James:
Si llegué a pensar que la época del celo me tomó desprevenido cuando llegó, el hecho de que se fuera ha sido peor, más sofocante y doloroso. Aquella mañana que desperté al lado de la rubia todo estaba normal. Recuerdo que ella se fue al medio día, hice unas cosas en la manada y dormí al atardecer; sin embargo, cuando desperté, sentí como un balde de agua helada cayó sobre mí. Mi estabilidad se tambaleó, me descoloqué y no pude sobrellevarlo... Se me fue imposible.
Incluso, por un momento no pude respirar, sentí que el oxígeno no me llenaba. En mi pecho se acentuó un vacío aterrador, más grande que el que sentía antes de que llegara la época del celo. Mis emociones se me fueron arrebatadas, el hueco que percibía en mi corazón me estaba haciendo delirar y no podía controlarme, todo daba vueltas a mí alrededor.
Una de las cosas de las cuales sentí su ausencia fue el aroma de Evelyn, aquella magnética y exquisita fragancia que notaba a cada segundo desapareció como si nunca hubiese estado, eso provocó una sensación de miedo porque no podía saber del estado de la rubia, no la percibía, no la sentía cerca de mí y jamás pensé que eso me haría tanta falta. Pude sentir a mi lobo quejarse en mi interior por lo que acababa de perder. Además, esa cuerda invisible que ata mi corazón con el de ella dejó de tener tanta fuerza, lo sentía muy débil y eso me disgusta porque ya estaba acostumbrándome a sentirlo ahí.
Sí, me culpo de haber desaparecido de la vida de Evelyn por estos tres días pero, ¿Cómo aparecía si no podía controlarme?
Durante la época del celo la licantropía me manejaba y aun así algunas veces perdía la compostura por las ansias de sangre que me sometían. Ahora, que mi porcentaje vampírico llegó como antes, todo incrementó y por poco no fui corriendo hacia donde la rubia para acabar con su vida solo por el hecho de querer saciar mi hambre. Temí no poder controlarme y lastimarla, esa es una de las razones por las cuales decidí yacer en mi casa, siquiera permitía visitas porque no quería que vieran mi trágico estado.
Las ganas y anhelo que sentía por tocar a la rubia solo por el hecho de querer volver a percibir algo en mi pecho, hizo que me convirtiera en lobo frecuentemente y corriera con todo lo que podía en las madrugadas hacia su casa. Simplemente llegaba a su vivienda y me acercaba a la ventana de su habitación para verla descansar amenamente. Olerla de nuevo cuando me transformaba y sentir ese lazo más fuerte que nunca me hacía tranquilizar; luego es que regresaba a mi morada y al estar más relajado, volvía a convertirme en una persona normal.
El segundo día fue que entendí que a pesar de los severos cambios que estaba atravesando, hay una sola cosa que no podía modificar y es aquel cosquilleo junto a una agradable presión que siento en mi corazón cuando pienso en ella, la veo y sueño con besarla.
Esa increíble sensación que se ha ido desarrollando desde hace tiempo es lo que permitió que no terminara de enloquecer y no cediera ante la tentación de calmar mi hambre con ella rudamente.
Justamente hoy amanecí más calmado y lo agradezco porque es su cumpleaños. Gracias al buen humor con el que desperté, organicé una pequeña reunión sorpresa para mi compañera. Sabía que la pasaría mal en la cena con sus padres y que probablemente aguantaría las ganas de llorar hasta que ellos se fueran, es por ello que lo hice, quería hacerla sonreír antes de que durmiera. Me alegra haberle organizado esto porque no deja de mostrar una genuina sonrisa mientras los demás la abrazan, felicitándola.
—Pensé que no se habían acordado —dice la rubia en voz baja mientras Elaine la abraza con fuerza.
— ¿Cómo crees? Jamás lo olvidaríamos, solo que estábamos ocupados comprando todo.
—Gracias —musita ella con cierto apeno.
Me dirijo a la cocina con un poco de dolor de cabeza. Abro el refrigerador y saco una botella de ron para destaparla y servirme en un vaso. Estoy a punto de guardar el frasco pero la voz de Amy me interrumpe.
—yo también me serviré —anuncia con apuro.
Dejo la botella en el mesón y me volteo para verla mientras le doy un trago a la bebida. Ella se sirve, guarda la botella y me observa fijamente.
— ¿estás bien? —cuestiona, dejando a ver preocupación en su rostro.
—Si... —respondo y doy otro trago.
—escuché lo que hablaron antes de llegar. —Hace una mueca.
Suspiro y asiento, comprendiendo ahora por donde va todo.
—me lo imaginé —mascullo con cierto recelo.
—hablando se arreglan las cosas...
—lo hice, ¿se arreglaron? —contesto con sarcasmo.
— ¿y qué quieres? ¿Qué se lance sobre ti para perdonarte cuando siquiera te has explicado lo suficiente? —Alza su ceja derecha con irritación.
—intenté hacerlo.
—no era el lugar ni el momento adecuado —dice y se da la media vuelta para desaparecer de la cocina.
Me mantengo en este lugar unos cuantos minutos más, intentado mantener la calma antes de salir hacia la sala. Cuando decido regresar, veo como mi primo enciende el equipo de música y la casa se llena de las canciones movidas que suele escuchar.
—opino que deberíamos cantar cumpleaños y picar la torta porque luego nos acordaremos de todo menos del pastel, ¿sí? —comenta Elaine, alzando sus cejas y mirándonos con obviedad.
—Me parece bien —responde Oliver.
Los demás se ponen de acuerdo y yo me limito a asentir mientras me dirijo hacia uno de los muebles de una pieza para sentarme. Atisbo a mi hermana quien va hacia la cocina para regresar con el pastel, de inmediato diviso a Evelyn y muerdo mi labio inferior cuando la veo sonreír, mostrando sus dientes y luciendo sorprendida por lo que su amiga trae en sus manos. Le doy un trago al ron y ladeo la comisura derecha de mis labios al notar lo feliz que esta la rubia.
Me causa gracia el hecho de que no suelte la rosa que le di en ningún momento, incluso, inconscientemente juguetea con la rama cuando conversa o se sorprende por lo que le hemos realizado. Es interesante la forma en que intenta disimuladamente calmar su ansiedad ante momentos que nunca ha vivido.