Dulce inocencia

Prólogo

 Siete años.

Siete largos años.

Años en los que aprendí quien realmente soy. Años en los que aprendí la importancia de una decisión. Años en los que aprendí a mentir, a fallar y a amar.

Cuando piensas por un momento en todo en todo lo que ha sucedido en tu vida, lo que fue y lo que pudo ser nos lleva a un camino de incertidumbre y culpa. Pasamos día y noche pensando en cómo podríamos cambiar las cosas porque muchas veces no estamos felices con el resultado, y muchas otras veces, simplemente lo aceptamos. Cuando tomas el segundo camino, a veces y solo a veces, recuerdas lo que una vez fue y te gusta no haberlo hecho de otra manera.

Leí alguna vez que recordar constantemente el pasado es señal de disconformidad, nostalgia o arrepentimiento y que la falta de recordarlo es haberlo superado por completo. Sé que cada libro que hablaba del mismo tema en aquella biblioteca tenía un concepto muy diferente y, muy a mi pesar, todos tenían algo en común: Recordar es algo inevitable.

Cuando recuerdas, analizas cada situación a la que te enfrentaste y cómo lo hiciste. Sí o no, arriba o abajo, dentro o fuera. Cualquier decisión que tomes tendrá consecuencias y cuando hayas tomado una o la otra, no habrá vuelta atrás.

Por lo general no me enfoco en el pasado, lo que una vez fue no tiene cambio, pero soy consciente que siempre habrá algo que tendrá un gran peso dentro de tu vida. Si ahora quiero recordar es porque tengo que tomar una importante decisión y aquellos largos, largos siete años me enseñaron algunas cosas.

  1. Mentir no es del todo malo pues a veces es muy necesario, pero aquellas mentiras pueden lastimar mucho a los que te rodean.
  2.  Debes aprender cuándo decir ciertas palabras y frases aunque sea muy difícil, a quién se las dices y porqué se las dices. Basta, perdón, por favor e incluso te amo.
  3. El amor puede llegar a herirte pero no por eso no amarás otra vez.

Mi madre solía decir que las cosas bien aprendidas, nunca se olvidan y es por eso que creo que la vida es tu mejor maestra. Habrá momentos de mucha felicidad o mucha tristeza, de pasión o de dolor, pero sobre todo, habrán ciertos momentos que los vivirás tan intensamente que dejarán en ti, huellas. Es de aquellos momentos que uno aprende, porque son tan fuertes que de cierta forma te cambian.

Yo cambié, dejé de ser una niña para convertirme en mujer. Yo cambié porque lo que viví transformó quien yo creía ser, y si soy honesta, realmente me gusta lo que veo en el espejo cada mañana, me gusta lo que hago y me gusta que cada noche al dormir espere con ansias un nuevo día.

Llego la hora de recordar mi primer amor.

 

 

 




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