Duendavidad (libro 2)

VI

Todo este tiempo, ha sido Ángela quien ha estado espiando a Leila y a Néstor. Desde las sombras del pasillo o desde un rincón oscuro del patio, los observa, su corazón encogido en una mezcla venenosa de celos y frustración. No está segura de lo que siente por él. Tal vez le guste de manera romántica, o quizás sea solo la atención de Néstor lo que la mantiene aferrada a él. Néstor es la única persona que parece preocuparse por ella, alguien que la visita en su mundo sombrío y desolado, aunque sea solo por unos minutos antes de volver a su vida nocturna en el colegio.

Leila, en cambio, lo tiene cerca cada noche. Comparten el aula, los pasillos, cenan juntos y hasta se hacen compañía mientras esperan el autobús, todos los días. Esa realidad está enfermando a Ángela. La envidia le carcome el pecho como un ácido lento pero implacable.

Mientras tanto, la vida de Néstor sigue su curso sin sospechar lo que ocurre en la mente de Ángela. Una tranquila tarde en la juguetería donde trabaja, su compañera se le acerca con una expresión de urgencia en el rostro.

—Néstor, por favor, cúbreme. Me voy a tomar mi hora de receso ahora.

Él arquea una ceja, algo sorprendido.

—¿Tan temprano? Normalmente sales más tarde a cenar.

—Es que tengo algo importante que hacer. —Ella esquiva su mirada mientras ajusta el uniforme frente al reflejo de la vitrina.

Néstor cruza los brazos, intrigado.

—¿Y se puede saber qué es eso tan importante?

—Hoy tengo la entrevista con ese hombre que conocí hace días aquí en la tienda —responde con una mezcla de emoción y nerviosismo mientras se arregla el cabello.

Sin darle tiempo a decir nada más, ella toma su bolso y sale apresurada. Pero la hora de comida pasa, y ella no regresa.

Cuando el reloj marca el final del día, sigue sin aparecer. Néstor se preocupa; ella siempre ha sido responsable. La inquietud crece cuando pasan los días y su compañera sigue ausente. Los jefes le preguntan a Néstor si sabe algo, pero él no tiene respuestas. La angustia alcanza su punto máximo cuando los padres de la chica llegan a la tienda buscando noticias. Tampoco han sabido de ella. La realidad se impone con un golpe seco: ha desaparecido.

Esa misma noche, en el colegio, Betty nota la preocupación en el rostro de Néstor.

—¿Qué te pasa? Estás más raro que de costumbre.

—Una compañera de trabajo lleva días sin aparecer —responde él, con un tono grave—. Ni sus padres saben nada de ella. Desapareció, simplemente.

Betty se muestra interesada, pero no insiste. La conversación se diluye en el bullicio general mientras todos comienzan a prepararse para la fiesta de Navidad.

Leila y Betty salen juntas un sábado, decididas a encontrar los vestidos perfectos para la fiesta. En este momento, ambas están en una boutique de vestidos de segunda mano. Aunque sus opciones son limitadas, ya que no pueden permitirse alquilar un vestido nuevo, Betty está radiante de emoción. Es ella quien cuenta con menos dinero, pero parece disfrutar más de la búsqueda, emocionada por imaginar cómo lucirá esa noche especial.

Leila, por otro lado, observa los percheros con una actitud más tranquila, aunque Betty nota algo diferente en su comportamiento. Hay un brillo peculiar en sus ojos, una emoción contenida que la hace sospechar. «Debe ser por Néstor», reflexiona Betty mientras se prueba un vestido. «Me sorprende que él haya tenido el valor de invitarla, sobre todo después de esas tonterías que dijo acerca de no aceptar a nadie que se atreviera a invitarla primero». Lo que Betty no sabe es que las verdaderas razones por las que Leila y Néstor irán juntos al baile están muy lejos de sus románticas suposiciones.

Por su parte, Néstor dedica el domingo a sus compras, y su primera parada no es precisamente en una tienda de alquiler. Decide comenzar en una tienda de disfraces, donde encuentra justo lo que necesita: un disfraz de duende completo, con sombrero, orejas puntiagudas y zapatos ridículamente curvados. El atuendo le arranca una sonrisa; será perfecto para su plan.

Después, se dirige a una cosmetiquería para comprar maquillaje. Mientras espera en la caja, sus ojos se posan en un set de lentes de contacto. Una idea le cruza por la mente, recordando las palabras de su madre sobre conseguir un ojo de vidrio. «Quizá no sea tan mala idea, al menos para complementar el disfraz», piensa. Paga su compra e inmediatamente busca en su celular un lugar cercano que fabrique prótesis oculares y, para su suerte, encuentra uno a pocos minutos de ahí. Decide aprovechar y se dirige al lugar para encargar su pedido.

Antes de regresar a casa, Néstor hace una última parada en una tienda de alquiler de trajes. Desde el exterior, la tienda parece modesta, pero no le importa. No está buscando algo de lujo ni que le quede perfectamente entallado; al fin y al cabo, no lo usará por mucho tiempo. En cuanto entra, se dirige directamente a los estantes y encuentra lo que necesita: un elegante traje negro, acompañado de una camisa de vestir, corbata y unos zapatos pulidos que le dan el toque final. Satisfecho con la compra, sale de la tienda y se dirige a casa, con la sensación de que aún no está del todo listo para todo lo que venga… Tal vez le falta un poco de valor, no es fácil de asimilar lo que piensa hacer con su Duendavidad.

El día antes de la fiesta, Ángela continúa espiando a Néstor y a Leila. Escucha a Néstor preguntarle si estaría bien recogerla en su casa.

—Puedo pedirle el auto a mi padre —sugiere él.

—Es una muy buena idea. No me agrada la idea de ir en bus vestida tan elegante —responde Leila con una sonrisa.

Ángela siente cómo la rabia hierve dentro de ella, pero se mantiene en silencio, oculta en las sombras.

Esa misma noche, Néstor vuelve a visitar a Ángela. Mientras va bajando las escaleras que están al lado del puente, ve a Ángela sola y encapuchada, como siempre suele vestir, ella está cerca del río, intentando mejorar la sintonía de una radio portátil. La figura solitaria de la joven, iluminada por la pálida luz de la luna, le genera una extraña mezcla de curiosidad y melancolía.



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En el texto hay: asesinatos, navidad, violencia

Editado: 30.12.2024

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