Una vez que está hecho, te toca entenderlo
—Necesito que te calmes—dijo Kelsey al teléfono—. Yo te lo explicaré todo, pero primero necesito que respires, Coraline.
En la estación de policías todo era un desastre. Lance volvió de Gunnhild con las dos patrullas que nosotros vimos llegar para buscar a Byron desde su casa. No es que tuvieran una orden para entrar, pero querían tener una para poder detenerlo. Para eso, solo bastaba que Fletcher hablara, y al parecer durante nuestro viaje, Jefferson había buscado contactarse con él.
Así que lo hicieron. Encerraron a Byron en una cárcel común porque, de repente, tenían pruebas que lo inculpaban. Pasó de ser nadie, a ser el principal sospechoso.
Todo esto mientras Wren y Coraline estaban allí, en la estación, presenciando el orden en el que las cosas comenzaron a darse. Solo que a ellos no quisieron explicarles nada. No tan repentinamente, al menos. Por lo que a Wren le tocó ver a su padre ser arrastrado sin saber qué es lo que había hecho. Pero claro, podía sospecharlo. Podía pensar en muchas cosas. En especial, porque sabía que tenía un arma en casa.
¿Cuántas opciones te da saber eso? ¿Qué tantas cosas podría haber hecho Byron teniendo un arma?
Estoy seguro de que la mente de Wren no podía dejarlo tranquilo. Eran muchas posibilidades, y ninguna buena para él.
Cuando el detective Jefferson se fue corriendo, quedaron con el recepcionista simpático que les dijo que quizás sería mejor que se quedaran allí hasta que volviera. Wren intentó negarse, alegando que ya habían pasado más tiempo del necesario allí encerrados, pero Cora dijo que no pasaba nada. Entonces arrastró a Wren fuera, y ahí le dijo:
—Acaba de suceder algo—y con estas simples palabras tenía la completa atención de su amigo—. No sé qué, pero alguien llamó a Jefferson.
—Sí, lo vi. El policía parecía bastante desesperado por hacerle llegar la llamada.
—No sé qué le dijo, pero habló sobre arrestar a alguien. ¿Crees que al fin encontraron a un culpable? ¿O algo?
Ambos se miraron en silencio por un tiempo. Ninguno tenía idea. Si arrestaban a alguien, podía ser algo bueno. Un cierre, al fin, a todo el tema de Madeleine. Porque esa persona, probablemente, sería culpable. Y, con muchísima suerte, quizás no la había herido. Todo podría volver de a poco a la normalidad. El miedo se iría. La pesadilla acabaría.
—Esperemos que sí, Cora—le respondió Wren, sin siquiera imaginarse que, un par de horas más tarde, presenciaría algo que jamás pensó que pasaría.
Estaban sentados en las mismas sillas de antes. Oyeron que, de a poco, las sirenas de la policía se acercaban al lugar, pero permanecieron inmóviles. Entonces, a través del vidrio, vieron que de la patrulla bajaban al padre de Wren. Byron Hale, con la cabeza gacha y las manos en la espalda, era llevado hasta la estación. Al instante, su hijo se puso de pie, sin entenderlo. Coraline lo siguió mientras querían salir, pero fueron arrastrados por una ola de policías que se encargaban del hombre, quien al ver a su hijo comenzó a resistirse.
—¿Papá?—gritaba Wren—. ¿Por qué lo llevan? ¿Qué hizo?
—Wren—decía su padre, una y otra vez, pero entre tanto ruido era difícil entender qué quería decir—. Wren, vuelve a casa. Tienes que quedarte a salvo. No te preocupes por mí.
Ambos se miraron. Uno sabiendo todo y el otro desconociéndolo por completo, de principio a fin. En realidad, el menor sintió un miedo inmenso dentro de sí. Lo único que le quedaba, otra vez, se lo estaban por quitar. Ya había perdido a su madre hacía unos años, y aunque no tenía una gran relación con su padre, era también lo último que tenía. ¿Qué haría sin él? Ya cumpliría la mayoría de edad, pero no se sentía ni la mitad de listo como para afrontarlo solo.
—No, papá, ¿qué sucede?—quería saber, empujando a las personas para llegar hasta el hombre.
Un policía se hizo cargo de Wren tomándolo para alejarlo de la escena, y Coraline se metió pidiendo que lo soltaran. No le hicieron ni un poco de caso, por lo que entró en un estado nervioso incontrolable, en el cual llamó a Kelsey para decirle lo que estaba sucediendo y que nadie quería explicarles nada.
—Vuelve a casa, ¿sí? A mi casa—le indicó Kelsey—. Y lleva a Wren. Nos sentaremos a hablar y les explicaré todo. Lo prometo. Pero quiero que se calmen.
—Está... está bien—respondió Coraline, y colgó la llamada.
Volvieron a la situación desastrosa. La ola de policías ya había conseguido llevarse al padre de Wren a un lugar aparte, dejándolos a ellos solos con cuatro o cinco de los hombres armados. Al final, una policía no tan simpática se les acercó para pedirles que se retiraran, que ya hablarán con ellos al día siguiente.
—No puedo—replicó Wren—. Es mi padre al que encerraron. ¿Por qué no me dicen qué sucede?
Con toda la paciencia del mundo, la policía miró al joven con cierta pena, como si de esa forma le pidiera perdón por tener el padre que le había tocado.
—Ve a casa y descansa un poco. Tu padre estará bien—le aseguró—. Es todo lo que puedo decirte.
Coraline tomó la mano de su amigo y lo llevó fuera de la estación, donde seguía haciendo frío aunque ya no llovía como antes. Wren estaba llorando, asustado de pies a cabeza, y quería regresar para entender qué sucedía. Sin embargo, Cora lo atrajo hacia sí y lo abrazó con fuerza.