Dulce Disposicion

07: El comienzo del fin

El comienzo del fin

 

El lunes después de ese domingo Mae no se presentó a clases, pero solo a unos pocos les importó. No me malinterpretes: todos se dieron cuenta. De ahí a que le hayan dado la importancia que, según pienso yo ahora, merecía... hay una gran diferencia. Puedo hasta nombrarte a quienes alteró esto: Coraline Miller, en primer lugar. Se había dado cuenta de que Mae estaba en la fiesta. Todos hablaban de eso. De que se había sentado a tomar con el grupo de idiotas más grande del pueblo, etcétera, etcétera. Así que puede ser que Mae y Cora no se hayan encontrado en el baño, pero la rubia sabía muy bien que su antigua amiga estaba en esa misma casa. Por otro lado, Kelsey no pudo evitar relacionar a la nueva alumna con el disparo. Tenía sentido. Ella también había tenido que irse, podía haber corrido hasta ese lugar y... ya sabes. Ideas. Esas en las que prefieres no pensar.

Y, oh, luego estaba Wren. Consciente de que el hecho de que Mae no se presente no significaba nada bueno. Él no podía recordar qué había pasado con exactitud cuando la ayudó a escapar de la casa de Fred, así que desde ese primer instante supo que tenía una razón para preocuparse.

Coraline, Kelsey y Wren tenían muy diferentes razones para pensar en una explicación que explicara la ausencia de Mae, pero puedo jurarte que fueron los únicos que pensaron, entre todos, que se trataba de una mala señal. Lo pudieron comprobar más que nada cuando se dieron cuenta de que los profesores de historia parecían preocupados, e incluso preguntaron a la clase si alguien sabía algo de Mae. No dijeron, ese lunes, que no había vuelto a casa, pero para las tres personas que ya comenzaban a sospechar esto fue decisivo.

Para estas tres personas ya estaba claro desde el lunes. El resto de los alumnos tuvimos que esperar al miércoles para recibir la noticia: Mae estaba oficialmente desaparecida.

El jueves, los padres de Mae ni siquiera se presentaron a dar clases. El señor Hale fue quien los sustituyó pero, claro, un profesor de matemáticas no puede hacer mucho con alumnos que acaban de volver de sus vacaciones, apenas entienden lo último que trabajaron en clases, y por si fuera poco se sienten extraños por la repentina desaparición de alguien que no estaba destinado a irse de nuevo. Suena raro, pero cuando una persona se fue pero termina por volver, existe el miedo a que quiera irse, y aún así nos parece imposible que así sea... hasta que se va.

Puede ser que este tipo de temas preocupe a las personas de un pueblo tranquilo. Un secuestro, un posible asesinato, la desaparición de una chica puede ser el quiebre perfecto para que la tranquilidad se esfume, los vecinos comiencen a verte con otros ojos y todo el mundo parezca culpable. Sin embargo para mí, Gunner Dexter, esta era la mejor excusa que había tenido en mi vida para cumplir la única meta que jamás me había visto capaz de cumplir: contar una historia a través de mis palabras. Claro, la enigmática alumna nueva que podría ser cliché pero adivina qué. Ahora ya no está.

No se ganó al capitán del equipo.

No se volvió popular.

Ni siquiera alcanzó a conseguirse una mala reputación.

Mae Sharyn llegó, hizo lo suyo y permaneció para siempre. Era enigmática. Nadie entendía cómo era posible esto. Era digno de una película de misterio. Incluso había quienes lo consideraban su primer aviso, o su mayor intento de llamar la atención. Se decía que había conseguido un bus de vuelta a Gunnhild, que se escondía en alguna parte del instituto o, lo que me pareció ya enfermizo, que pronto iba a ser encontrada atada a un árbol, muerta.

Lo dije desde el principio. Esa chica era una leyenda.

Ahora bien, escribir sobre Mae Sharyn puede ser complicado. Alguien de quien nadie sabe qué decir o si es seguro hablar genera mucha controversia. Tuve mis dudas antes de sentarme. Cuestiones sobre si era correcto contar lo que podía un simple adolescente llegar a resolver sobre el complicado rompecabezas que se había vuelto la desaparición de la nueva alumna.

Durante el segundo receso, el momento en el que la mayor parte de los alumnos de Gahnder se dirigen a lo que llaman Campus (sólo por ser un espacio verde detrás de la institución) para consumir las vitaminas que no saben que necesitan, yo pensaba en si tenía una buena razón al fin. Podía ser un capricho como los que solía tener, pero yo no lo sentía así. Me costaba mucho tener ideas. Llevaba tres años intentando crear algo lo suficientemente interesante como para no aburrirme a la tercera página, pero a lo único que había sido capaz de llegar, le pertenecía a Todos tenemos la palabra. Claro que en mi cabeza surgían ideas. También me inspiraba de mis sueños, de lo que sentía, pero no conseguía mantenerme inspirado.

Mae generaba tanta emoción en mí que podría escribir tres libros sobre ella, o al menos eso creía.

Pero en lo más profundo de mi mente tenía ese tipo de debates en los que te cuestionas si estás siendo un imbécil o, en la medida de lo posible, alguien no tan idiota. Mae estaba desaparecida en ese momento. O ni siquiera eso. Había ido a una fiesta hacia unos días, no volvió, pero podía llegar a hacerlo. También existía la posibilidad de que la hayan matado. O de que, como ya lo dije, haya escapado del pueblo. El caso es que ella era un misterio, uno que no estaba seguro de si me convenía querer entender.

Bien, puede ser que pienses que estaba haciendo un gran problema de algo simple. Escribir sobre una muchacha no es nada del otro mundo. Pero si mañana esa persona aparece muerta, ¿qué derecho tienes para hablar de su vida?



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En el texto hay: secuestro, romance, desaparición

Editado: 18.07.2021

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