Dulce Locura

Capítulo 6: Tarde de turistas

Una semana antes de que hiciera mis dos exámenes, Vico y yo dejamos el departamento de Julián. Tuvimos una ligera discusión con respecto a la zona en la cual deberíamos rentar, yo quería algo más cercano a la universidad y Vico algo cercano a su trabajo; al final él ganó ya que en la zona en la que yo quería rentar los departamentos eran caros.

Estábamos tan emocionados que en cuanto dimos el primer pago de la renta fuimos a instalarnos lo más rápido posible. Ese sábado en la noche ambos dormimos en el suelo con solo una cobija para no morirnos de frío y abrazándonos el uno al otro. El domingo compramos algunas cosas en el tianguis, solo lo indispensable, cómo una mesa, la despensa y un colchón ya que, no nos alcanzó para comprar la cama o al menos un catre.

Entre ese ajetreo con el nuevo departamento no encontraba mucho tiempo para estudiar, me dedicaba la mayor parte del día a buscar la manera de que el departamento no se viera tan vacío, a trabajar y a atender a Vico. Cuando llegó la noche del lunes y él se fue a trabajar me invadió un agudo sentimiento de soledad, lo peor de todo es que no contaba con Julián y sus maquetas para entretenerme.

Me dediqué a estudiar esa noche, lograba concentrarme, pero mi mente se desviaba hacia cualquier cosa o persona; pensaba en el profesor Erick, en Vanessa y en su futuro hijo, en Isabel y su desastrosa familia, y de vez en cuando Isaac venía a mi cabeza como un fugaz recuerdo. Vico llegó a las siete de la mañana y se sorprendió al encontrarme despierta y rodeada de libros.

—Si no duermes lo suficiente te pondrás fea —dijo él con cansancio. No se molestó en quitarse los zapatos y se tumbó en el colchón.

—Es que si no está no puedo dormir. —Dejé el libro en el suelo, me acosté y lo abracé.

No tardé mucho en quedarme dormida a su lado. Aquel día no fui al trabajo y me quedé con Vico jugueteando todo el día. Cómo únicamente éramos nosotros dos no teníamos por qué ser discretos, todo el departamento estaba a nuestra entera disposición, únicamente colocamos unas sabanas en las ventanas para que no nos vieran los vecinos, tampoco nos había alcanzado para comprar cortinas.

Ese martes fue especialmente divertido, pero, desgraciadamente, el tiempo pasa más rápido o más lento dependiendo de la percepción, y la hora en la que Vico tuvo que marcharse a trabajar llegó más pronto de lo esperado por ambos.

—Te prometo que el jueves inventaré una excusa en el trabajo y estaré toda la noche contigo —dijo Vico mientras se ponía el suéter—, el jueves es el día en el que viene el otro guardia.

—¿Seguro qué no tendrá problemas? —pregunté dudosa.

—Si soy lo suficiente hábil con la excusa, no. —Él buscó mis labios con los suyos—. Tengo que irme, no me esperes despierta o te pondrás ojerosa.

Vico salió de la habitación, que ni siquiera tenía puerta, pero cómo solo éramos nosotros dos no nos importaba. Me quedé recargada en el marco donde se supone debería estar la puerta viendo con ojos tristes cómo salía. Tendría que empezar a acostumbrarme a la soledad nocturna y a abrazar a mi almohada intentando consolarme de su ausencia.

***

El jueves en la mañana había llegado tarde al trabajo por estar jugando con Vico, por poco me convence de no ir a trabajar, pero había faltado demasiado, tanto que incluso mi jefe había hablado de eso conmigo y estaba en la cuerda floja. Una falta más sin justificante y estaba despedida.

En cuanto terminé de alistarme fui a atender al primer cliente del día. Se trataba de un sujeto que iba de lo más entretenido leyendo el periódico, y aunque me acerqué a pedirle la orden él no bajó el periódico para mirarme de frente.

—Si ya sabe que es lo que siempre pido —dijo él aun sin dejarme ver su cara. Me encontraba bastante disgustada con esa grosería, cómo él no podía verme le hice una mueca—. Un café americano con un croissant. —Él bajó el periódico permitiéndome por fin ver su cara.

Se trataba de Isaac, con sus gafas puestas y el cabello ligeramente más corto que hace un mes. En cuanto lo vi no pude evitar sonreír y nos dimos un apretón de manos, era cómo estábamos a acostumbrados a saludarnos.

—¿Qué lo trae de nuevo por acá? —pregunté mientras escribía en una nota su orden.

—Mañana hacemos el examen de admisión y quería desayunar de nuevo aquí —respondió con un tono neutral.

—Estoy nerviosa Isaac, no he estudiado lo suficiente.

—Los nervios pueden ser traicioneros, aparte todavía tiene. —Él alzo su muñeca para poder ver su reloj—. Aproximadamente veinte horas.

—No sé si eso me hace sentir mejor o peor —dije mordiendo mi labio inferior—. Mejor entrego su orden rápido y le sacaré provecho a esas veinte horas.

Esa vez en el trabajo me aceleré tomando las órdenes y entregándolas, no tenía sentido ya que, de todas formas tenía que cumplir con mis ocho horas de labor. Cuando mi jornada terminó corrí hasta la parada de autobús, empujé a un par de personas para que me dejaran pasar y me senté en el asiento de enfrente para ser la primera en salir. Llegué al departamento y no perdí el tiempo saludando a Vico, le di un beso y rápidamente fui a hacer la cena a la cocina.



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En el texto hay: universidad, mexico, amor

Editado: 12.08.2019

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