Dueña de mis letras

¿Tengo el control?

—Cómo se supone que piense en casarme, o sea, mira mi historial amoroso. Un desastre.

Nora me mira fijamente mientras masca un chicle con la boca semi abierta.

No me imaginaba un almuerzo así, pero tenía que desahogarme después de la conversación de ayer con mi hermana.

Respiro el aire fresco que me proporciona la placita después de haber soltado todo.

Traje de almuerzo lo que sobró de ayer en la comida familiar, la cual fue un fracaso, porque mamá nos reprendió al ver que no hemos llamado a nuestra abuela que aún está India, para ser más exactos, nueva Delhi. Después Monisha se fue a buscar a sus hijos y quedamos solos con Aksh, que nos desestresamos jugando videojuegos en su habitación.

—¿Y si el desastre en realidad eres tú?

En todo este tiempo mi amiga siempre me ha dicho comentarios que me suben el autoestima, pero ahora me suelta esta bomba que me hace sentir aún peor de lo que ya me sentía.

—De hecho, ¿quién será el problema? —mira al más allá al hablar —. ¿Taylor, o sus ex?

Nunca me lo había planteado, y hasta me parece interesante darle una vuelta mental al asunto, pero no viene al caso.

—Se supone que debes apoyarme —me quejo.

Suelta su pote de comida y lo deja a un lado para hablar seriamente, conozco sus gestos y movimientos, puedo leerla antes de que siquiera le lleguen los pensamientos.

—Chandra, cómo puedo decirte esto… —se frota la sien.

Tengo miedo de lo que pueda decir, quizá sí sea yo el problema, pero… ¿lo será también Taylor o los ex? Definitivamente los hombres, eso es, el problema son ellos.

—Cómo quieres que te apoye si en tu mente sigues pensando en Jonah, y eso me caga.

—¡Lenguaje! —la golpeo en el muslo.

Niega con la cabeza y se limpia la boca con una servilleta usada con anterioridad.

Un pájaro pasa por nuestras cabezas y nos distraemos observándolo. Hace frío, y el cielo está tapado, la señorita del clima dijo que hoy a la noche comenzará a llover, y a la vuelta de la esquina está la nieve asomándose, así que debíamos prepararnos para un Londres blanco.

—No es que siga pensando en él.

—Bueno —se corrige —. Sigues castigándote por lo que te hizo y te dijo. Dejas que tu futuro se vea afectado por él, por ese idiota. Sakhif.

Guau, eso último le salió sexi. ¿Verdad que el árabe es sensual? Necesito que me enseñe algunas palabras.

—Tienes razón, pero creo que hasta necesitaría terapia para desarraigar eso, todos esos pensamientos.

Chasquea la lengua consecutivamente negándome la razón.

—Amiga, la terapia te va a salir caro, porque con esa madre, tienes muchos traumas que sacarte, no te lo recomiendo.

Aún en los momentos donde peor me siento, Nora siempre logra sacarme una carcajada. Es una especie de poder lo que tiene, una fuente infinita de serotonina. Cuánto me gustaría ser ella. Atractiva, feliz, relajada, contenta consigo misma, y eso para mí, es alcanzar el éxito.

—Será mejor que volvamos al trabajo —le revuelvo el pelo.

*

Olvidé contarles, actualicé mi historia y descubrí que tengo un nuevo lector, pero creo que es lectora, porque la mayoría de las personas que tienen una cuenta de Wakkpad son mujeres, así que la llamaremos lectora número uno. Vota en cada capítulo, pero no deja comentarios. No me molesta, pero me gustaría un poco más de interacción.

Eso es. Interacción.

Me levanto en el acto hacia el despacho de Chacumbele y golpeo con delicadeza el cristal que nos divide. El aire aquí dentro es distinto al que todos los mortales respiramos fuera, el jefe lo tiene perfumado con velas aromáticas.

—Qué sucede señorita Gupta —sigue tecleando en su notebook.

—Es que se me ocurrió una idea —digo emocionada.

—Me alegra que su cerebro funcione, hacía falta.

Golpeo con mi puño la mesa de cristal en la que está trabajando, y no se inmuta, sólo me mira de reojo con esas miradas que lanzan las mamás para amenazarte.

—Que se haya portado bien conmigo por un día no le da derecho a tratarme siempre mal —lo encaro.

Cierra e golpe el dispositivo con el que trabaja y junta las yemas de ambas manos para prestarme atención.

Creo que voy entendiendo cómo es que hay que tratarlo. Con que así le gusta. Jugar con la misma carta.

—Los lectores al terminar una lectura siempre nos preguntamos qué clase de persona es el autor, para bien o para mal, porque hay libros bien malos la verdad.

—Vaya al punto, Gupta.

Sí, tiene razón, me estoy distrayendo.

—Deberíamos hacer no una firma, un evento completo donde los autores puedan compartir con sus lectores, que exista ese intercambio de diálogos.

Aprieta el puente de su nariz como si estuviera pasando por un dolor de cabeza, aunque creo que la molestia acá soy yo.

—Ya hemos hecho eso antes, señorita Gupta.

—Sí, es cierto, pero siempre con grandes autores —me siento en la silla frente a él —. Lo que quiero hacer, es traer autores quizá más pequeños o nuevos, darles la oportunidad de conocer a sus fanáticos, porque ni los fans ni la persona a cargo de la obra jamás se hubiese imaginado una firma de libros que sea de su libro, ¿me entiende?

Asiente con la cabeza despacio, pillando la idea que quiero trasmitir.

—De hecho es fantástico, nos podríamos sacar de encima algunas copias de los libros no vendidos. No sería muy costoso organizar algo así, pues son novatos. Es genial.

Habla más para sí que mí.

Aplaude para salir de la ensoñación y se pone de pie de inmediato para poner el plan en marcha. Y si bien no es con el fin que tenía pensado, los autores tendrán su espacio para compartir.

—Quiero que usted elija a los autores de los que aún tenemos copias disponibles. Así limpiaremos la bodega —me encarga.

Hago un estilo saludo militar y salgo disparada hacia mi pequeño espacio de trabajo, donde una pequeña fotografía de Varun me está guiñando el ojo. Lo sé, soy súper inteligente.




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