James:
La miro con extrañeza, con un sabor amargo en mi boca y sintiendo como, extrañamente, el lugar donde palpó hormiguea continuamente. Me ha dejado sin aire porque es inexplicable la cantidad de sensaciones que experimentó mi cuerpo con su tacto. Evelyn mantiene su boca entreabierta, mirándome con horror al no saber qué haré por haberme tocado sin mi consentimiento. Su pequeño cuerpo se estremece y noto como una vez más, su piel se eriza.
—Lo si-siento —tartamudea y se abraza para reconfortarse.
Frunzo el ceño al ver como sus ojos vuelven a empañarse. La rubia baja la cabeza para que no pueda apreciar la manera tan tonta en la que se desmorona. Hago una mueca con mis labios y decido darme media vuelta para desaparecer de su vistazo. Camino con rapidez, apretando y destensando mis puños. Ahogo un gruñido al percibir como el malestar va haciéndose paso y haciéndose sentir a todo su esplendor.
¡¿Qué mierda me sucede?!
El dolor que estalla es tanto que me tengo que detener a mitad del pasillo y sostenerme de mi regazo por el mareo tan intenso que me ha azotado. Aprieto mis labios y escucho como algunos individuos que transitaban por el sitio se han detenido para observarme con inquietud, algunos de ellos son conscientes del puesto que tengo al ser hijo de Axell y es por ello que en varias circunstancias cuando hago una simple mueca adolorida ellos se espantan como si de un infarto se tratara.
Tomo aire y vuelvo a estabilizarme. Observo a mí alrededor y ruedo los ojos antes de seguir mi camino. Con apuro intento salir de la universidad porque estoy seguro que el dolor no podré aguantarlo y terminaré gimiendo adoloridamente con el gentío a mi alrededor.
— ¿James? —la voz que menos necesito oír es la que se hace escuchar. Cierro los ojos para tener paciencia y me volteo para dar con la amiga de mi hermana — ¿te irás? —cuestiona como si estuviera ida. Achico mis ojos al ver como la palidez se ha adueñado de su semblante — ¿pu-puedo ir contigo?
—No —respondo con firmeza.
Intento darme la vuelta para alejarme pero al escuchar un suspiro tembloroso provenir de ella, me hace detener. La escaneo de arriba hacia abajo y me percato que no se encuentra en las mejores condiciones existentes, se ve débil y es algo que me había pasado desapercibido hace minutos.
—No me siento bien —comenta, casi cerrando los ojos.
Da un paso hacia mí y es de esa manera como pierde el control de su cuerpo y termina tropezando. La tengo que sujetar con una rapidez sobrenatural para que no se golpee bruscamente y se origine una lesión en su piel. La tomo del rostro cuando no procura enderezarse y alejarse de mí, maldigo en voz baja al ver como sus ojos yacen cerrados.
Se desmayó.
Maldigo entre dientes porque lo que anhelaba era alejarme de ella he ir con Axell en busca de respuestas ante mi lacerante estado y, lo que obtengo a cambio es que Evelyn se haya convertido en un obstáculo.
Acomodo mi agarre y tras un pequeño impulso la cargo en su totalidad para que se me permita caminar. Ajusto mi brazo bajo sus piernas y suspiro inevitablemente...
El dolor que estaba sintiendo hace menos de un minuto había sido un verdadero infierno, tanto así que me arrebataba el aire en el proceso. En mi vida había sentido mi piel erizarse a causa de un martirio semejante. Y desde luego, jamás imaginé que la cura de mi lamento fuera el tacto de esta chica. Estoy sin palabras. Mientras inicio el andar hacia mi hogar no puedo dejar de pensar en lo que está sucediendo, en la manera tan alucinante en que el suplicio terminó a penas la tomé para evitarle una fuerte caída.
Frunzo el ceño y acelero el paso hacia el interior del espeso bosque que reluce ante nosotros. La brisa, excesivamente friolenta y pura nos abraza. La extensa melena de la rubia ondea y desprende aquel olor a vainilla que siempre ha sido característico de su cabello. Inhalo profundamente porque el aroma me hace sentir gustoso y me hace olvidar por un segundo en la situación tan descabellada en la que me encuentro.
Escucho el latir de su corazón, que a diferencia de como se encuentra mayormente, esta vez se hace oír con serenidad, con una calma relajante. Por un instante observo el rostro de la amiga de mi hermana para ver si la palidez se ha desvanecido y ha vuelto aquel sonrojo disimulado de sus mejillas. Achico mis ojos al apreciar ese tono enrojecido en su piel y ver que sus labios ya no lucen con la misma blancura en las que estaban cuando la vi antes de que se desmayara.
Vuelvo a suspirar con pesadez, extrañado ante esta anomalía. No puedo evitar disfrutar la tranquilidad en la que yace mi cuerpo luego de tantas horas de tormento. A parte, (aunque no quiera resaltarlo) es imposible que no me percate del continuo cosquilleo que me recorre en la parte de mi cuerpo que hace contacto con la piel de Evelyn. Es una sensación inusitada que causa una clase de bienestar en mi sistema.
Luego de unos ocho minuto llego a la casa. Tengo que ingeniármelas para abrir la puerta con la chica entre mis brazos. Cierro al entrar e inmediatamente dejo a la fémina sobre el mueble de dos piezas.
A penas la dejo reposar en aquel sitio, me vuelvo concienzudo ante algún indicio de dolor que quiera aglomerarse nuevamente en mi ser. Siento una pequeña inquietud en mi pecho, como si algo estuviera quejándose y luego, cuando ya estoy esperando que otra ráfaga de malestar me reprenda, todo cesa y la normalidad es la que queda. Bufo con alivio y retrocedo dos pasos, sin quitarle la vista a Evelyn como si ella fuera un bicho raro. Paso las manos por mi cabello con frustración, porque este inconveniente tiene que acabar, ya no lo aguanto más. Intento alejarme un poco más con la intención de irme a la cocina y buscar algo que tomar, pero, a medida que voy alejándome esa inquietud en mi pecho vuelve.
—maldición —musito obstinado.
Decido sentarme en el mueble que se localiza en frente del de dos piezas para que el dolor deje de joderme. Recuesto la nuca en el respaldar y cierro los ojos para dormitar hasta que Evelyn se despierte y pueda volver a su casa. No quiero desaprovechar el único momento desde hace días en el que ninguna clase de inquietud impidiera que descansara como debía.
Inevitablemente, el cansancio, lo mal que he dormido todos estos días cobran factura y es por ello que el sueño me arropa, haciéndome quedar en la inconsciencia. Es tanto el agotamiento que traía, que mi mente se mantuvo en negro, sin alguna clase de pensamiento que interrumpiera este reposo pequeño.