Dulce Disposicion

22: El día que el mundo perdió el sentido

El día que el mundo perdió el sentido

 

Que el sábado llegara tan pronto tenía sin descuido a un desaliñado, perdido y triste Wren. Parecía que el tiempo transcurría y él se quedaba quieto sin hacer mucho. Todos lo veían en clases como se percibe a un fantasma, pero con el paso de los días dejaron de preocuparse por él y acudieron a cosas más importantes.

Ese día le tocaba hablar al fin con su padre. Llevaba tanto tiempo perdido que no tenía idea de qué mierda podía decirle. ¿Desde cuándo todo tomó ese rumbo? Un día estaban los dos sentados cenando en la mesita del comedor, compartiendo un tiempo en silencio, y al siguiente Byron Hale era el primer sospechoso de haberle hecho algo a Mae Sharyn. Se sabía demasiado poco como para poder hacer especulaciones. Wren lo único que quería era poder descansar, y suponía que hablando con la única persona que generaba su desvelo iba a conseguir un minuto de paz.

Nunca llegó a imaginar que no sería así.

Cinco minutos antes de la hora a la que lo citaron, el muchacho estaba sentado esperando justo en el mismo lugar en el que se había quedado con Coraline. Se sentía muy solo pero sabía que estaba rodeado de personas que, de una forma u otra, lo veían con pena. Todos ahí sabían quién era él y qué estaba sucediendo. Era diferente a lo que sentía durante las clases, cuando tan pocas personas estaban enteradas de lo de Byron.

Cabe aclarar que los padres de Mae fueron los primeros en enterarse, pero Wren lo supuso y no pudo asistir más a sus clases por el miedo que le generaba verlos a la cara. El joven sabía que él no era culpable, pero no tenía ni idea de si su padre, por el contrario, sí había hecho algo.

—¿Wren Hale?—preguntó de repente una voz, interrumpiendo los pensamientos del guitarrista. Se trataba de Lance Bryson—. Pasa, por favor.

Por un instante se miraron cara a cara, y el hombre no pudo evitar bajar la mirada. Lo acompañó hasta la puerta detrás de la que se encontraba su padre, ahora esposado y con una ropa diferente a la que llevaba la última vez que se vieron. Le permitieron bañarse y cambiarse, pero al no tener nada más que ofrecerle, no tuvo más remedio que usar finalmente la ropa de recluso. Wren tenía miedo de verlo así. Supo que sería como caer en la cuenta de que todo eso que estaba ocurriendo, era real, triste y cierto.

—Escucha—le advirtió Lance un segundo antes de permitirle a Wren ingresar. El pasillo en el que se encontraban no estaba del todo iluminado pero, por encima del hombre, el joven notó que el detective hacia una mueca—. Se supone que solo puedes estar unos minutos, pero tómate el tiempo que necesites. No hay problema con eso. Jefferson y yo estaremos observándote, así que cuando estés listo, solo tienes que levantarte e irte.

Le inquietó un poco saber que sería observado, pero asintió de todas maneras. Acto seguido, giró el pomo que lo separaba de su progenitor y entró a la sala. En realidad, era de un tamaño mediano. Las paredes eran blancas, a juego con el suelo. Una mesita redonda se encontraba justo a mitad de esa sala, mejor iluminada que el pasillo anterior. En un lado estaba sentado Byron Hale, el profesor de matemáticas del pueblo. Del otro lado no tardó en tomar asiento su hijo, Wren Hale. Estaban solos pero ambos sabían que eran observados. El mayor se veía desganado, casi como una fiel copia de su hijo, aunque lo disimulaba mucho mejor. Se irguió y mantuvo su postura mientras intentaba sonreír un poco, en busca de alivianar un ambiente imposible de ser ligero.

—Hola, Wren—habló con la voz más áspera del mundo—.¿Cómo estás?

El menor se sintió extrañado por toda la situación. Miraba a todos lados como si fuera incapaz de creer que eso estaba sucediendo. Sentía que había perdido a su padre, por más que él no le importara demasiado. Lo que de verdad le dolía era que estaba cansado de perder personas. No quería tener que volver a sentir esa desilusión jamás en la vida.

—¿Que cómo estoy?—replicó, entre molesto y perdido—. Papá, no entiendo nada.

El semblante de Byron Hale no titubeó, pero pareció generarle algo ver a su hijo en esa situación. Se lo notó preocupado al fin.

—Lo sé, yo tampoco—respondió, poniendo sus manos sobre la mesa—. Pero pase lo que pase, no voy a dejar que te quedes solo. Le prometí a Bea cuidarte, y eso haré.

—No nombres a mamá—pidió Wren.

Le costaba hablar de ella. Todavía sentía que se le rompía un poco más el corazón al oír su nombre. Y, a diferencia de cómo se mostraba durante la semana, Wren Hale volvía a verse como la persona más sensible del mundo frente a su padre, justo en esa pequeña salita en la que parecía resumirse todos sus problemas.

—Hijo—insistió su padre—. Yo no maté a Mae. Y lo sabes.

—¿Lo sé?—cuestionó el menor, mirando a los ojos a quien tenía en frente. A su mente vino el recuerdo de hace dos segundos, cuando le advirtieron que estaría siendo observado. Pensó en la posibilidad de que, solo por eso, su padre no fuera del todo sincero. Después de todo, no le convenía para nada admitir que era culpable de lo que estaba siendo acusado a esas alturas—. No estuve contigo en toda esa noche, pa.

—Pero te llevaste el coche—Byron se veía tranquilo, a diferencia de su hijo. Wren apenas podía contener las lágrimas. Lucía como si en cualquier instante fuera capaz de desfallecer—. ¿Dónde iría sin él? Sabes que apenas puedo con mi espalda.



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En el texto hay: secuestro, romance, desaparición

Editado: 18.07.2021

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