Sus ojos azules, su cuerpo curvilíneo y perfecto, sus piernas largas y delgadas, su cabellera rubia, sus delicadas manos y aquellos labios rojos anunciaban peligro.
Su mirada profunda, sus movimientos delicados, sus pasos sensuales y sus besos castigadores; eso y mucho más eran lo que me ataban a ella.
Sus ojos azules, misteriosos; sus palabras, hirientes; su mirada, engañosa; su cuerpo, embriagante y su roce, letal.
Estaba en un lago de sangre, anhelando a un solo beso de sus labios rojos para que me librasen de este dolor de no tenerla solo para mí. Necesitaba sentir el roce de su cuerpo aunque eso significase la muerte para mí.
Me encontraba atrapado entre sus redes. Su belleza física y aquel misterio que recorría sus venas me mantenían atado de manos a su lado, no podía separarme de ella, el solo pensarlo hacía que mi mente se empezase a consumir en un fuego lento y mortífero.
Ella era tan misteriosa y estaba dispuesto a todo; incluso a quemarme en su cuerpo, ahogarme en su olor para descubrir qué era lo que ocultaba tras esa belleza mortal.
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Editado: 13.09.2018