Bueno, bueno… — tomo su mentón con suavidad— Soy Alex. —. Sonrió.
Rin tragó saliva mientras lo miraba a los ojos.
—Iris… pero todos me dicen Rin —respondió ella, todavía atrapada en la nube mental.
El silencio se estiró entre ambos como un hilo delgado, vibrante, lleno de una tensión nueva. Mientras Alex la observó con una mezcla de satisfacción y ternura; el cerebro de Rin intentaba reiniciar como una laptop vieja.
Entonces sonó la alarma de su celular.
BIP BIP BIP – CLASE DE 1:00 PM –
Ella dio un salto.
—¡Ay, no! Mi clase… —sacó su teléfono. Internamente sintió alivio ya que había ganado una ruta de escape—. Ejem… gusto en conocerte Alex —dice inquieta, mientras avanza un paso lejos de él —Debo… ya sabes… —da otro paso hacia atrás mientras su sonrisa nerviosa se agrandaba y se disculpaba — clases… — Y, antes de girarse, le dedicó un saludo rápido con dos dedos a la sien, un improvisado “nos vemos”
Alex la sostiene del antebrazo, evitando que huya —Espera… — sabía que, si la dejaba ir, ella se evaporaría. —Dame tu teléfono. —Alex saco el suyo mientras se colocaba de tal forma que le bloqueaba su salida de escape.
—¿Qué? —preguntó Rin, pero ya lo estaba entregando.
Alex apuntó la cámara al código QR de contacto de ella y lo escaneó en dos segundos. Después, la abrazó por el hombro con suavidad, acercándola a él para sacarse un selfie.
—Sonríe.
—¿Qué? ¡Espera, no estoy lis—
Pero él ya estaba tomando la foto.
Rin salió con expresión de alarma y mejillas rojas. Alex sonrió satisfecho mientras la guardaba en sus contactos.
— Ahora son 10 —dijo, como si hubiera ajustado ajustando la última pieza crucial en su universo. Luego miró a Rin. —Ahora uno más.
Se inclinó un poco, como si fuera a repetir el selfie… Pero en vez de decir “sonríe”, murmuró:
—Rin.
Ella lo miró instintivamente.
Alex la besó justo en ese segundo.
Click.
La cámara capturó el beso. Dejando a Rin petrificada, con los labios temblando, mientras Alex al ver la foto asintió con orgullo.
Luego abrió la app de contactos y empezó a editar.
Rin apoyo sus manos sobre el antebrazo de Alex, mientras lo observó con curiosidad jugar con ambos teléfonos. —¿Qué estás haciendo…?
—Guardando nuestros contactos —respondió él.
En su teléfono, escribió: Nombre del contacto: Novia❤️y en la de ella: Novio 💙. Guardando ambos contactos con la foto que había tomado del beso.
Rin abrió y cerró la boca varias veces como un pez fuera del agua.
—Listo —dijo, guardándose el móvil en el bolsillo y le devolvía a ella el suyo.
Rin estaba tan roja, que sentía el corazón en la cabeza —¡¿Por qué hiciste eso?! —logró decir finalmente.
Alex inclinó la cabeza ligeramente —Porque eres mi novia —respondió con seriedad, mientras acomodaba un mechón rebelde tras su oreja.—. Y quiero tener fotos contigo.
Rin tenía sus ojos tan abiertos que parecía iban a salirse de su cara. —Eso no… —quiso debatir, pero su alarma sonó nuevamente.
—CLASE EN 3 MINUTOS—
Rin pegó un gritito —¡Tengo que irme!
Alex beso su frente y la empujo suavemente por la espalda — Te escribo más tarde…
Ella asintió — Adiós … —respondió con hilo de voz.
Se separaron, cada uno en direcciones opuestas.
Rin avanzó unos pasos, pero algo la hizo voltear.
Alex estaba allí, mirándola y despidiéndose con la mano. Ella sonrió como una boba y repitió el gesto antes de doblar la esquina rumbo a su facultad.
Rin llegó corriendo por el pasillo, con la mochila rebotando, los lentes chuecos y el corazón todavía atrapado entre su garganta y el recuerdo del beso más desconcertante de su existencia. Giró en la última esquina y patinó sobre el piso pulido del edificio de Diseño.
—¡Ay, ay, ay!— logró frenar apoyándose en la pared del salón.
El profesor Guillermo, que justo entraba al aula con una carpeta llena de bocetos, levantó la vista con una ceja arqueada.
—Buenos días, señorita Valdés —saludó con ese tono neutral que usaba cuando estaba a dos pasos de un regaño.
—Buenos días, profesor… —Rin se acomodó el cabello, se enderezó los lentes y caminó con toda la dignidad posible hacia su asiento; aunque todavía estaba roja, respirando agitadamente y con la boca seca.
Se dejó caer en la silla, pero su corazón no se calmaba. En su mente se seguía rebobinando el bucle: La declaración, el beso inesperado, tenia novio, y no era Daniel…
—Respira, Rin… respira… —susurró ella, abanicándose con su cuaderno.
El profesor Guillermo conectó el proyector y la pantalla blanca se iluminó con una presentación estilizada en tonos crema.
—Bien. Como saben —comenzó con su voz grave y modulada—, la presentación de primavera está a la vuelta de la esquina.
Varias chicas se enderezaron nerviosas en sus sillas.
El profesor caminó frente al grupo con la arrogancia y profesionalismo de alguien que había trabajado veinte años en la industria, había visto modelos desmayarse en backstage, diseñadores llorar entre telas y directores artísticos gritar por el largo de un dobladillo.
—La pasarela de marzo —continuó— es uno de los proyectos más importantes de la carrera. Es su carta de presentación profesional. Lo que hagan aquí puede abrirles puertas… o cerrarlas sin remedio.
Lorena —la líder del trío tóxico— cruzó las piernas con aire de diva, como si ya tuviera la pasarela ganada.
Rin la miró y sintió un ligero hormigueo en la nuca.
—Para esta fecha —siguió el profesor— sus colecciones deben estar prácticamente listas. Diseño conceptual, bocetos finales, selección de telas, y al menos dos piezas confeccionadas. — pausa dramática mientras miraba a todos en el grupo — Quienes no cumplan, se atienen a las consecuencias.