Dulce inocencia #2

Capítulo 14. El lazo no importa

James:

Me siento desbocado al alejarme a duras penas de su cuerpo. Mi pecho sube y baja con frenesí mientras siento una oleada de energía recorrerme completamente. Cierro los ojos y me mantengo unos segundos deleitándome con lo que hace segundos acabo de degustar. Fue tan exquisito, tan refrescante. Siento que esta será mi nueva adicción porque, apenas abro mis parpados, me abalanzo hacia las rejas con la intención de tomar el brazo de ella.

El contacto de la plata contra mi cuerpo me reprende, me hace retener un quejido porque la piel escuece inmediatamente. Me alejo con rapidez, entendiendo lo inconsciente que fui al ejecutar aquella acción. Inhalo y exhalo con brusquedad, importándome poco la forma asustadiza en la que Evelyn se encuentra, tuvo que saltar hacia atrás para evitar que la tomara. Tomo mi cabeza entre mis mano y jalo diversos mechones de mi cabello porque la desesperación de seguir consumiendo aquel néctar es insoportable. Jadeo y gruño, obligándome a guardar la calma. Me volteo, dándole la espalda a la rubia para sosegar mi precipitada respiración y luego de un rato, logro con mi cometido.

Enloqueceré.

¿Cómo no pude pensarlo antes? Si al estar en mi forma lobuna soy atraído hacia ella gracias a su alucinante aroma, tenía que haber alguna cosa que me atara a su lado siendo vampiro y es ahora que caigo en cuenta de que aquella curiosidad y ansiedad de probar su sangre desde que la conozco es por esto, por el lazo que nos une. Maldición. Tomo un suspiro, ya encontrada mi calma por completo. Visualizo la palma de mis manos y noto como ya han sanado.

— ¿Ja-james? —me llama con la voz temblorosa.

La puerta de la estancia se abre bruscamente, haciendo resonar el pomo contra la pared. No volteo porque sé que se trata del abuelo de Evelyn y realmente no me importa lo que tenga que decirme. Escucho como la respiración de su nieta se acelera y luego una bofetada ensordece la habitación. Dejo de darles la espalda casi de inmediato al oír tal golpe.

— ¡¿eres estúpida?! ¡¿Por qué permitiste que consumiera de ti?! —brama con furia, ocasionando que su frente de enrojezca y las venas de su cuello se broten — ¡siquiera sé qué haces aquí! —exclama a centímetros de su rostro. Los ojos de ella se tiñen de rojizo y se acumulan de lágrimas mientras su frágil cuerpo temblequea ante el brusco regaño de su familiar.

Esto no me importaría, de lo contrario, me divertiría ver como se deja insultar por él; sin embargo, esa otra parte de mí se encoleriza, le hierve la sangre ver el trato tan dañino que le da. Vuelvo mis manos unos puños porque no sé qué hacer, porque dentro de mi hay una batalla interna de la cual no puedo entrometerme.

— ¡puede convertirte si así lo desea! —Continua gritándole — ¡vete de aquí! —abronca con la pérdida total de su paciencia.

Evelyn sorbe por su nariz y traga saliva como si intentara recobrar algo de valentía. Alza su rostro y lo observa directamente, sin importarle que se vea débil y vulnerable por las lágrimas en su tez.

—No me iré —sentencia decidida. Alzo mis cejas cuando me observa y en ese momento se vuelve más endeble —por favor, déjalo ir. —Trago saliva porque me disgusta aquella inquietud que siento en mi pecho al verla de ese modo tan acabado —puedes experimentar con otros, pero Robert, por favor. —Vuelve a divisarlo.

— ¿pero qué mierda te sucede? —cuestiona desconcertado por lo que le pide su nieta. El anciano me atisba y frunce el ceño hasta que hace un gesto de sorpresa — acaso... ¿son algo? —Se carcajea cínicamente ante su idea. No lo niego porque si se deja convencer por lo que le dice la rubia, puedo salir de aquí —ahora todo tiene sentido. —Sujeta la quijada de Evelyn y la oprime con crudeza, lastimándola — ¿creíste que eso me importaría? ¡Él es hibrido! No lo dejaría ir. —Desciende su vistazo y al dar con el brazo de ella, lo agarra repentinamente, como si algo le hubiese impactado — ¿Qué? —musita para él.

Oteo su brazo hasta que doy con lo que Robert examina estupefacto. Me sorprendo cuando veo su muñeca, el lugar específico donde la mordí, donde me dejé caer por tan divina tentación. Ahí yace la evidencia de mis actos, se ubican los dos agujeros donde la mordí sin remordimiento. Lo que me impacta es que se haya cicatrizado, como si jamás la hubiese herido, se asemeja a una marca de nacimiento donde relucen dos pequeños círculos en su blanquecina piel. ¿Se quedará así para siempre? hasta Evelyn esta pasmada por lo que vemos.

—Son compañeros... —declara más para el que para nosotros —esto solo sucede cuando lo son —explica boquiabierto, soltando el brazo de su nieta con pasmo.

Arrugo el entrecejo porque ni yo sabía ese dato.

—Ya se me hacía extraño que lloraras de esa manera tan desarmante cuando lo viste inconsciente —se dirige hacia ella —es increíble que...

Su voz es interrumpida por el sonido que estalla en algún sitio y ya que la puerta está abierta y aquel campo que nos mantiene alejados de lo que sucede no está, deduzco que si estamos en la casa de Evelyn, solo que este piso está bajo tierra. Robert da un respingo, se asusta evidentemente y al verme, se enfurece al notar la sonrisa ladeada plasmada en mis labios.




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