La secuencia de errores que llevaron a dos amigos a discutir sin razón
Ya a estas alturas, Wren estaba harto de una serie de sucesos que se dieron a largo de esas semanas. De ver que las cosas estaban cambiando y fuera de su control. De no ser capaz, aún, de recordar nada que tuviera que ver con esa noche. Y, por sobre todas las cosas, harto de darle vueltas a lo mismo: esa bala. ¿Qué mierda hacía ahí? ¿Quién la había disparado? La verdad es que también no era tan difícil para el muchacho ir y revisar cuántas balas le quedaban a la pistola que tenía en casa. Sabía que antes estaba lleno, así que si le faltaba una...
Pero era demasiado para él. No se atrevía a comprobar nada.
Siendo sinceros, ¿qué iba a hacer si descubría que ya no estaba lleno? ¿Qué debía pensar? Por primera vez en mucho tiempo, sus principales preocupaciones habían pasado a segundo plano. Wren sentía que un montón de sombras lo perseguían constantemente, sin dejarle ver con claridad hacia dónde se dirigía. Y ya no podía seguir así.
No solo, al menos.
Por esta razón, ese día luego de limpiar el auditorio caminó hasta la casa de Coraline. No había nadie en ella. Era la que más lejos quedaba de la institución, pero Wren decidió ir caminando para darle tiempo a su amiga de llegar antes. Sin embargo, no contaba con que Cora no aparecería hasta más tarde.
Por lo que no le quedó más opción que sentarse a esperar, justo en la puerta de la casa, mientras se preguntaba cómo comenzaría a hablar con Coraline cuando la tuviera en frente.
La familia de la vocalista principal de la banda era un desastre. Hacia años arrestaron a su padre por maltrato, y desde entonces su madre sufrió las consecuencias. Depresión. Ansiedad. Tuvo que visitar un psicólogo durante una temporada, pero luego dejó de soportar los efectos secundarios de los antidepresivos que el mismo le recetaba, y dejó de ir. Dejó de medicarse. Pensó que podría salir de esa sola y, ¿quién soy yo para decirte si se equivocaba o no?
Todo eso dejó secuelas en Coraline también, no creas que no.
Las únicas personas que sabían esto de la joven eran Wren, Dorothea y Mae. Ni siquiera Kelsey era consciente de la historia que tenía detrás quien alguna vez fue su amiga. Y no porque faltara confianza entre ambas, sino porque Cora prefería que así fuera. Que alguien tan importante para ella no tuviera conocimiento sobre su lado más oscuro, sobre su punto más débil.
Por el contrario, Wren intentó estar allí, para ella, siempre que le fuera necesario.
Cuando la madre de Coraline tuvo una temporada en la que salía a beber y llegaba tardísimo a casa borracha, Wren la invitaba a dormir a su casa.
Cuando la madre de Coraline superó esa etapa y comenzó a salir con varios hombres a la vez, Wren la invitaba a hacer cosas para distraerla.
Cuando la madre de Coraline le gritaba cosas horribles a su hija, Wren la ayudaba a calmarse y la reconfortaba.
Esa era la relación que mantenían. Querían estar siempre para el otro.
Supongo que por eso Wren no tuvo tanto problema en esperar tres horas y media a que Coraline apareciera por su casa, cuando ya estaba anocheciendo y el joven se moría de hambre. No podía creerlo cuando la vio llegar. Se puso de pie, tambaleándose, y espero a que ella se acercara por su propia cuenta.
—¿Wren, qué haces aquí?—le preguntó.
Coraline esquivó a Wren y caminó hasta la entrada de su casa para abrir la puerta. Tras esto, volteó a verlo y le indicó que entrada.
—El tiempo está horrible, ¿qué mierda hacías afuera?
Él se quedó, de pie, inmóvil, poco dispuesto a entrar a la casa. Corría un viento bastante fresco, que sabía se pondría peor una vez que anocheciera del todo. Pero llevaba el suficiente tiempo sentado sin hacer nada como para que le importara en lo más mínimo empaparse.
—Llevas dos semanas esquivándome—soltó—. ¿Piensas decirme algún día qué mierda te hice para que me trataras así de repente?
Le dolió. Puedo asegurarte que a Coraline esto le dolió, pero sabía muy bien que a su amigo le dolía mil veces más su actitud a lo largo de esas últimas semanas, por lo que no podía reclamarle nada.
—Nada, Wren, no hiciste nada—le aseguró entonces—. Lo hablaremos si quieres, pero dentro. Hazme el favor.
El joven negó con la cabeza.
—¿Por qué no lo dices y ya está?
Coraline se acercó más a Wren para quedar cara a cara y poder enfrentarlo. La diferencia de estaturas entre ambos no era tanta. En realidad, él era tan solo un par de dedos más alto que ella, pero nada más. Y sentía que miraba a alguien que, si bien lucía como la persona que conocía hacía ya tres años, interiormente algo había cambiado. Algo importante.
—Tengo miedo, Wren—admitió ella al fin—. Tengo mucho miedo.
—¿Y crees que yo no?—le cuestionó él—. ¿Crees que no te necesito ahora conmigo, Coraline?
Ambos tenían lágrimas en los ojos. Al percatarse de esto, Wren correspondió a la insistencia de su amiga e ingresó a su casa, donde las luces estaban apagadas y todo estaba en silencio. Ella le siguió el paso, y comenzó a encender todas las luces. Lo normal era que pasaran el tiempo en la casa del muchacho, pero a pesar de ello se sabía muy bien dónde estaban las cosas en ese lugar. Por esta razón, se dirigió al sofá y se sentó a esperarla allí.