Dulce inocencia #2

Capítulo 21. La época

James:

Ver a Amy con la pierna bañada en sangre logra alarmarme; sin embargo, cuando procuro acercarme mis encías cosquillean cuando mis colmillos se alargan. Mis ojos arden levemente y sé que se han vuelto renegridos al ver tanta sustancia anhelada por mi sistema. El impulso de saltar sobre ella y consumir de aquel líquido intenta doblegarme pero logro calmarme al mentalizarme que es mi hermana, que no puedo dañarla.

—Maldición —espeta al verme mientras se sujeta la pierna con fuerza —no sé si fue buena idea venir para acá. —Con molestia, se limpia las lágrimas de sus mejillas con su antebrazo derecho —la herida ya está cerrando —indica, inhalando profundamente para sosegarse y detener el llanto que estaba transcurriendo.

— ¿Cómo te hiciste esto? —cuestiono con un deje de angustia. Maldigo en voz baja porque quiero ayudarla para siento que no sería una buena idea — ¿Quién te lastimó? —interrogo en un tono ronco, llenándome de cólera al imaginarme que alguien pudo atreverse a dañarla.

—joder, al fin —masculla, notando que la ranura en su pierna ya se ha sellado —déjame limpiarme la sangre y te explico —anuncia, levantándose y dirigiéndose al baño de la casa.

Exhalo pesadamente y me encamino hacia uno de los muebles individuales para sentarme. Tengo que cerrar los ojos y apoyar la nuca del respaldar del asiento para tranquilizarme y lograr que mis colmillos junto al color de mi iris vuelvan a la normalidad. Me fui rápido de la casa de Evelyn porque las ganas que tenia de abalanzarme sobre ella y encajar los colmillos en su piel no eran muy controlables, y ahora que estoy donde pensaba relajarme, casi vuelvo a caer en esa tentación.

Luego de unos cuantos minutos, Amy regresa a la sala de estar y se sienta en uno de los muebles. Abro mis párpados y diviso como sujeta su extenso cabello y se lo amarra con la coleta que tenía en su muñeca izquierda.

—vine para acá porque mis padres fueron a una reunión en la manada de Benjamin —aclara, haciéndome fruncir el ceño —sabes que usualmente se realizan reuniones en las manadas cercanas para conversar acerca de lo que sucede a nuestros alrededores y creo que cuando esté pautada la fecha de esa reunión, tendrás que ir con Evelyn, ya que es tu compañera.

—No lo creo —respondo con desdén, desagradándome la idea —siempre me ha parecido estúpida esa tradición.

—lo sé, a mí también pero es lo que se ha hecho desde hace muchos años atrás. —Realiza una mueca y vuelve a soltar una densa exhalación —iba a intentar dormir pero cuando estaba intentando ponerme la pijama, alguien lanzó una flecha y se incrustó justamente en mi pierna.

— ¿Qué?

—yo tampoco entiendo, todo iba normal. Estaba de espaldas a la ventana de mi dormitorio así que cuando escuché el sonido de la flecha acercándose me volteé pero no me dio tiempo de esquivarla.

— ¿no intentaste notar quien era el responsable? —pregunto con molestia.

—no percibí algún aroma que me indicara quien era esa persona y cuando salí de la casa, parecía como si nunca hubiese estado alguien cerca de nuestro hogar —manifiesta confundida, arrugando su entrecejo —luego corrí hasta aquí, sé que si mis padres me hubiesen encontrado en estas circunstancias, no descansarían hasta dar con el culpable.

—anterior a este inconveniente, ¿no has pasado por otras situaciones extrañas? —cuestiono porque todo esto me está dando mala espina.

Amy se remueve en su asiento y escucho como su corazón se agita con nerviosismo.

— ¿Qué sucede? Cualquier cosa que esté sucediendo, tienes que decírmelo.

—hace dos días recibí un mensaje de texto que me dejó confundida, no le presté mucha atención porque podía tratarse de una broma o algo parecido —comenta con cautela, analizando mi reacción.

— ¿Qué decía?

—Por uno pagan todos —contesta con inquietud —intenté llamar a ese número pero no salía disponible.

Aprieto mi mandíbula y mi cuerpo se tensa por completo al oírla. Me levanto con estrés y me dirijo hacia la cocina para buscar un vaso y llenarlo con agua. Por mi mente aparecen tantas suposiciones que me hacen caer un pozo de amargura. Mi hermana se aproxima a la estancia y me observa con preocupación mientras bebo el líquido del recipiente.

— ¿estás bien? —cuestiona con cariño.

—Si —emito, dejando el vaso en la encimera de la cocina —si llegas a recibir otro mensaje como ese, no dudes en decírmelo —le instruyo.

—Claro —respondo en un tono bajo.

Siento que un remolino de problemas se está aproximando a nosotros.

(...)

La afamada época llegó, tomándome desprevenidamente, arrebatándome el aire porque no pensé que sería de esta manera. Supuse que al poseer más ADN de vampiro ocasionaría que no perdiera la cordura en estas fechas, pero en realidad, estaba muy equivocado. Gracias a estas circunstancias, la universidad terminó las clases hasta nuevo para que pudiéramos pasar este agridulce sentimiento a solas y es por ello que la mayoría de los hombres que han encontrado a sus compañeras, están padeciendo de estos síntomas como más cómodo les parezca.




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