras dejaba salir algunos suspiros.

«Ojalá algún día un hombre me ame tanto como mi padre ama a mi madre». Se dijo a sí misma en sus pensamientos.

Tan enamorados se encontraban sus padres que no habían notado que su única hija ya había llegado. Delia prefirió no interrumpir y caminó hacia su habitación con cuidado de no ser descubierta.

Abrió la ventana de su pieza que daba hacia la calle para que el aire fresco que había dejado el Invierno entrara.
Aprovechó los escasos minutos que le quedaban antes de almorzar para inundarse en su lectura.

No le demoró demasiado el gusto, la voz de su madre llamándola para comer hizo que cerrara la lectura y la dejara para la próxima.

—¿Cómo te fue en la escuela? —Fue la pregunta de su padre.

—No avisaste que ya habías llegado —comentó su madre.

—Los vi muy enamorados y preferí no interrumpir.

Sus padres se miraron sonriendo, quizá un tanto sonrojados. A Delia aquello le hizo gracia.

—¿Cómo te diste cuenta que ya había llegado si no me viste? —preguntó a su madre.

—Dejaste la mochila en el sillón, como es costumbre tuya —reprendió la madre de Delia, como casi todos los días.

—Bueno ya —interrumpió el esposo de la señora Vasquez—. ¿Qué tal te fue hoy, amor?

—Bien —dijo alzando los hombros la muchachita—. Un muchacho me invitó a salir.

Su padre abrió los ojos con sorpresa, ese tipo de cosas no sucedían a menudo en la vida de su hija.

—¿Y que pasó? —preguntó su padre con curiosidad. Él había sido testigo de lo mucho que su hija había querido a Daniel, y lo tanto que le dolió su ruptura, por lo cuál prefería que su hija se diese una vez más una oportunidad en el amor—. ¿Qué le dijiste?

—Que no.

Su padre torció la boca. No le agradaba que su hija se expresara tan mal de todos los muchachos.

—¿Por qué no? —intervino su madre.

—Bah, es ese tipo de hombre al que todas quieren —dijo Delia con brusquedad—. Por supuesto que el muy tonto tiene el ego hasta el cielo.

—Bueno, hiciste lo correcto —comentó su madre—. Aún eres muy joven para andar enamorándote.

—Pero tienes que aprender que no todos los hombres somos malos, hija —expresó su padre con preocupación. Muchas veces había notado que su hija hablaba despectivamente de los hombres.

—Tú eres el único que me hace saber eso —dijo Delia—. Los muchachos de ahora son diferentes, no los conoces, por eso lo dices.

—Eso no significa que todos sean como Daniel.

—Prefiero simplemente no confiar demasiado. Ya terminé —anunció levantándose a lavar su plato—. Buen provecho.

Sus padres intercambiaron un par de miradas. Sin darle demasiada importancia Delia lavó su plato y se encerró en su habitación.

Por la noche, sus padres le informaron que saldrían a dar la vuelta, lo cual ya era costumbre de ellos salir cada que quisieran. Delia aprovechaba esos momentos para oír música a todo volumen y bailar como si no hubiese un mañana.

Encendió las bocinas de su cuarto, puso su playlist de Michael Jackson y comenzó a cantar con fuerza mientras el aire sacudía las cortinas.

Comenzó a sonar "The way you make me feel" después de cuatro canciones anteriores, y Delia comenzó a mover sus caderas y hombros al ritmo de la canción, tomando el control a modo de micrófono.




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