Judith
Permanezco en la cama observando el rostro de Max mientras duerme y sonrío bastante cerca de él, el cual tiene un brazo en mi cintura y si no me he movido es porque no quiero despertarlo aunque el reloj ya me dice que debo salir de la cama, presiento que el día será largo y bastante agotador, cuando Max abre los ojos sonríe mirando los míos y me acerca más a él para luego besarme, sé que quiere algo más que un beso, pero lo detengo antes de que pierda la razón y no pueda controlar mi cuerpo.
—Debo salir ya de la cama —murmuro mirando sus ojos y él suspira
—No quiero, ¿por qué Adrien quiere que desayunes con él?
—Tampoco lo sé —digo y él se mueve inquieto hasta quedar mirando el techo —pero debo ir y luego iré a su casa.
—Diablos —susurra sin mirarme
—¿En qué momento nos veremos Max? —él no responde —¿o vamos a acabar lo nuestro luego de la boda? —me mira y hasta parece molesto.
—¿Terminar? —resopla sentándose en la cama —claro que no Judith, eres mía —mira mis ojos —entiende eso y deja de preguntar tonterías —él comienza a vestirse.
—Pero estaré casada con alguien más —Max ríe
—Alguien en una silla de ruedas —sigue riendo —claramente si no quieres que te toque, no lo hará —mira mis ojos.
—Él dejó claro que era solo un contrato
—Sí, pero el maldito es hombre —Max suspira —y solo mira lo que hizo a la mujer que decía amar con locura —gruñe rabioso —llámame cuando podamos vernos —se acerca para darme un rápido beso y luego solo sale del apartamento, yo me dejo caer de vuelta en la cama y cierro mis ojos.
Al salir del edificio un auto ya me esperaba y aquí estoy unos minutos después sentada a una mesa en uno de los restaurantes más caros de esta ciudad, el cual queda en el último piso de un lujoso hotel, Adrien no ha llegado, pero al parecer el restaurante es solo para nosotros y todo esto me pone nerviosa, ya que todo está decorado de forma demasiado romántica para mi gusto.
—Lamento la demora —escucho su voz, pero no me giro y luego se coloca frente a mí, cuando acomoda su silla deja una simple rosa blanca sobre la mesa y miro esta —¿son tus favoritas verdad? —sigo sin mirarle —hay cosas que no se olvidan —cuando lo miro está sonriendo
—¿Qué hacemos aquí? —sigue sonriendo
—Vamos a desayunar juntos como una pareja normal —hace una señal y enseguida comienzan a servirnos, frente a mí solo colocan cosas que me gustan y sigo mirando los ojos de Adrien.
—¿Cómo es que aún recuerdas mis gustos? —debo reír cuando veo la barra de chocolate.
—Hace muchos años habían dos familias muy buenas amigas —cuenta dejando de mirarme —tan buenas amigas que pasaban las vacaciones juntos —Adrien sonríe —el hijo menor de una de las familias en uno de esos veranos conoció a una chica tres años menor que él, la chica usaba grandes gafas y tenía lindas pecas en su rostro y siempre su cabello estaba suelto, bueno —ríe —era fácil para el chico molestarla y la molestó tanto que acabaron ese verano teniendo una linda amistad porque antes de llegar ahí ella no tenía amigos y él, solo era un patán que tampoco hacía amigos —Adrien al fin mira mis ojos.
—Adrien
—La amistad terminó cuando mis padres murieron —cuenta ahora sin sonreír —me fui del país y no te volví a ver, pero recuerdo todo Judith —pierdo el apetito mientras lo escucho mirando sus ojos.
—Sí —sonrío un poco o al menos eso trato —te fuiste, luego regresaste casado
—Y quien lo diría —él ríe —eras amiga de Lía —niega con la cabeza aun riendo —el mundo es un pañuelo —sigo mirándolo —tu padre se sorprendió cuando le dije que quería casarme contigo y que a cambio volveríamos a hacer negocios como antes hacía con mi padre, no está bien su economía.
—Le dijiste que solo sería un contrato, le dijiste a él
—No podía mentirle a tu padre y bueno, sé que no dirá nada a los padres de Lía —bufa —solo quiero que sepas algo Judith, nunca me olvidé de ti, eras y sigues siendo mi mejor amiga —mira con intensidad mis ojos —cuando los padres de Lía pusieron la demanda por la custodia de los niños y supe que mi mejor opción era casarme, solo pude pensar en ti —sus palabras hacen que me ponga algo nerviosa.
—Gracias Adrien —sonrío o eso finjo —por confiar en mí
—Sé que todo es falso, pero para todos debe parecer real —él deja sobre la mesa un bello y sencillo anillo que hace que mi garganta se seque —si pudiera arrodillarme y pedirte matrimonio, lo haría —miro sus ojos.
—¿Te burlas de mí? —él ríe
—Vamos, te casarás Judith y eres mujer, estoy seguro de que como todas quieres cosas especiales —él abre sus brazos y entonces señala por el enorme ventanal a nuestro lado donde la única vista que tenemos es de tres edificios, uno casi pegado al otro, en estos aparecen letras enormes que comienzan a brillar y como mensaje en el primero aparece mi nombre, luego el segundo dice un claro “Deja de ser solo mi amiga” y el tercero es un simple “Y cásate conmigo”. Me pongo de pie y me acerco, al mirar hacia abajo hay ya muchas personas mirando los edificios y suspiro, sí que es bonito y seguramente todos lo verán.
—¿En serio tantas molestias para que todo parezca real? —pregunto sin poder dejar de mirar los edificios.
—Ponte el anillo —demanda y le miro —deja la parte romántica para que las personas la admiren, tú y yo hablaremos del contrato —aprieto mis dientes y sin decir nada tomo asiento.
—Te escucho —expreso mirando sus ojos, él toma mi mano y coloca el anillo en esta con una sonrisa.
—El contrato es sencillo —habla sin mirarme —si en algún momento algo me sucede mis hijos quedarán a tu cargo y todo lo mío será de ellos —asiento mientras él observa mi mano con el anillo.—No podrá haber divorcio —él mira mis ojos al decir eso —¿también entiende eso?
—Un contrato eterno —digo sonriendo —lo entiendo
—No habrá intimidad —dice y la forma en que lo hace me pone nerviosa —más que un matrimonio es un contrato y al ser la mejor amiga de mi difunta esposa