Dulce inocencia #2

Capítulo 29. Cayendo en la época

James:

La imagen que proyectan mis ojos me deja atónito, sin palabras y es que, en ningún momento pensé que el porcentaje de ADN que mi hermana tiene en su sangre podía incrementarse hasta llegar al punto de enloquecer como la ha hecho hoy. La rubia se pega a mi costado, aterrada y con la respiración descolocada cuando Amy alza su cabeza y sus ennegrecidos ojos quedan a la vista.

— ¿Amy? —la llamo cuando se levanta con lentitud y se nos queda observando como si hubiese perdido la cabeza.

Ella se limita a ladear su rostro mientras su vista recae en Evelyn y su pecho comienza a subir y a bajar irregularmente. Todo pasa en cámara lenta cuando mi hermana arremete contra la rubia y antes de que cumpla con su misión, coloco a mi compañera tras mi espalda, protegiéndola de las intensas ganas que Amy tiene de consumir sangre humana. Su amiga grita detrás de mí, pavorosa, temblando y soltando pequeños sollozos por el susto recibido.

Me acerco a mi hermana y la tomo por sus hombros, sosteniéndola porque ha perdido el control de sus acciones. Me observa con molestia, intentando zafarse de mi agarre para poder intentar arremeter con la única humana presente. Tengo que zarandearla porque necesito que reaccione. Prontamente, parpadea consecutivamente y es ahí donde sus colmillos van volviendo a la normalidad y la esclerótica vuelve a ser blanquecina.

Abro mis labios para hablar al ver que ha vuelto a ser ella y justo en ese momento, se escapa de mi agarre con severa culpabilidad y sale corriendo, perdiéndose de nuestra vista. Frunzo el entrecejo y me mantengo analizando lo que acaba de suceder. Maldigo en voz baja porque no quiero que ella pase siquiera un poco por lo que yo transcurrí cuando aquella hambre me atacaba vorazmente.

— ¿Qué le sucedió? —cuestiona la rubia en un tono bajo —pensé que solo era licántropo.

Aterrizo de mis ensoñaciones y me volteo para observarla. Todavía luce temerosa mientras observa hacia nuestros alrededores, asegurándose de que su amiga no aparecerá para lastimarla.

—Pensaba lo mismo —me limito a decir, observándola con fijeza, dándome cuenta que realmente no quiere ni observarme.

Me encamino hacia el frente de mi hogar para poder entrar por la puerta principal. Escucho los pasos apresurados de Evelyn en un intento de llegar a mi costado, esfuerzo que es en vano porque cada pisada mía es como dos de ella. Ambos entramos a la sala de la casa y la rubia se encarga de cerrar la puerta.

—Iré a bañarme —anuncio, encaminándome hacia el pasillo.

— ¿puedo cocinar algo? —cuestiona y justo en ese instante, escucho su estómago sonar por el hambre que contiene.

—Si —respondo algo áspero y no porque ella me este molestando, ese tono de voz sale de mis cuerdas vocales inconscientemente y ocasiona que ella quede cabizbaja.

Me dirijo hacia el sanitario y al entrar, mi cabeza no deja de pensar en lo que acaba de suceder con mi hermana. Pudo haberse visto mal el hecho de que no la seguí cando se fue casi que derrumbada; no obstante, la conozco y sé que en ese preciso momento ella quería estar a solas para consolarse y aliviar el vaivén de sus pensamientos. Mañana a primera hora iré a verla para decirle como puede sobrellevar la locura por la que está pasando.

Me desvisto y entro a la regadera, apenas el agua hace contacto con mi cabeza, se forma un vapor por lo caliente de mi cuerpo y la baja temperatura del agua. Me relajo inmediatamente y percibo como mis músculos se destensan. Dejo salir una exhalación cuando mi intimidad se adormece y deja de fastidiarme por lo que le provoca esta época. Prosigo a enjabonarme y luego a retirarme el jabón. Una vez listo, tomo una toalla y me seco.

Desde mi lugar puedo escuchar como la rubia tararea una canción en un hilo de voz y su corazón palpita a una gran velocidad, como si no necesitara tenerme tan aproximado para comenzar a latir con desenfreno. Cierro mis parpados unos segundos mientras me deleito por el exquisito aroma que proviene de ella, casi jadeo por lo fascinante que huele y las miles de sensaciones que se aglomeran en mi cuerpo cuando su esencia llega a mí.

Salgo del baño y me dirijo a mi habitación para vestirme. Dejo el paño guindando en el perchero y busco en mi armario un bóxer para colocármelo, me enfundo en un pantalón holgado de algodón y decido quedarme sin camiseta porque me siento acalorado. Me retiro de mi cuarto y me encamino hacia la cocina.

Veo a Evelyn colocar una olla con agua sobre una de las hornillas de la cocina. Me quedo parado a unos cuantos pasos detrás de ella y me mantengo viéndola, analizando que realmente me disgusta que este enfadada conmigo. A medida que mis ojos se van deslizando por su hermoso cuerpo, unas ganas desmedidas de probar sus labios me dejan con la boca seca. Muerdo mi labio inferior y me abofeteo mentalmente por haberla tratado con tanta brusquedad anteriormente.

Me acerco con lentitud y sigilo a su cuerpo, sonriendo lentamente al ver que esta tan sumidad es sus ensoñaciones que no se ha dado cuenta de mi cercanía. Coloco mis manos en su cintura y rodeo su abdomen con mis brazos, haciendo que quede totalmente pegada a mí. Evelyn se sobresalta, suelta un chillido ante mi repentino movimiento y se remueve entre mis brazos cuando la oprimo un poco más a mi cuerpo.

Disfruto tenerla de esta manera, adherida a mí aunque realmente quisiera que la prenda superior que posee no la tuviera para sentir su tersa piel contra la mía. Me encorvo un poco para poder aproximar mi rostro hacia su cuello y percibir su aroma con más intensidad. La rubia se retuerce un poco cuando siente la punta de mi nariz deslizarse por su piel, de arriba hacia abajo, elevando cada vello de su piel con facilidad. Cierro mis ojos y entreabro mis labios para soltar un suspiro deseoso de más.




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