Dulce inocencia #2

Capítulo 6. Tú me curas

James:

Me encorvo cuando la flecha impacta en mi hombro y penetra mi piel en su totalidad, es tanto así, que siento la punta de esta atravesar la zona afectada. Ahogo un gruñido ante el dolor que de un instante a otro abarca mi cuerpo. Me reincorporo, apretando los dientes con un furor escalofriante y tomo un extremo del material para extraerlo con suavidad, esto ocasiona que la sangre fluya más de lo normal.

Hago un ademan para salir corriendo y encontrar al desgraciado que me hizo esto y desquitar mi rabia con él; sin embargo, Aiden se me adelanta y se desplaza a toda velocidad mientras se guía por el olor de aquel extraño.

Observo a Evelyn quien es la primera que llama mi atención. Sus ojos están enrojecidos y no tienen las intenciones de cesar esas lágrimas que transitan por sus mejillas. Su piel se ha vuelto más pálida de lo normal y sus manos, tan pequeñas y frágiles, temblequean al posar su vista en la recién herida.

—Maldición —musita Amy, aproximándose hacia mí y examinando la herida —espero que cierre rápido.

— ¿sanará con rapidez? —cuestiona Evelyn involuntariamente y, es de la misma manera, como se acerca hacia mi he intenta palpar alrededor de la cortadura — ¿lo soportas? —pregunta en un hilo de voz, alzando la vista y dando con mis ojos.

La observo con intensidad, preguntándome qué es lo que ella se trae conmigo, por qué esa magnitud de pesadumbre por mi lesión y por qué no puede apaciguar esa inquietud de verme herido. Su mirar se engancha con mi atisbo y se mantiene ahí, estática, reteniendo el aire en sus pulmones. Exhala con lentitud he infla su pecho con un sentimiento desconocido.

—Estaré bien —digo en un tono bajo, pronunciándolo directamente para ella, porque espero que se calme y no se desmaye aquí mismo.

Evelyn parece despertar luego de unos segundos y sus mejillas se ruborizan a más no poder. La vergüenza que emite su cuerpo me cubre en su totalidad. Ella retrocede y noto como entra a la casa para regresar con el short puesto.

—con buenas fachas nos pillaron —comenta Briann.

Brianna y Amy entran a mi hogar y se visten ahí dentro. Al volver junto a Evy, mi hermana me tiende el pantalón y me lo coloco con apuro, haciendo una mueca en el proceso al sentir un pinchazo en la abertura. Abrocho el jean y gruño de frustración.

Siento tanta rabia aglomerada en mi pecho que solo quisiera drenarla de mi ser para poder respirar con alivio.

Desde mi posición, puedo oír como Aiden viene de regreso con el responsable del flechazo en sus manos. El individuo le exige que lo suelte, que lo deje ir. Dicha persona se haya asustada, con el corazón latiéndole a mil por segundo y con el pulso a poco de salir disparado. Su respiración es irregular y está a escasos minutos de venirse en un llanto torrencial.

De apoco, el cuerpo de ambos se hace más visible. Me cruzo de brazos y achico los ojos al ver a un hombre de unos cuarenta años aproximadamente con un cuerpo endeble. Su mirada denota confusión y extrañeza. Por lo que veo, no logra entender como mi primo lo sujeta con poca fuerza y él no tiene la firmeza para zafarse de su agarre.

Aiden y el llegan al inicio del porche, sin subir las escaleras de madera. El hombre me divisa y ahoga una exclamación.

—Tus ojos... —balbucea —están totalmente ne-negros —tartamudea con histerismo.

No puede ser que no sepa de nosotros.

Me carcajeo con cinismo y doy un paso hacia él, introduciendo mis manos en los bolsillos delanteros del pantalón. Lo detallo con morosidad, con burla de que se haya atrevido a meterse conmigo cuando no sabe lo que puedo hacer, lo que puede llegar a ocasionarle por el simple hecho de dañarme.

Las personas no temen adentrarse hasta este sitio del bosque por lo denso que es o lo tenebroso que resulta con aquella neblina aterradora, sino porque saben que aquí habito yo, alguien, que lastimosamente, no tiene la capacidad de sentir alguna clase de remordimiento o pesar al ejercer algún daño hacia ellos.

—Lo si-siento —farfulla el pobre hombre. Ve la zona donde incrustó la flecha y abre los ojos con impresión —ya no está —bisbisea —se cerró —emite sin aire.

Termino de aproximarme y lo tomo por la nuca, dejando que mi pulgar repose en la vena que tanto me llama, cuyo pálpito es relevante. Lo elevo lentamente y escucho como Evelyn jadea y disimula un chillido. Mi primo suelta el agarre y da un paso a su costado.

— ¿Qué haces por aquí? —cuestiono con aspereza y crudeza.

—Dis-discúlpeme yo... —intenta excusarse. Cambio la posición de mi agarre y ahora lo sujeto por el cuello. Siquiera estoy ejerciendo presión, porque, si fuera así ya hubiese fallecido por asfixia —yo solo...

—Si mientes será peor —le informa mi hermana, acercándose a mi lateral.

—no se de lo que habl...

— ¡responde! —vocifero en medio de un gruñido. Lo que esta ocasionando con su titubeo es que mi rabia logre incentivarse.

—Tenía que hacerlo —contesta al borde de lágrimas. Su corazón late con tanta rapidez y profundidad que ensordece mis oídos —no sabes lo que he sufrido en todo este tiempo —dice con pesar. Frunzo el ceño y lo bajo, aun sin soltar su cuello.




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