Dulce inocencia #2

Capítulo 4. Nueva etapa

Recuerden que sus comentarios y votos son el oxígeno para los escritores. Ustedes me incentivan. Si no les gusta algo, háganmelo saber, para eso estamos.

James:

Las circunstancias no han marchado bien y mucho menos para Amy, quien tiene que soportar la habladuría de Benjamin. Me mantengo a su lado, dándole apoyo moral y esperando con cautela que el ejerza un movimiento en falso hacia ella para literalmente, volarle la cabeza. Esto me enfada, a Amy la asquea y mis padres no piensan muy distinto a nosotros.

—Piénsenlo bien, así la unión de ambas manadas sería más fuerte —explica con aquel tono pastoso, repulsivo —tendríamos un bien en común —comenta, otorgándole una mirada lasciva a mi hermana.

Axell da un paso hacia él, con una mirada frívola, ennegrecida, dejando a ver que el poder que Benjamin posee no le llega ni a los talones. Su quijada está más que rígida, sus músculos tensos y el furor en su mirar se asemeja a una llamarada que no tiene intenciones de descender.

—Que sea la última vez que la observes de ese modo —masculla, reteniéndose. A los costados del alfa vecina a la nuestra, tiene a varios de sus guerreros que se mantienen expectantes a nuestras acciones —deja de espiar a mi hija —recalca lo último —no permitiré que ella cree una unión contigo —concluye. Exhala con resentimiento y se da media vuelta para alejarse de nosotros.

Amy no pierde el tiempo y sale corriendo con el ceño fruncido. Sé que la está pasando mal, y lo confirmo al sentir una pequeña punzada en mi pecho, en mi corazón. Seguro fue a refugiarse en mi hogar, es uno de los lugares que más le gusta estar porque dice que al ser mi casa nadie se atreve de siquiera husmear en ella.

Espero que el líder de nuestra manada vecina se vaya. Él me observa con furor, intentando retarme y provocar un lío en este instante. Me contengo, respiro profundo para no demostrarle que me puede hacer perder la cordura con tan solo un chasquido de dedos. Lo que hago es elevar las comisuras de mis labios en una pequeña, sínica y burlona sonrisa, lo que ocasiona que su pecho se infle para aguardar la cólera que lo domina.

Doy media vuelta y camino hacia la cabaña que hace tres años fue construida, esa que fue fabricada para que habitara en ese lugar...

Recuerdo que Elena estaba muy disgustada cuando decidí mudarme, irme y enfrentar mis problemas en las nuevas paredes que me contendrían, inclusive, llegó a llorar y abrazarme como si me fuera a ir de este continente para nunca regresar y volver a verla.

Para tomar la decisión de vivir en lo más profundo del bosque, tuve que conversar seriamente con Axell. Le comenté que quería tener mis propias experiencias en esa zona, además, no tenía por qué preocuparse porque a diario los vería y la distancia que nos separaría no sería mucha. El aceptó con la condición que les notificara cuando tuviera un problema o cuando el hambre intentara arrebatarme el respiro.

Luego de diez minutos corriendo a todo dar, llego a la casa, escuchando desde mi posición el latir agitado del corazón de mi hermana. Percibo como solloza y reprime las ganas de llorar con fuerza. Ejerzo una mueca mientras me adentro en la estancia principal, cierro la puerta a mis espaldas y deambulo con lentitud por uno de los pasillos para entrar al cuarto donde suele quedarse y verla ahí, hecha ovillos sobre la cómoda.

Parece una niña pequeña, un bebé.

Abre los parpados al escucharme entrar y capto como sus escleróticas yacen con una telaraña carmesí. Sus ojos retienen diversas lágrimas mientras opta por limpiarse con el dorso de su mano las que recorren por sus mejillas. Hace un mohín con sus labios al ver como la escaneo de arriba hacia abajo.

Doy unos cuantos pasos más hasta dar con la cama y sentarme a un lado de Amy. Suspiro y tomo un mechón de su extenso cabello azabache para acariciarlo, lo enrosco en mi dedo y así prosigo con otro más. Su piel se eriza al sentirse a gusto con el cariño que con suavidad le dejo. Ella se entretiene observándome, divisando hasta el aspecto más pequeño de mi semblante y es así como a los minutos detiene el llanto, solo quedan aquellos gimoteos del desconsuelo reciente.

—No aguanto más —dice con la voz rasposa. Dejo los mechones detrás de su oreja para apoyar mi espalda en el respaldar de la cama —siento que quiero decirles que mierda, sí, tengo a mi pareja. —Se sienta a mi lado y deja caer su cabeza en mi hombro —amo a Jacob, James —aclara de la nada. Suspira discontinuamente y toma mis dedos para juguetear con ellos —me molesta que piensen que no tengo un compañero y que por ello soy un juguete que pueden adquirir si así lo deciden. Maldito Benjamin —masculla.

>>Tenemos veinte años y por eso a ti no te andan buscando una mujer. Aunque tiene lógica, será para que la asfixies con una almohada si llega a molestarte —dice, mofándose de la carencia de sentimientos que cargo —aunque, tienes a la pobre Evelyn.

Me río levemente al oír eso último.

Esa chica es tan extraña. Aun cuando tiene dieciocho años de edad, sigue parecía una cría de trece. A estas alturas es para que pueda desenvolverse con el exterior, hablar con las personas y tener amistades; sin embargo, lo que hace es permanecer en silencio, con aquella mirada cristalina que demuestra cada sentimiento y emoción que siente.




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