Dulce castigo

Capítulo 2: La quiero

Adrien

El sonido de las risas de los niños llena toda la casa, para muchos sería estresante, pero escucharlos jugar solo me saca más de una sonrisa a pesar de que concentrarme en los negocios ahora es un poco difícil, pero no solo por el ruido de los pequeños, también por mi próxima boda de la que ellos no saben nada y antes de que llegue el día debo hablarles, cinco días, es lo único que falta y aún no tengo ni idea de cómo sacar el tema. Cuando la puerta de mi despacho se abre levanto la mirada y suspiro al ver a mi amigo y el encargado de mi seguridad entrar al despacho.

—Ya todo está listo Adrien —dice sentándose frente a mí —en dos días tendrás la reunión con el futuro presidente de este país —sonrío

—Perfecto, aunque todavía nada es seguro

—¿Por qué dudas tanto de todo? —él se acomoda en su silla —desde lo de Lía solo tienes un objetivo en mente y ahora casi estamos a punto de cumplirlo.

—Pero estoy entrando en aguas peligrosas —murmuro con la mirada perdida —y debido a todo eso mira en donde estoy —señalo mi silla —¿crees que fue casualidad que ese auto chocara contra el mío? —niego con la cabeza —querían sacarme del juego y aún lo intentan.

—Pero estás vivo y según el doctor volverás a caminar dentro de poco

—Alfred —suspiro —solo quiero que si en algún momento me ves disfrutando todo esto, me des un golpe —él ríe —hablo en serio, lo malo siempre acaba gustando y no quiero eso, cuando todo acabe quiero salir de ese mundo y disfrutar de mis hijos en paz.

—¿Y dónde queda la chica? —tenso mi mandíbula —vas a casarte con ella Adrien y

—Y es todo falso, ella lo sabe, yo lo sé así que al final no habrá ningún problema —muevo mi silla

—Tu esposa lleva cuatro años muerta —me detengo al abrir la puerta —y desde hace cuatro años, aunque has estado con otras mujeres no has traído a nadie a esta casa, vas a tener que vivir con ella y dormir con ella —mira mis ojos —¿crees que no pasará nada entre ustedes?

—Creo que ella es una chica joven e inteligente —sonrío —inocente —suspiro —créeme, no se fijará en el monstruo al que le teme y que está ahora en una silla de ruedas —Alfred niega con la cabeza, pero solo salgo del despacho y justo al hacerlo escucho el ruido fuerte, respiro hondo, otro jarrón más ha caído, de eso estoy seguro, pero al llegar al salón lo primero que veo es el balón de fútbol, luego a mis hijos que parecen asustados y luego al retrato en el suelo, una foto mía y de su madre, ellos me miran asustados cuando los miro.

—Fui yo papá —dice Leonard rápido, pero su hermana Elise niega rápido

—Fui yo papá —la pequeña se me acerca

—No —habla ahora Vicky y sonrío —papá

—Déjame adivinar —respiro hondo —dirás que fuiste tú —muevo mi silla y me acerco a ellos —¿por qué tienen miedo? —se miran entre ellos —¿en algún momento les he pegado? —ellos niegan —¿los regaño a menudo? —vuelven a negar —¿entonces?

—Era una foto de mamá —expresa Elise con los hombros abajo y sonrío

—Solo es una foto mi amor —tomo sus manos —una foto que podemos reemplazar —ella sonríe un poco —luego sacaremos otra, ¿quieren? —rápido asienten —pueden ayudarme a elegir una mucho más bonita que la que había.

—Sí, papá —grita feliz Leo que se lanza sobre mí y río abrazándolo, es justo en este momento en que la veo a ella de pie en la puerta mirándonos confundida, no sé cuando tiempo lleva ahí, pero parece incrédula a lo que ve.

—Judith —el nombre escapa de mis labios y entonces mis pequeños voltean hacia ella.

—Me pidió venir y aquí estoy —los niños me miran

—Papá

—Esta noche —respondo la pregunta que sé que se hacen —esta noche hablaremos sobre ella —agrego y los tres parecen muy confundidos —lo prometo —solo asienten para luego alejarse y doy órdenes a una de las empleadas de recoger todo, luego voy hacia la puerta y salgo de la casa.

—No les has dicho nada, ¿verdad? —escucho la pregunta y entonces me detengo en el jardín, observo una de las rosas rojas que hay en este.

—No les va a gustar la idea

—Puedo hablar con ellos —se ofrece rápido —quizás puedan entender que

—Van a odiarte —la miro, una de sus cejas se alza —¿desde cuándo estaba en la puerta?

—Desde que usted llegó, pensé que gritaría a los niños y me quedé para —comienzo a reír al escucharla, ella me mira incrédula.

—¿Gritarles? ¿Qué cree que soy? —la pregunta queda sin respuesta mientras ella mira mis ojos

—Adrien —ella se acerca a mí —lo siento, no quise decir que

—Olvídalo —sonrío —solo me pregunto algo, ¿cuándo piensas mudarte? Ya deberías haberlo hecho —ella asiente.

—Recojo las cosas en mi apartamento, hago algunas cosas complicadas y

—Esta noche hablaré con mis hijos —la interrumpo mirando el reloj disimuladamente —mañana quiero que traigas tus cosas y te instales aquí

—¿Por qué dices que tus hijos van a odiarme? —sonrío mirando sus ojos

—Tengo dos hijas bastante celosas a las que no les gusta compartirme y un pequeño que hace todo por sus hermanas —una de sus cejas se alza —créeme Judith, te verán como el rival, la sustituta de su madre y la persona que ha invadido su espacio —ella baja la mirada —pero bueno, con el tiempo pueden quererte, solo si te los ganas —mira mis ojos.

—Entiendo

—Mañana desayunaremos juntos —ella frunce el ceño —todo nuestro matrimonio debe parecer real —sigo mirándola —incluso mis empleados deben pensar que tenemos un bonito matrimonio y que nos amamos, me juego la custodia de mis hijos Judith.

—Entiendo pero

—Nos vemos mañana, te enviaré un chofer a recogerte —ella se queda con la boca abierta y solo muevo mi silla dándole la espalda, me alejo de ella sin importar parecer un maleducado, pero aún tengo muchas cosas que hacer, muchos planes que llevar acabo aunque ahora lo único que está en mi mente es como voy a decirle a los niños que me casaré en solo cinco días.

—¿Les gustó el cuento? —cierro el libro, los tres me miran desde una misma cama sin decir nada.




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