Todos vamos apoyándonos en un rincón de la oscuridad, donde las raíces de los pies no se ven,
donde cada quien tiene un nombre y silban aves multicolores...
Y silban los cuervos, arrancando ojos y devorando entrañas.
Donde las luciérnagas hacen una corazonada que hace llamar a los valientes, no existen montes pero sí palabras de miedo que hacen temblar.
Los monstruos se ocultan entre las sombras de las palabras no dichas, en los sentimientos no expresados, dejando hedor y cicatrices putrefactas de desilusión.