Rin caminaba hacia la cafetería con un nudo en el estómago y un único propósito en mente: hablar con Alex y aclarar las cosas antes de que su cerebro explotara como una olla exprés.
Había pasado, entre clase y clase, repitiéndose que lo que sentía era simple: “Me gusta Daniel. Daniel. Repítelo. Daniel.”
Y lo hacía…
más o menos…
cuando no se atravesaba la imagen de Alex sonriéndole, o el recuerdo de su labio mordido,
o el beso—ese beso— que la había dejado caminando como Bambi recién nacido.
Para colmo, minutos antes de venir, había visto a Daniel cruzar el patio rumbo a la biblioteca. Su corazón dio un salto, sí… pero después le cayó encima el peso de la realidad: Mucha gente vio cuando besó a Alex. Seguramente Daniel también. ¿Y si ahora pensaba que ella se la vivía besando desconocidos? ¿Y si ya había arruinado cualquier posibilidad? ¿Y si…?
Rin negó con fuerza. Tenía que ordenar su cabeza. Tenía que hablar con Alex…
Pero apenas entró a la cafetería y lo vio…
…toda su determinación se desinfló como un globo picado.
Alex estaba sentado a una mesa junto a la ventana, postura recta, camisa perfectamente acomodada, manos grandes sosteniendo el celular la seño enojado.
Cuando él levantó la vista y la vio, el cambio fue inmediato: su expresión se suavizó y le sonrió.
Rin sintió un cosquilleo en la boca del estómago. Esa sonrisa que parecía hecha para hacerla suspirar… “Mariposas traicioneras” — se regañó.
Alex se puso de pie y levantó la mano para indicarle dónde estaba.
Caminó hacia él, esquivando mesas, personas, mochilas y un vaso olvidado que casi patea. Cuando llegó, Alex ya había separado la silla para ella.
—Viniste —dijo él, y aunque fue simple… había algo cálido en su voz. Algo que la hizo temblar.
—Sí… —respondió Rin, tragando saliva— Es que… creo que debemos hablar.
Alex asintió.
Rin se sentó, nerviosa. Él volvió a tomar su lugar frente a ella.
— ¿Podemos hablar… después de comer?
Ella miro el plato delante de él —Oh, lo siento, ya habías pedio, por favor come.
—Esta bien, te estaba esperando. ¿Qué quieres pedir?
Rin lo miró, y por un instante volvió a ver la escena del beso cuando cayó sobre él. Abrió los ojos y luego bajo la mirada avergonzada — Quiero, primero disculparme por… —levantó la vista para verlo — la vez que caí encima de ti.
Alex, que era experto en leer expresiones cuando se trataba de leyes y órdenes; se dio cuenta que era un completo inepto cuando se trataba de ella…
—Esta bien — frota su nuca.
Rin respiró hondo, intentando acomodar las palabras en su cabeza… pero todas estaban hechas un nudo marinero.
—Yo… eh… —sus dedos jugaron con la servilleta— lo siento, Alex. Por lo del muro. Fue un accidente… y no quería—
—¿Besarme? —completó él con serenidad, apoyando un codo sobre la mesa y entrelazando los dedos.
Rin se atragantó con su propia saliva.
—¡Oye! Yo no— bueno… sí —se hundió en la silla— pero no fue a propósito… yo estaba huyendo y… —gesticuló torpemente— ¡es que tú estabas ahí!
Alex sostuvo una sonrisa casi divertida.
—Si fue un accidente inesperado. Pero al final no me molestó.
—¡A mí sí! —exclamó, y luego se encogió, mirando alrededor por si alguien los escuchó— a mí sí… —repitió bajito— porque… no te conocía, y ahora todo es muy confuso.
Alex ladeó la cabeza, mirándola como si fuera un rompecabezas fascinante.
—¿Te confunde que sea tu novio? —preguntó sin rodeos.
El alma de Rin salió de su cuerpo.
—Eso. Sí. ¡Eso! —se agarró la frente— ¡Alex, no puedes decir que soy tu novia así nada más!
—Lo hice —dijo él tranquilamente— y funcionó.
Rin abrió los ojos de par en par.
—¡No es un argumento, Alex!
—Es un hecho —replicó él, apoyando los antebrazos sobre la mesa.
— Yo… — lo mira nerviosa mientras se muerde el labio inferior sintiendo la incomodidad — me iba a declarar a otra persona.
—Lo sé —admitió—. Lo escuché.
Rin parpadeó, confundida. —¿Escuchaste…?
—Estabas ensayándolo en el baño —responde él con sinceridad.
Rin sintió que quería evaporarse. —¡¡¡OH CIELOS, NO!!! —cubrió su cara con ambas manos— ¡Qué vergüenza!
Alex permitió que una sonrisa suave se formara en sus labios. —Ensayas muy fuerte —comentó.
—¡No te burles! —reclamó ella desde detrás de sus dedos.
—No lo hago —dijo él, y su tono se volvió inesperadamente tierno—. Pero tenía que intervenir.
Rin bajó las manos lentamente. —¿Por qué?
Alex sostuvo su mirada sin parpadear. —Porque él no era para ti.
Rin sintió algo extraño, como un tirón en el pecho. — Se... que quizá no tenía una oportunidad. ¡Pero igual quería intentarlo! — lo mira de reojo — Tu simplemente te interpusiste… ¡Y me besaste!
—Había que emparejar el marcador, ¿tú me besaste primero, recuerdas? — dice en tono divertido.
—Ya dejé en claro que lo siento, que fue un accidente. —replica molesta mientras se cruza de brazos.
Alex la observó unos segundos y añadió, con una voz más suave —No quiero que estés incómoda conmigo.
Raspa con su dedo índice su antebrazo —No estoy incomoda… solo es…extraño —sus labios se tuercen en una mueca, que quiso ser sonrisa.
—Rin…—su voz se volvió baja— No voy a fingir que no quiero estar contigo.
Rin abrió la boca para decir algo más cuando una voz conocida irrumpió como un huracán.
—¡Rin! ¡Te he buscado todo el día! ¿Dónde te habías metido? —Molly llegó casi corriendo, sin aliento—. ¡Y qué fue eso en la explanada cerca de los laboratorios?!
Rin carraspeó tan fuerte que casi se atraganta con su propia saliva. Abrió los ojos con desesperación y señaló con ellos —sin mover la cabeza— a Alex.
Molly se giró lentamente. Y al verlo soltó un “Oh…” que fue mitad risa nerviosa, mitad grito silencioso.
—Es ÉL —susurró como si hubiera descubierto un alíen.