Dulce inocencia #2

Capítulo 45. Mensajes

James:

Invitarla a vivir fue tan espontaneo como el te quiero y me haces feliz que han salido de mis labios anteriormente sin previo aviso. Simplemente fluyó por mis cuerdas vocales como algo que no podía evitar por más que quisiera; no obstante, por más que no haya estado en mis planes tener una compañía en mi casa, estoy feliz de haberlo hecho. Estoy alegre porque el modo en que sus ojos se iluminaron cuando lo anuncié fue único y aquella sonrisa que resplandeció en su semblante me llenó de un modo inexplicable.

Aunque se entusiasmó por lo que le planteé, sé que algunas interrogantes llegaron a su cabeza por el modo silencioso en el que estuvo antes de caer dormida. Me mantuve mirándola dormir por horas como algo terapéutico, divisarla me tranquilizó, me llenó de paz y me hizo caer dormido con una sensación amena en mi pecho. Ahí fue cuando entendí que esa clase de sensaciones son las que quiero en mi vida, por el resto de mi vida. Comprendí que amaría verla descansar y atisbarme con aquella mirada espontanea que me desarma. Caí en cuenta ante de sumirme en la inconsciencia que deseo seguir escuchando sus te amo porque lo que me hicieron sentir esas dos palabras es algo que no sabría cómo describir.

Al despertar desayunamos y conversamos un poco acerca de lo horrible que sería volver a clases luego de días siendo ignorantes de las evaluaciones que nos hemos perdido. Aun cuando deberíamos estar en la universidad en este momento, la rubia prefirió no ir gracias a los dolores que siente por el periodo y obviamente, opté por quedarme con ella.

Justo ahora me estoy dirigiendo a una tienda del pueblo en busca de comida y algunos artículos que Evelyn necesita pero yo insistí en comprar. Luego de tantos problemas que han surgido, de la tensión que me hacía sentir asfixiar, el alivio y la calma es bien recibido. La paz con la que deambulo es increíble, todavía siento como mi pecho hormiguea por lo que mi rubia pronunció ayer. Las comisuras de mi boca se alzan involuntariamente y es por ello que cuando Mark, un integrante de la manada, pasa por mi lado y me saluda, me observa con rareza.

Sí, es sumamente extraño que ande con un gesto relajado.

Me rio porque sus confundidas facciones fueron muy cómicas.

Finalmente entro a un local y busco lo que me pidió, unas toallas sanitarias. Busco una canasta bajo las atentas miradas de las personas y camino por los pasillos para hallar lo que necesito. Antes de pagar, veo la sección de ropa interior femenina y algo capta mi atención. Me aproximo a lo que capté y no lo pienso dos veces para tomar un blúmer que me hace reír, otra vez. Ahora sí, pago y por segunda vez en el día, la chica de la caja me observa con rareza cuando ve la prenda que tomé.

Salgo de la tienda y me apresuro en dirigirme hacia el bosque porque luego de todo lo que sucedió, no me siento tranquilo si dejo a la rubia sola. Mi teléfono celular suena, anunciando una llamada y de solo pensar que Evelyn puede estar en problemas, saco el móvil mientras comienzo a correr para llegar con más rapidez. Descuelgo la llamada que en efecto es de ella y lo primero que escucho es un suspiro tembloroso.

Me tenso inevitablemente y aquellos nervios que experimenté hace días comienzan a recorrerme con la misma intensidad.

—James, ¿ya vienes? —cuestiona en un hilo de voz.

—Si —respondo agitado — ¿Qué sucede? ¿Estás bien?

—te contaré cuando regreses pero sí, estoy bien.

El miedo desciende un poco pero mi ceño fruncido hace acto de presencia porque no entiendo que es lo que está pasando.

— ¿segura? —insisto.

—Segura —afirma y justo cuando voy a decirle otra cosa, cuelga.

Ah, gracias.

Cinco minutos después, llego a la casa y entro con apuro. Su aroma me pega de lleno y exhalo calmándome porque está aquí. La encuentro sentada en uno de los bancos del mesón de la cocina, se voltea al escucharme llegar y sonríe temblorosamente.

Mi ceño se acentúa aún más y me aproximo hacia ella con rapidez. Dejo las bolsas sobre la isla y luego me posiciono entre sus piernas. Como acto inconsciente, tomo su barbilla con mi mano derecha para alzar su rostro y divisar sus expresivos ojos. Sus luceros lucen temerosos y confundidos, lo que me hace indicar que algo no marcha bien. Con mi pulgar, acaricio la suave piel de su mejilla, relajándola. Ladeo un poco mi cabeza y espero impaciente a que me cuente.

—Me llegaron unos mensajes al teléfono… —Se pone cabizbaja —no los entendí al principio, pensé que se habían equivocado de número pero luego de pensar puede que si sean para mí. —Comienzo a sentir su temor, percibo su miedo como si fuera mío —supuse que todo esto había terminado, que al fin estaríamos en paz pero ya veo que no es así. —Vuelve a divisarme y noto lo empañado que están sus ojos.

— ¿Qué decían?

—algo como: me estaba dirigiendo con la persona equivocada, tú eres el objetivo, con eso entenderá lo que se siente. —Sus ojos se enrojecen y yo me quedo rígido, comenzando a sentirme molesto —quisiera mostrarte los mensajes pero los envió por WhatsApp y luego de que los leí, los eliminó.

La mano con la que acunaba su rostro, se desliza por mi cara en un gesto frustrado y obstinado. Coloco mis dedos índice y pulgar sobre el puente de mi nariz y cierro los ojos porque necesito controlar mi cólera para no alterar la situación. Diversos pensamientos deambulan por mi cabeza, enloqueciéndome mientras intento sacar suposiciones para entender el fin de todo esto. Estoy a punto de rendirme hasta que finalmente ato cabos y cuando lo hago, me volteo y me dirijo hacia los muebles de la sala para sentarme en el de dos piezas.

Maldición, maldición.

Recuesto mi espalda en el respaldar para mantener la cordura, la cual se me es muy fácil de perder luego de los inconvenientes que se han presentado. Evelyn se confunde y se dirige hacia mí para sentarse a mi lado. El agradable olor que ella emana es lo que me tranquiliza y ocasiona que me sienta algo preparado para comunicarle lo que pienso. Aquel vigor que tenía para anunciar algo desaparece cuando veo sus bonitos e inocentes ojos. Me mira con tanto aprecio y cariño que me retracto a la hora de dañar aún más la imagen que tiene de mí.




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