Dulce inocencia #2

Capítulo 10. Instintivo

James:

La visita de mi padre se alargó un poco más al tener que explicarme diversos asuntos que conllevan ser un licántropo. Muchas de las cosas que me informaba ya las conocía; no obstante, anteriormente no les daba la misma importancia porque pensaba que era innecesario entender múltiples temas que nunca utilizaría. Ahora todo cambió y es algo que no he podido digerir por completo. En ciertos momentos me quedo observando cualquier material por minutos ya que mi mente no se cansa de delirar.

Se supone que tengo que ir a la universidad y aun así, aquí estoy, divisando el techo de mi habitación mientras percibo como mis encías cosquillean. Ya no siento dolor, me encuentro con aquella normalidad que hace tiempo no experimentaba. La problemático mermó al convertirme en lo que hace años tuvo que suceder. Mi cabeza está vuelta un caos, el vaivén de pensamientos es tanto que no puedo analizar una cuestión por completo cuando ya llega otra interrogante.

Tampoco puedo dejar a un lado el hecho de que tengo una compañera, una persona que está atada a mí con un lazo que en esta forma no percibo. Rememoro la manera en que me sentí ayer, tan aglomerado de sensaciones, de emociones que nunca había notado. Me sentí endeble y frunzo el ceño al llegar a la conclusión de que, cada vez que sea un lobo sentiré de ese modo tan inquietante. El agobio me abarca al suponer que mi estabilidad a la hora de estar en mi otra forma dependerá de esa niña.

Tampoco siento la necesidad de decirle a la rubia lo que descubrí. ¿Debería hacerlo? ¿Qué cambiaría entre nosotros?

Suspiro al imaginarme sus ojos cristalizados y su labio inferior tiritando al enterarse de que soy su pareja destinada y yo no lo quiero. No puedo alterar como van las cosas, Brianna sigue en mi vida y tengo muchos planes que llevar a cabo con ella.

Suelto una pequeña risilla y me levanto para alistarme e ir a la universidad.

Luego de una hora llego a tiempo para ver las últimas dos clases las cuales comparto con Evelyn. Toco la puerta antes de entrar aun cuando puedo adentrarme al salón sin recibir una reprimenda por la tardanza ya que el profesor está en la manada y sabe el puesto que ocuparé. El docente me permite la entrada y tras escucharla me introduzco al salón. La mayoría de los estudiantes me atisban mientras busco algún puesto vacante.

Observo a los individuos presentes y doy con la chica que tiene el cabello rubio junto a mechones más oscuros. Hago una mueca al percibir a duras penas como algo se remueve en mi pecho y un pequeño deje de ansiedad me hace entender que la otra parte de mi ADN me sigue a cada paso que doy. Me extraña verla sentada al fondo del salón, específicamente en una de las esquinas. Antes de sentarme en uno de los puestos del medio, noto como no se atreve a divisarme y soba el lugar donde supongo que fue inyectada el día de ayer.

Siento un pinchazo en mi tórax cuando dejo de ojearla. Exhalo con frustración y me remuevo en mi puesto con incomodidad. Un escalofrío me recorre y me percato que cada vello de mi cuerpo se eriza. Maldición. Es insólito pensar que ayer olí el mejor aroma de mi vida el cual provenía de ella y ahora no hay nada, lo que llega a mi olfato es el olor de todos en esta estancia.

Procuro dejar mis pensamientos a un lado y concentrarme en lo que explica el profesor con tanto éxtasis. Maldigo entre dientes cuando no logro sosegarme. Existe ese impulso bajo mi piel de fijarse en lo que ella hace, en como esta y preguntarle la razón de esos diminutos puntos en la piel de su brazo. El transcurso de la clase se basa en los pensamientos que no dejan de atormentarme y aquella ansiedad que, aunque es pequeña, está ahí y no estoy acostumbrado a percibir.

Cuando las horas con esta asignatura concluyen, soy uno de los primeros en levantarme y salir del aula. Camino con celeridad hacia la cancha de futbol americano para sentarme en una de las gradas y permitir que la fresca brise logre relajarme. Cierro mis parpados y me calmo con la tranquilidad del lugar.

—me intriga el por qué casi que corriste hasta aquí, hermanito. —Suspiro al escuchar a Amy —estaba a punto de llamarte cuando me pasaste por un costado y ni me viste.

No le respondo porque no quiero que se altere al saber la razón de mis actos. Presiento que gritará como una desquiciada al enterarse de todo.

—ayer por la noche me sentí un poco extraña. Me sentí muy ansiosa, casi desesperada mientras leía un libro —comenta —así que supuse que venía de la conexión que tenemos, mi pregunta es... ¿Por qué? —Cuestiona curiosa —me intriga porque mayormente eres tu quien percibe lo que siento ya que tu careces de emociones.

>> ¿Estás bien? —Pregunta con preocupación —te ves agotado. —Su voz suena débil y temerosa — ¿el dolor no ha parado? Me cae mal la perra de Brianna pero por ti puedo preguntarle si ha sentido algo similar para que te ayude.

—El dolor se acabó —aclaro, abriendo los parpados y observándola. Amy deja de acariciar su coleta al oírme —no me siento mal.

—oh... ¿y entonces? —interroga, anhelando que le explique con lujo y detalle lo que me sucede.

—luego te digo. —Dejo de verla para posar mi vista en el gran campo deportivo donde se hallan practicando escasos jugadores.




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