Sofía
Ha pasado ya una semana desde que Cami me dijo que tenía que hacer los postres para el cumpleaños de su hermano, así que he estado ocupada toda la semana comprando todos los ingredientes que necesito. He preparado postres tanto italianos como argentinos. Cami me contó que Santi quedó fascinado con la chocotorta, así que preparé un par de esos en vasitos pequeños.
Hoy sábado es el evento, así que estoy terminando de organizar todo en el salón de la casa de la familia de Cami, donde vive su hermano mayor, Bruno, quien es dueño y jefe de una de las empresas más grandes de Estados Unidos e Italia. En el tiempo que he estado con Cami, nunca he conocido a Bruno ni he visto su rostro, ya que es muy reservado y evita las cámaras; las pocas fotos que hay de él muestran su rostro tapado.
— ¿Cómo va todo?— pregunta Cami entrando en la cocina. — ¿Necesitas ayuda con algo?—
— Todo está perfecto. Ya terminé de organizar los postres en las mesas y estoy ordenando la cocina para que los mozos puedan rellenarlas cuando sea necesario— respondo mientras reviso mi lista para asegurarme de que todo esté en orden.
— Sabía que podrías con esto, Sofi. Cuando los invitados prueben tus postres, quedarán fascinados. Es posible que consigas unos cuantos clientes— comenta mientras agarra un vasito de chocotorta. Le doy un golpecito en la mano para que lo deje en su lugar.
— No toques, podrás comer cuando lleguen los invitados— le digo con una sonrisa, y ella me responde con un puchero.
— En casa hay postres de sobra por si no te alcanza con lo que comas aquí— me dice, sonriendo emocionada como una niña. — Por eso te amo, Sofi— añade mientras me abraza.
— Jajaja, yo también te amo. Y sí, estoy feliz de que me hayas animado a tomar esta oportunidad— respondo, apretando su mano. — No sé qué haría sin ti, Cami. Estoy muy agradecida por todo lo que has hecho y la ayuda que me has brindado — le digo con los ojos brillantes.
— Para eso están las mejores amigas, para apoyarse mutuamente— dice mientras nos abrazamos. — Bueno, dejemos de lado las emociones y terminemos de organizar todo para poder ir a prepararnos para la fiesta.—
— ¿Prepararnos? ¿En plural?— pregunto confundida mientras me quito el delantal y lo dejo en una silla de la cocina.
— Sí, las dos. Santi pidió que estuvieras presente en la fiesta como invitada. Y antes de que digas algo...— agarra mi mano y me guía fuera de la cocina hacia las escaleras que conducen a las habitaciones. — Vas a asistir como invitada. Te traje un vestido y todo lo que puedas necesitar para arreglarte y pasar la noche aquí,— explica mientras entramos en una habitación. — Esta será tu habitación esta noche, ya que nos vamos a quedar a dormir aquí. Así que ve y date una ducha y luego ven a mi habitación y nos arreglaremos juntas.— Antes de que pueda responder, escucho la puerta cerrarse tras ella, quedándome sola en esa hermosa habitación, asimilando todo lo que Cami me ha dicho.
Luego de quedarme un momento sola en la habitación, asimilando todo lo que Cami había dicho, decido seguir sus instrucciones. Me dirijo al baño y me doy una ducha relajante, disfrutando del agua caliente que alivia la tensión acumulada por los preparativos del evento. Mientras me baño, pienso en cómo ha cambiado mi vida desde que decidí embarcarme en esta aventura culinaria por el mundo. No habría imaginado hace unos años que terminaría en una casa elegante en Nueva York, preparando postres para un evento importante.
Después de secarme y arreglarme, me depilo cuidadosamente y me pongo el vestido que Cami había preparado para mí. Es un vestido negro con un escote en V poco profundo, es elegante y me queda perfectamente, lo cual me hace sentir bienvenida y especial en esta celebración. Una vez lista, salgo de la habitación y me dirijo hacia donde sé que Cami estará esperando para arreglarnos juntas.
Cuando entro en su habitación, la encuentro emocionada y completamente lista. Me mira con una sonrisa y asiente con aprobación al verme. — ¡Sofi, te ves increíble!— exclama — Ese vestido te queda perfecto—
Sonrío agradecida y le devuelvo el cumplido. — Tú también luces fabulosa, Cami. Gracias por todo esto —
Ella me abraza y me susurra al oído, — Gracias a ti por aceptar y por ser mi compañera en todo esto. Vamos, la fiesta espera—
Juntas bajamos hacia el salón donde los invitados comienzan a llegar. El ambiente está lleno de risas y conversaciones animadas. Mientras me ocupp de los últimos detalles de la organización, observo a los invitados disfrutar de los postres que preparé con tanto cuidado. Me siento satisfecha y emocionada de estar aquí, siendo parte de esta celebración especial para Santi.
—Gracias por haberte ofrecido a preparar la mesa de postres, de verdad lo aprecio— dice Santi mientras se acomoda a mi lado. —Y se nota que todo ha sido un éxito, varios invitados me han preguntado por ti, así que les di tu número,— me sonríe. —Espero que no te moleste que se los haya dado,— agrega, girándose para quedar frente a mí.
—Gracias a ti, Santi, por confiar en mí— le respondo con una sonrisa de agradecimiento. —Y por supuesto que no me molesta que hayas dado mi número—asiente con la cabeza y tomo un sorbo de mi copa de champán.
—Bueno, te dejo que voy a recibir a mis padres que han venido desde Italia para mi cumpleaños, disfruta de fiesta— me da una sonrisa y se retira hacia donde están sus padres junto a Cami, y se abrazan. No puedo evitar sentir una punzada de nostalgia al verlos, me recuerdan a mi familia en Argentina. Hace casi un año que no los veo y realmente los extraño. Decido salir al patio a tomar un poco de aire antes de que las emociones me superen frente a todos estos invitados.
Al salir al patio, me acerco a un banco y me siento contemplando la hermosa noche llena de estrellas y la luna llena. Mientras disfruto de este momento de tranquilidad, escucho un sollozo. Me concentro en escuchar atentamente, pensando que podría estar equivocada, pero cuando escucho nuevamente el sollozo, sé que no es mi imaginación. Me levanto del banco y decido acercarme a un gran árbol que está a unos metros de distancia. A medida que me acerco, los sollozos se hacen más audibles. Rodeo el árbol y veo a un niño que no debe tener más de 4 años, acurrucado llorando bajo sus ramas.
Editado: 20.11.2024