Dulce Accidente

Capítulo 16

Habíamos vuelto de las vacaciones, por fin.

El campus retomaba su bullicio habitual, y yo… no podía pensar en otra cosa más que en encontrarla.

Guardaba en mi bolsillo una pequeña caja. Dentro, una pulsera de oro blanco, fina, con pequeños dijes relacionados con el diseño: una tijera diminuta, una bobina de hilo, una aguja, y una piedra amatista que brillaba con un tono violeta suave.

Era mi primera ruptura con la rutina. Nada de horarios, nada de lógica. Solo el impulso de verla.

Recorrí medio campus y no aparecía por ningún lado. Tal vez aún no había regresado. O quizá estaba enferma. O peor… no quería volver. Mi mente se desordenó por completo, cada pensamiento una pieza fuera de lugar que me causa angustia.

Entonces la vi.

Entro en el baño frente a la biblioteca principal, justo cuando iba a pasar de largo. La escuché hablar, su voz amortiguada por la puerta entreabierta.

—Hola, soy Iris. Quería decirte que me gustas… —pausa— No, no. A ver, va de nuevo.
Rió con nervios. —Hola, soy Rin. Mucho gusto. ¡Hola, Daniel, me gustas! …Cielos, lo voy a asustar. —Suspiró—. Pensé que sería más fácil. ¿Y si solo le dejo la carta en secreto?

Escuchar su posible declaración hacia mi medio hermano hizo que mi pecho ardiera.

No sé si era rabia, miedo o esa mezcla que solo el amor maldito provoca.

La puerta se abrió. Salió con paso decidido, sosteniendo algo en la mano: una carta. La seguí, incapaz de detenerme.

Vi a Daniel sentado en las bancas del jardín, rodeado de compañeras que reían con él.
Ella caminaba directo hacia él. Cada paso suyo era una punzada en mi estómago.

—No puedo permitirlo —murmuré.

Y antes de que la razón interviniera, ya me había movido.

—¡Me gustas mucho, ¿quieres ser mi novio?! —gritó ella.

Me interpuse justo a tiempo. Usé mi cuerpo para bloquear su vista, y cuando alzó la mirada… no era Daniel a quien veía. Era yo.

Sus ojos, grandes y avellana, se abrieron con sorpresa. Por un instante, todo volvió a detenerse, como aquella primera vez que cayó sobre mí.

Tomé su mentón con suavidad, sentí su respiración temblar entre nosotros. —Me encantaría ser tu novio —dije, sin pensarlo. Sabía que su declaración no era para mí, pero no me importó. No iba a dejarla en manos de mi hermano.

Y antes de que ella pudiera responder, la besé…

La sujeté por la espalda baja, acercándola más a mí, sintiendo cómo el aire se nos escapaba entre los labios. Presioné el beso, lo profundicé.

No fue como la primera vez. Aquel dulce accidente fue un choque de mundos: dulce, torpe, un error que me dejó marcado.

Pero este…

Este era distinto. Este beso llevaba todo lo que había intentado callar, toda la confusión que ella había sembrado en mi orden perfecto. Quería que lo sintiera, que entendiera sin palabras lo que había despertado en mí. Que supiera que desde que apareció, cada pensamiento, cada respiración, cada segundo… me pertenecía menos y le pertenecía más a ella.

Cuando se separa, esta aferrada a mi camisa y temblando. La mantengo cerca de mí, con mi mano sujetando su espalda baja. Mi labio inferior punza. Fue una verdadera sorpresa que me mordiera.
—Lo… siento — dice, con voz tímida.

Me río y ella se aparta deprisa de mía. No la dejo alejarse y vuelvo a jalar de ella. Puedo sentir su piel suave y tibia debajo de mi palma mientras sostengo su rostro por la mejilla.

La miro.

Y por un instante, todo el ruido del mundo desaparece. Lo único que existe es ella: su respiración entrecortada, el temblor leve de sus labios, el brillo confundido en sus ojos. Pienso que podría acostumbrarme a esa mirada, a esa mezcla de curiosidad y sorpresa. Pienso que tal vez mi vida, toda mi obsesión por el orden, ha estado esperándola a ella para volverse un desastre.

Levanto la vista, recordando que estamos en medio de las jardineras. Y no quiero que Daniel la mira. Me sorprende cuando ella se esconde en mi pecho. Yo la envuelvo y la abrazo. Es una sensación magnifica.

—Vamos a un lugar más privado — la aparto un poco, más regañadientes. Pero quiero llevarla lejos. Tomo su mano y comienzo andar.

Habíamos pasado el edificio de Ingeniería y llegado a la facultad de Derecho cuando ella se detiene de golpe y suelta mi mano.

Sonrió y me acerco nuevamente.

—¿Quién eres?

—Tu novio. — declaro sin dudarlo.

—Yo... tú... yo... tú...

—Sí, tú y yo. — me causa ternura ver la confusión y sorpresa en sus ojos. Me acerco a acomodar un mechón de su cabello detrás de la oreja.

—Me besaste… y... — puedo ver como sus mejillas se tiñen de rojo.

—Tú me besaste primero. — acaricio mi labio inferior, ligeramente hinchado, con una sonrisa — Y eres una fierecilla.

Se cubre la cara con sus manos.

— Ey… No, no. — bajo sus manos para ver su rostro. Tanto tiempo mirándola de lejos Ahora la tenía delante de mí, quería ver cada detalle en su carita.

Aunque da unos pasos hacia atrás, no la suelto —¿Por qué aceptaste?

—Porque eres adorable. Además, debes hacerte responsable. Robaste mi primer beso. —alzo mi ceja izquierda.

—¿Cómo que yo te besé primero? —preguntó asustada—. ¡Tú lo hiciste hace un momento!

—No, no, no. —niego con la cabeza mientras sonrió y me acerco más a ella—. El primer beso fue todo tuyo. Yo solo… estaba en el lugar indicado cuando decidiste lanzarte del cielo.

—¿Lanzarme del cielo? — parpadeo confundida.

—Justo caíste… directo sobre mí. Y debo admitir que dolió un poco, pero valió la pena.

—¿La moto?

—Exacto. Y ahora finges que no me recuerdas. Qué cruel.

—¡No fue mi culpa! — grita avergonzada mientras se cubre la cara nuevamente—. ¡Fue un accidente!

—Claro, claro… un “accidente”. Pero fue mi primer beso, ¿sabes? Así que deberías hacerte responsable.

—¿Responsable?

—Sí. No todos los días una chica cae del cielo y te roba el aliento… literalmente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.