Dulce inocencia #2

Prólogo

No recordaba haberla visto, me cuesta creer que la tuve en mi vida desde los quince años de edad y ahora es que caigo en cuenta de ello. ¿Cómo no pude darme cuenta que era ella? Si sus ojos se funden en la mente de quien la mira. Su iris son de un tono limpio, de un azulejo tan hermoso y cristalino que parece el cielo mismo; su hermoso cabello lacio, tan largo y dorado resplandece, ondea a cada caminar y deslumbra a los individuos que deja atrás. Es hermosa. Tan bella e inocente. Tan educada y pura que no encaja en esta sociedad. Su corazón es tan noble que me hace sentir inmerecido.

Mirarla me arrebata el respiro.

Aun cuando su cuerpo me llama, cuando toda ella me cautiva... No puedo tenerla y lastimosamente se lo dejé en claro.

Su gesto se contorsionó, se desencajó y se llenó de un dolor flameante que me dejó descolocado. No pensé que se angustiara tanto por unas simples palabras. Lagrimas tras lagrimas se desprendieron de sus parpados, tornando sus hermosas facciones rojizas a causa del reciente llanto. Su aniñado físico quedó cabizbajo, resignándose, dándose cuenta que por más que quisiera yo no era para ella. Le causaría daño aunque lo evitara. Hay algo en su cuerpo, del cual se muy bien de que se trata, que clama mi nombre...

Y sé que si voy por ello, si me dejo caer en tan exquisita tentación no pararé hasta que de por sentado el daño ocasionado.

No siento como ella, no puedo palpar el frenesí de tenerla como compañera. Me cuesta percibir su olor. Se me dificulta estar a su lado sin ejercer algún impulso de los que siempre terminan dominándome.

Debería darme vergüenza que después de tantos años soy un fracaso en ese ámbito. Me siento dominado por la naturaleza que me conlleva. Estoy sometido a realizar lo que esta le plazca y aunque suene mal todo esto... Eso me encanta.

Siento que gracias a ello he perdido mucho, por poco mi familia me habla. Siquiera he podido tomar el puesto que mi padre me reclama con ansias. Lo único que me queda con exactitud es aquella persona que protejo con todas mis fuerzas, esa que conforme al tiempo más parecido tiene a mi o viceversa. Me causa gracia que mientras piensa que sus escapadas hacia aquel riachuelo son exitosas, yo estoy a lo lejos, montado en un árbol, viéndola como interactúa con él.

Ella sabe que si nuestros padres se enteran de su pérdida de inocencia con la persona que anteriormente causó daño, recibiría una reprimenda que provocaría un alejamiento seguro de su pareja.

Esto es como un reloj de arena. Todo su tiempo está culminando y aquellos secretos saldrán a la luz.

Mientras tanto estoy aquí, de una manera patética, vigilando que esa fémina no logre toparse con alguien que pueda quitarme el puesto... Algo que sencillamente, imposible es.




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