Duendavidad (libro 2)

V

Cuando las clases terminan, Néstor y Leila se dirigen hacia la parada de buses, donde el aire helado del inicio de diciembre parece más denso que nunca. Las luces tenues de los postes apenas iluminan el camino, y el silencio solo es cortado por el crujir de las hojas secas bajo sus pies. Aprovechando que su prima salió temprano del colegio, Leila usa el momento a solas con Néstor para hablar sobre el tema que aún la atormenta.

—Oye, Néstor, ¿qué te parecería aprovechar la fiesta de Navidad para recopilar más información? —pregunta Leila en un tono bajo, con una mezcla de interés y misterio en su voz—. Los profesores estarán ocupados vigilando a todos en la pista de baile, y será el momento perfecto para buscar más evidencias. Podríamos intentar acceder al maletín de Rojas, ver si hay algo que se nos esté escapando.

Néstor, algo sorprendido por la propuesta, se detiene un momento a considerar las palabras de Leila. Finalmente, asiente.

—Es una muy buena idea —responde—. Pero... hay un problema: tendríamos que ir a la fiesta. Y, honestamente, no tengo pensado asistir. Sería... raro, ¿no?

—¿Raro? No tiene por qué serlo. Tú y yo podemos ir juntos. Nadie tiene que saber que no estamos ahí por diversión..., solo para obtener lo que necesitamos.

Néstor se queda en silencio por un momento, dándole vueltas a la idea.

—¿No te incomoda ir conmigo?

—No, para nada.

—Vas a ser el centro de atención... tú, llegando con el misterioso chico tuerto... —murmura, dejando escapar una risa sarcástica.

Leila sonríe y ríe suavemente.

—Ya deja de referirte a ti mismo como «el chico tuerto», Néstor.

—Es la verdad —insiste él, encogiéndose de hombros.

—Pues, a mí no me molesta, ni siquiera me incomoda —dice Leila con firmeza, mirándolo directamente al ojo, lo que desarma momentáneamente a Néstor.

De repente, un sonido extraño proviene de entre los árboles cercanos a la parada. Un crujido, como si alguien estuviera moviéndose entre las hojas secas. Néstor se tensa al instante. La sensación de incomodidad se intensifica, y su mirada se fija en el lugar de donde provino el ruido. No puede ver nada en la oscuridad, pero algo en su interior le dice que no está solo.

—Este estúpido colegio y sus ruidos fantasmales me tienen con los nervios de punta —dice Leila, claramente inquieta, mirando hacia el mismo lugar.

Néstor, preocupado, decide dar un breve vistazo. Se asoma con rapidez, pero no ve a nadie. El aire frío parece haberse vuelto más denso. Se siente como si alguien estuviera observándolos desde las sombras.

Una sensación extraña se apodera de él. Tiene la corazonada de que no es cualquier persona quien los acecha. Y su mente, en un susurro aterrador, le recuerda al profesor Rojas.

Sin pensarlo dos veces, Néstor se gira hacia Leila y le responde, con un tono decidido.

—Está bien... Vamos juntos al baile. Si esto nos ayuda a saber más sobre lo que está pasando... entonces, no tengo excusa para no ir.

Leila lo observa por un momento, sorprendida por su respuesta rápida, pero no dice nada más. Ambos continúan caminando hacia la parada, aunque el silencio ahora está teñido de una preocupación que ninguno de los dos puede ignorar.

—Una vez que tengamos pruebas del profe Rojas, iré a la policía —dice Leila de repente. Su voz tiembla un poco, pero su determinación es clara.

Néstor suelta una risa seca, sin humor, mientras mete las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—¿La policía? —repite con desdén—. No sirve de nada involucrar a esos ineptos. Solo empeorarían las cosas o lo dejarían escapar.

Leila lo mira, intrigada.

—Entonces, ¿qué piensas hacer?

Néstor no responde de inmediato. En cambio, una sonrisa misteriosa se dibuja en su rostro. Su mirada fija en el horizonte parece perderse en pensamientos que Leila no logra descifrar. Justo en ese momento, el autobús de Leila llega, rompiendo la tensión.

—Es tu autobús. Nos vemos mañana —dice Néstor, señalando con la cabeza hacia la puerta abierta del vehículo.

Ella duda por un instante, esperando que él diga algo más, pero Néstor solo le hace un gesto para que suba. Finalmente, Leila sube al autobús, lanzándole una última mirada antes de que las puertas se cierren y el vehículo se pierda en la oscuridad de la noche.

En los días siguientes, Néstor y Leila se encuentran más a menudo, buscando momentos a solas para discutir sus planes. Caminan juntos entre clases, se sientan en la misma mesa durante los descansos, e incluso fingen estudiar en la biblioteca para tener una excusa de hablar sin ser interrumpidos. Betty observa todo desde la distancia, y aunque no parece molesta, no puede evitar sentirse curiosa.

Una tarde, mientras ambas están en el baño, Betty se acerca a Leila con una sonrisa traviesa.

—Oye, Leila… ¿te gusta Néstor?

La pregunta toma por sorpresa a Leila, quien suelta una carcajada nerviosa mientras abre el grifo del lavabo.

—¿Qué? Claro que no.

—¿Seguro? Los he visto muy juntos últimamente —insiste Betty, arqueando una ceja—. Hablan mucho, y él siempre parece preocupado por ti.

Leila cierra el grifo y seca sus manos con rapidez. —Solo somos amigos, Betty. Tenemos algo en común, eso es todo.

Betty la mira con escepticismo, pero no dice nada más. Sin embargo, un escalofrío recorre la espalda de Leila, como si alguien estuviera observándolas. Mira hacia las sombras de los cubículos, pero todo parece normal.

—¿Te pasa algo? —pregunta Betty, notando la expresión tensa de su prima.

—Nada, solo… vámonos.

Ambas chicas salen del baño, inmersas en una conversación trivial y ajenas a lo que ocurre a su alrededor. Detrás de ellas, una figura emerge lentamente de uno de los cubículos. Ángela, con la capucha de su abrigo cubriéndole la cabeza y el rostro parcialmente oculto por mechones de su cabello rizado, camina hacia el espejo con pasos silenciosos. Se detiene frente a su reflejo, y sus ojos se clavan en la imagen que le devuelve el cristal. Lo que ve no la perturba; la llena de una rabia fría, intensa, que hasta siente que vuelve a arderle bajo la superficie de su horrenda piel.



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En el texto hay: asesinatos, navidad, violencia

Editado: 30.12.2024

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