Dulce atracción

Dulce atracción

En el camino a la playa mamá coloca música, vamos contando mientras yo sigo conversando con Akira y Danilo. Frunzo mi ceño al recibir un mensaje de Tati, me extraña que no lo haya mandado al grupo que tengo con ella y su prima, sino al chat personal.

Tatiana Reilly: Helouu, my friend. ¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas por allá?

Tatiana Reilly: Sé que hoy es un día difícil para ti, pero quiero decirte que te amo mucho mi rubia de ojos como el mar y que te mando un abrazote grandote... Aaah, y que no me extrañes tanto.

«Ésta está loca» pienso. Definitivamente la locura es un tema de familia entre ellas. Porque claramente en la mía no es así. Alessia es malhumorada, Alessandre es súper relajado —como diría Aki, tu hermano es muy bolas frías—, Carol... Bueno Carol es un personaje y luego estoy yo... Una chica normal, común y corriente de dieciséis años.

De mí no hay mucho que contar a diferencia de mis hermanos.

Los veinticinco minutos de camino restante lo paso inmersa en mis pensamientos, en ideas de libros, y en una conversación con Tati, porque tenía tiempo sin hablar con ella por el privado.

Llegamos a la playa, nos bajamos con uno banquitos, sombrillas y unas flores. Vemos el inmerso mar y comenzamos a hablarle a papá como si estuviese ese momento con nosotros. Mamá se quiebra al decirle que se siente sola, y que a pesar de los años lo sigue extrañando como si hubiese sido ayer.

Mis hermanos cuentan su día a día y luego yo, que no tengo mucho que contarle. Le hacemos una oración después de limpiar nuestras lágrimas, lanzamos un beso al aire y de las flores cada uno lanza una rosa blanca al mar. Vemos como la marea lleva y trae las flores, nos sentamos en los banquitos bajo las sombrillas y pasamos una mañana en familia, haciendo memoria de los momentos vivimos cuando éramos seis, y no cinco.

Pasamos alrededor de media mañana, a eso de las once de la mañana, recogemos y nos vamos a u restaurante de camino para almorzar y finalmente irnos a casa.

Mi hermana Carol comienza hablar por su teléfono con uno de sus tantos amigos, Alessia pone los ojos en blanco al escucharla y mamá le pide con la mirada que tenga paciencia con su hermana, mientras Sandro pone un brazo en mis hombros y murmura para que solo escuche yo:

—Tú y yo somos los únicos cuerdos de esta familia, los demás están de loquero.

El comentario de mi hermana me roba una carcajada, mamá entrecierra sus ojos al escucharme, nos ve y tanto Sandro como yo, ponemos cara de corderito degollado, finalmente termina negando con la cabeza y dándonos otra sonrisa. Para cuando nos traen el almuerzo, Carol ya no está hablando por teléfono y podemos comer tranquilos y no con miedo que Alessia tome el teléfono de Carol en un ataque de histeria por no respetar la mesa.

Estamos de vuelta a la casa, no me quedé en casa de Aki, para no ir sudada y con el olor a playa. Antes que mis hermanos me ganen la carrera, salgo corriendo al baño y se lo gano a Alessia que me mira con cara de pocos amigos, pero después si expresión se le pasa.

Seriamente estoy pensando que a mí hermana mayor le hace faltan... Un buen revolcón, como diría en los libros que leo en la aplicación naranja gratuita.

Después de la ducha y de haberme lavado el cabello, me lo seco, luego me visto poniéndome un cómodo jogger verde militar, una camisa de algodón blanca y unos converse blancos también. Me aplicó nuevamente crema hidratante en la cara y un bálsamo de labios, me miro al espejo y estoy lista.

Tomo un bolso pequeño donde meto mi cargador, teléfono y monedero, por último, rocío perfume antes de salir de mi habitación. Me despido de mi madre con un beso en la mejilla, quién me dice que esté pendiente al cruzar la carretera. El vecindario de mis amigos está a diez minutos caminando desde mi casa.

Al llegar a la cuadra donde viven Akira y Danilo, veo movimientos en la casa vecina de mejor amigo, no le prestó atención y camino hasta la casa de la morena loca, toco el timbre, no se demora ni cinco segundos en abrir la puerta. Akira me recibe en pijama... Sí, a la una de la tarde y todavía está en pijama, la miro levantando mis cejas.

—Pff... No digas nada —me dice. Me jala del brazo y me hace pasar —. Estamos solas, papá y mamá están trabajando.

Camino con ella hasta su habitación. La suya es nada comparada con la mía, porque es como su personalidad, extrovertida, colores llamativos por todos lados, nuestras manos pintadas en la pared. Dani y yo la ayudamos a pintar su habitación la ultima vez que lo hizo, hace aproximadamente cinco meses atrás.

Akira se acuesta en su cama, y yo voy directa a su egg chair, es super cómodo. Me la quedo mirando a la espera que hable, la morena se toma su tiempo y después con una sonrisa en su rostro grita:

—¡TATISEREGRESA!

—¿Quéééé? —le pregunto al no entenderle nada, solo el nombre de su prima.

Pone los ojos en blanco y esta vez habla más pausado.

—Tatiana se regresa a la isla. A mis tíos le salió una oportunidad en Asgard y se van a mudar para allá, le preguntaron a Tati si quería regresar o irse con ellos, ¿y qué crees que escogió mi prima? —dice lo último poniendo cara de sabelotodo—. Obvio que regresarse a la isla, mi mamá habló con mi tía y comenzó a buscarle cupo de una vez en el colegio para cuando inicien las clases.




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