Dulce castigo

Capítulo 6: Los niños

Judith

La paciencia nunca ha sido mi fuerte y ver a Adrien moverse por mi apartamento mirando este no ayuda, muevo nerviosa mis manos mientras le observo, él no ha dicho nada y yo menos aunque la tensión podría cortarse con un cuchillo, vió a Max aquí, sabe que vine a verme con él y aunque este no me besó ni nada parecido siento que Adrien ya sabe algo, de otra forma, ¿por qué estaría aquí? ¿Acaso me siguió? Es todo bastante raro y lo veo sonreír mirando mis cosas. Me armo de valor y abro la boca.

—Sobre Max y yo, no es lo que piensas —me apresuro a decir y él entonces me mira alzando una ceja.

—No pensaba en nada hasta que has hablado —sonríe —la frase deja mucho que pensar —me tenso

—Solo somos buenos amigos, eso es todo —Adrien toma la rosa y la mira

—Se nota, si fuera tu pareja diría que sabría que prefieres otras rosas —la deja caer al suelo como si nada y mira mis ojos —así que dices que no es tu amante —niego con la cabeza —te creeré, confío en ti Judith, en que no me mientes —sonríe y su sonrisa parece tan falsa como sus palabras.

—No miento

—Bien, porque si fuera tu amante entonces no podríamos casarnos —mi ceño se frunce —el amor nos hace ciegos así que si estuvieras enamorada de alguien como Max creerías todas sus mentiras —sigo mirando sus ojos —y no podría estar casado con alguien que no pensara las cosas bien solo por estar enamorada —suelta con desprecio sin dejar de estudiarme con su intensa mirada.

—¿Me siguió? —hago la pregunta queriendo que cambie de tema

—Quería conocer donde vivías —mira todo —y me he dado cuenta de que la niña que conocí hace años ha desaparecido —aprieto mis dientes. —aquella Judith estoy seguro de que ni siquiera fuera amiga de alguien como Max.

—Han pasado muchos años —él asiente mirando mis ojos y los nervios aumentan mientras mi pulso se acelera, tantos años y aun su mirada me pone demasiado nerviosa.

—¿Le preguntaste a Max sobre su familia?

—No tengo por qué hacerlo —hablo rápido y él me mira —lo que tengas en contra de ellos o ellos contra ti no me interesa Adrien, me caso contigo para ayudar a mi padre y para que no te quiten a los niños, eso es todo, no estoy con ellos ni contigo —lo veo respirar hondo.

—¿Entonces no te interesa saber la verdad sobre todo? ¿Sobre la muerte de Lía? —aprieto mis dientes, aún no sé cómo es capaz de hablar como si nada sobre ella.

—Lía tuvo un accidente —me encojo de hombros —es doloroso, pero a veces las cosas son tan simples como eso —Adrien sonríe.

—Nos vemos en la casa futura esposa —mueve su silla de tal manera que aplasta con la rueda la rosa y luego solo sale del apartamento, llevo una mano a mi pecho tratando de tranquilizar mi corazón, definitivamente, no nací para mentir de esta forma.

Cansada camino hacia el baño necesitando una larga ducha, al menos ya acabé de acomodar mis cosas en el clóset y Adrien no ha insistido en la ridícula idea de dormir juntos, luego de quitarme toda la ropa entro a la ducha y abro esta, me quedo quieta durante largos segundos dejando que el agua caiga por mi cuerpo, deseando que se lleve el estrés y aunque siento el teléfono sonar no me muevo, pero un ruido hace que abra los ojos y cierre el agua, entonces solo escucho silencio, aun así sintiendo que alguien me observaba abro la puerta, intento alcanzar la toalla, pero no encuentro esta y bufo, ¿en serio la olvidé? Juraría que la había traído. Caminando despacio y con el cuerpo mojado salgo del baño, la habitación está completamente vacía, al parecer era idea mía y voy hacia el clóset, solo que me tenso al no ver ni una de mis prendas, estaban aquí ahora mismo.

—Los niños —susurro mirando que no me han dejado ni una ropa, ni una toalla y entonces escucho la puerta, pero justo al voltear hacia esta se abre.

—Judith necesito que —Adrien entra, sus ojos se abren como platos al verme y corro hacia la cama en un intento desesperado por cubrirme, solo que antes de poder tomar la sabana de esta resbalo en el suelo y caigo a este haciendo un gran estruendo, el golpe hace que el dolor invada todo mi cuerpo y que me impida moverme.

—Diablos —Adrien entonces toma la sabana de la cama e intenta taparme con ella, ya que ni siquiera puedo moverme por el golpe, pero su silla golpea contra la cama y en medio del nerviosismo él cae de ella, justo sobre mi cuerpo y lo único que agradezco es que la sabana esté entre ambos, cuando su mirada choca contra la mía ambos nos quedamos quietos y ahora lo que menos me preocupa es el dolor que siento en mi cuerpo.

—Mi ropa desapareció —susurro mirando sus ojos negros —Adrien

—Lo... lo lamento —él se mueve quedando a mi lado boca arriba, nunca lo había escuchado tartamudear y siento como mi corazón golpea fuerte mi pecho y no me muevo, solo sostengo fuerte la sabana contra mi cuerpo —juro que no vi nada —dice rápido sentándose —yo juro que —mira mis ojos y al notar que miente siento que mis mejillas arden, él rápido deja de mirarme —estoy seguro de que fueron los niños —golpea el suelo —la ropa no desaparece sola.

—Me duele todo el cuerpo —me quejo y me mira

—Lo siento, yo, maldita sea —acaba diciendo y lo veo intentar subirse a la silla, yo me siento en el suelo y me quejo de dolor al hacerlo, Adrien logra acomodarse en su silla y ambos nos quedamos mirándonos en silencio, la tensión sencillamente no me deja hablar y la vergüenza que siento menos.

—Necesitaré ropa —digo casi en un susurro y él entonces asiente

—Claro, yo —mueve su silla, la cual golpea varias veces intentando ir hacia la puerta y al menos sé que no soy la única que está nerviosa, sonrío, mi sonrisa se borra cuando él llega hasta la puerta y me mira. —No sabía que ibas a estar así —me señala —lo siento, llamaré la próxima —sale de la habitación de forma rápida y me dejo caer sentada en la cama para luego cubrir mi rostro con mis manos, en todos los años que nos conocemos jamás había pasado por tal vergüenza y fuimos muy buenos amigos por muchos años, incluso podría decir que fue mi primer amor, pero eso sería otro motivo de vergüenza ahora mismo, ya que nunca tuve el valor de decirlo en voz alta y cuando quise hacerlo él simplemente regresó casado, aunque eso es otra historia, bufo, todo es perfecto ahora, es mi segundo día en esta casa, los niños ya me odian y apenas han hablado conmigo, han robado mi ropa aunque estoy segura de que no será lo único que hagan para que mi estadía aquí sea muy mala y Adrien, Adrien ya me ha visto completamente desnuda.




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