Dulce Locura

Capítulo 4: El departamento de Julian Prada

—¿Extraña a Quiroz? —preguntó Vanessa.

Ella estaba sentada en el sillón tejiendo un gorro para su bebé. Yo limpiaba la mesa, y cuando escuché su pregunta me quedé tiesa con el trapo en las manos.

—¿Cómo lo sabe? —pregunté anonadada una vez que reaccioné.

Deje de hacer lo que estaba haciendo, quité la canasta de estambre azul y me senté al lado suyo.

—Amalia me llamó en una de sus borracheras diciendo: «¿Cuándo vuelve?, ¡La muchacha que me mandó solo se encierra con el chofer!»

—¡Maldita alcohólica! —exclamé enojada—. No piense mal —dije rápidamente—, él y yo nunca pasamos de unos cuantos besos.

—Entonces son novios.

—Algo así.

—No puedo dar mi opinión sobre Quiroz porque él nunca hablaba con nadie, llegué a pensar que era mudo.

—Pero si cuando hablaba conmigo en las noches no había manera de callarlo —contesté entre risas—. Lo vi hoy en la mañana, renunció y quiere que vayamos a vivir juntos —dije nerviosa y jugando con mis manos.

En realidad, lo que Vico dijo fue: «Tengo un amigo que nos puede dar asilo en su departamento, luego rentaremos algo para los dos». Me limité únicamente a sonreír y creo que él creyó que le estaba confirmando que si me marcharía a vivir con él.

—Es su única excepción —afirmó Vanessa con ternura—. ¿Y no está segura de querer ir?

—No es que no lo quiera ni que dude que lo quiera, siento que es muy rápido para que demos ese paso.

—Erick y yo solo fuimos novios seis meses antes de casarnos —dijo ella con nostalgia—. No le estoy diciendo que vaya ahora a instalarse; lo que sirvió en una pareja posiblemente no sirva en otra. Solo digo que si los dos de verdad están hechos el uno para el otro no importara mucho el tiempo —Ella hizo énfasis en mucho—. Cuando llegue el indicado lo sabrás.

***

Había caminado por el centro de la ciudad buscando trabajo, pero, por una o por otra cosa no podía trabajar ahí. Llegué a una cafetería de nombre "Azúcar morena", el rojo en su fachada llamó mucho mi atención y eso que el lugar estaba escondido entre dos edificios.

En la rústica puerta del lugar, había pegado un anuncio que decía:

- Se solicita mesera.

- Requisitos: Buena presentación, preparatoria terminada y como mínimo 17 años.

- Horarios: lunes a viernes de 12 del día a 8 de la noche.

No lo dudé por más perfecto que sonara, entré a esa cafetería a ver cuál era la trampa. Detrás de la puerta había un patio grande, había personas tomando café en pequeñas mesas, algunos leían el periódico, unos jugaban dominó y otros conversaban entre sí. Había también unos cuantos árboles y macetas de barro con orquídeas.

Vi a una mesera acercarse a dejarle una taza de café a un muchacho de gafas, él se encontraba concentrado leyendo un libro que no ni las gracias dio, lo entendía, él estaba leyendo "El conde de Montecristo", un libro magistral. Cuando ella se desocupó, me acerqué a preguntar por el anuncio, con una seña me indicó que entrara por una puerta gris.

El ambiente era tranquilo, me gustaba el lugar, el gerente era un buen sujeto, la paga era regular y lo malo era lo lejos que estaba del departamento del profesor, era una hora de tomar distintos camiones. Al salir de esa cafetería, ya con un nuevo trabajo, choqué con el muchacho que estaba leyendo "El conde de Montecristo". Él no se tomó la molestia de ayudarme a levantar, ni de pedirme una disculpa.

Regresé al departamento emocionada y satisfecha a contarles a Erick y a Vanessa. Al entrar los vi a ellos hablando con Vico; ellos se hallaban sentados en la sala de estar comiendo botanas. Lo peor de todo: Hablaban de mí. Escuché mi nombre en dos oraciones.

Me acerqué a saludarlos a ellos, iba a saludar a Vico con un apretón de manos, pero él me robó un beso.

—Los extrañaba —dijo Vico con una sonrisa pícara.

El profesor miró enfadado, Vanessa en cambio estaba burlándose y yo me encontraba tan avergonzada que quería llorar.

—¿Qué hace aquí? —pregunté a Vico en voz baja para que Vanessa y el profesor no escucharan.

—La llevaré a conocer a mi amigo que nos dejara vivir en su casa —susurró él.

Erick se aclaró la garganta para que dejáramos de cuchichearnos.

—Es bueno volver a verla Vanessa —Vico se levantó de la silla—. Pero, Carla y yo tenemos que irnos. —Él me tomó de la mano y me jaló para que me levantara también.

—¿A dónde van? —preguntó rápidamente el profesor.

—Al cine —dije antes de que Vico respondiera—. Regreso a las diez. —Empujé a Vico hasta la salida—. ¡Por cierto! ¡Ya encontré trabajo! —exclamé con una combinación entre emoción y nervios—. ¡Queda lejos! ¡Pero lo importante es que tengo!



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En el texto hay: universidad, mexico, amor

Editado: 12.08.2019

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