Dulce castigo

Capítulo 4: Habitación

Adrien

Luego de estar par de segundos de pie siento como pierdo mis fuerzas y me dejo caer al suelo, niego cuando Alfred se iba a acercar y yo solo me acerco a mi silla, siento como el sudor ha empapado toda mi ropa y siento mucha rabia, a veces pienso que todos los ejercicios son en vano, para dar un simple paso me cuesta y me duele como si me estuvieran torturando, intento subir solo a la silla de ruedas, pero mis brazos tiemblan y caigo al suelo siempre que lo intento, maldigo en voz alta golpeando con mi puño la silla.

—Déjame ayudarte Adrien —Alfred se acerca

—Necesito poder levantarme solo —maldigo negándome a su ayuda

—Adrien has estado horas ejercitando, estás débil

—Me haces sentir más inútil —farfullo molesto, pero cuando noto que me es imposible subir por mí solo, dejo que Alfred me ayude, cuando estoy ya sentado en mi silla me siento como un verdadero inútil y al girarme la veo a ella de pie en la puerta, aprieto mis dientes ya enojado.

—Deberías avisar cuando llegues —digo furioso yendo hacia la puerta —entras como fantasma, van dos veces

—Se supone que viviré aquí

—Sí, pero sigue siendo mi casa —mascullo mirando ahora sus ojos y lo que veo en estos me duele —perdón —dejo de mirarla —solo estoy cansado.

—Necesitar ayuda no es malo Adrien

—Dímelo cuando estés en una silla de ruedas y necesites ayuda hasta para bañarte —miro ahora sus ojos.

—Ya he traído mis cosas, ¿puedo ver mi habitación? Necesito acomodarme —respiro hondo

—¿Puedes sentarte y esperar unos minutos? —me muevo hacia el salón —voy a necesitar un baño y luego podré atenderte —ella asiente y la miro —además —miro mi reloj —en una hora debemos estar en casa de tus padres —noto como se tensa —nos invitaron a cenar.

—Y usted aceptó

—Son mis futuros suegros —Judith mira hacia todos lados

—Ellos saben que todo es falso —mira mis ojos —¿de verdad hay que ir a esa cena? —sonrío

—Pide a una empleada que te muestre cualquier habitación y arréglate —suspiro —habrá invitados —bufa

—¿Por qué ya no me dices cuál será mi habitación y ya? —me alejo de ella sin responder su pregunta y voy a mi habitación, al entrar en esta me quedo ahí quieto esperando que el dolor en mis piernas y brazos se alivie un poco, al ver que eso no ayuda voy hacia mi mesita de noche y tomo el frasco con pastillas, sin pensarlo mucho tomo dos de estas, luego paso con rabia las manos por mi rostro.

Cuando salgo de la habitación ya listo para ir a la casa de los padres de Judith voy hacia la habitación de los niños y entro en esta, al verme los tres me dan la espalda así que sé que todo lo que diga será en vano.

—Judith está abajo y desde esta noche vivirá en esta casa —ninguno me mira —quiero que bajen y la saluden ahora —escucho a Elise reír, ella es como su madre, nunca escucha a nadie y hace lo que quiere.

—¿Vas a obligarnos? —la niña se gira hacia mí

—¿Debo hacerlo? —veo como aprieta su mandíbula enojada

—No vamos a saludarla, ella intenta tomar el lugar de mamá, no la queremos aquí. —sus palabras son claras

—Se equivocan

—Tú lo haces —alzo una ceja con las palabras de Vicky que también me mira —la traes a ella aquí cuando estamos bien los cuatro.

—Judith era la mejor amiga de Lía —hablo mirándolas —niños, ella quería mucho a su madre y los quiere mucho a ustedes, sé que no la recuerdan, pero cuando eran muy pequeños Judith

—Entonces es una traidora —habla Leo mirándome —no vamos a bajar a saludarla papá, no la queremos aquí —respiro hondo y miro mi reloj, ya voy tarde y odio llegar tarde.

—Seguiremos hablando mañana —los miro —mañana saludarán a Judith y le darán la bienvenida en el desayuno o juro que voy a regalar todos los juguetes de esta habitación a niños que si los valoren —me encojo de hombros —ustedes deciden que hacer —me doy la vuelta —por cierto —me detengo y los miro —los amo mucho a los tres —veo leves sonrisas en sus rostros —y si me besan ahora me iré feliz, si no lo hacen estaré triste toda la noche —veo la duda en los ojos de ellos, pero cuando se miran entre sí sé que no pasará.

—Dile a Judith que te bese —suelta una celosa Elise y solo me toca reír así que voy hacia la puerta, sé que con el tiempo podrán quererla y cuando me voy acercando al salón la veo, viste un bonito vestido de color rosa y unos zapatos altos, parece una princesa y debo hacer más lenta mi llegada para no dejar de mirarla, sé que ellos con tiempo y cariño van a quererla porque a Judith nadie puede odiarla.

—Veo que estás lista —ella rápido se gira —estás muy bonita —añado y veo el rubor en sus mejillas.

—Gracias —solo sonrío y voy hacia la puerta.

Cuando el padre de Judith me invitó a una cena no sabía que habría tantas personas, ahora he logrado sentirme un poco incómodo y más sabiendo que algunos son mis enemigos, incluso los padres de Lía están aquí, con ellos nunca tuve una buena relación, no querían que su hija se casara conmigo y ahora sé que me culpan del accidente de esta.

—Cuñado —me giro cuando lo escucho y él sonríe —no te veo tan mal —toma de su bebida —aunque hay que bajar la mirada casi al suelo para verte —Maxwell ríe, el hermano de Lía debo decir que siempre me ha caído mal.

—Hola Max —miro sus ojos —¿cómo va tu adicción? —veo como se tensa y mira hacia todos lados —dicen que pierdes mucho dinero en esos Juegos

—Cómo sabes sobre

—Sé muchas cosas —río —dale saludos a tus padres los cuales no se atreven a acercarse a mí —miro hacia estos —pero el odio llega hasta aquí y diles que pronto saldré de la silla en la que me dejaron —miro los ojos de Max

—Estás equivocado

—Recuerda —sonrío —sé muchas cosas —añado y luego me alejo buscando con la mirada a Judith, cuando la encuentro nuestras miradas se cruzan, ya que ella miraba hacia nosotros y voy hacia ella, la cual conversaba animada con su padre, pero cuando llego hasta ellos ambos hacen silencio.




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