Sofia
Fui despertada por el sonido insistente de alguien tocando mi puerta. "¿Quién puede ser a esta hora?", me pregunté mientras luchaba por abrir los ojos. Salí de la cama y me dirigí hacia la puerta. Al abrirla, me encontré con la sorpresa de que no había nadie allí, pero un pequeño ruido atrajo mi atención hacia abajo, donde descubrí a Dante.
― ¿Dante? ― pregunté, aun frotándome los ojos.
― Buongiorno ― saludó Dante con una amplia sonrisa, que pronto se desvaneció al ver mi expresión confundida. ― ¿Te olvidaste? ― preguntó con tristeza.
Al ver su mirada desanimada, recordé que le había prometido desayunar juntos hoy.
Me agaché a su altura ―No, cielo, solo que todavía estoy medio dormida― le aseguré con una sonrisa mientras le revolvía cariñosamente el pelo.
Dante respondió con un salto de alegría ―Sabía que no te ibas a olvidar. Papá me dijo que probablemente todavía estarías dormida, pero no podía contener la emoción―.
Su entusiasmo por desayunar conmigo me hizo sonreír. Negué con la cabeza y le dije ―No te preocupes, ya estaba despierta―. Me puse de pie y él tomó mi mano ―Vamos a desayunar ahora―, dije mientras nos dirigíamos hacia el comedor.
Al bajar las escaleras, nos encontramos con Bruno, quien parecía haber venido de correr, vestido con pantalones cortos negros y una camiseta que se adhería a su cuerpo por el sudor. No pude evitar observarlo detenidamente. "Este hombre será mi perdición", pensé, aunque rápidamente desvié la mirada hacia sus ojos.
Cuando nuestros ojos se encontraron, él me miró con una ceja levantada y una sonrisa de lado. Era evidente que me había pillado mirándolo intensamente.
Encogí ligeramente los hombros con una sonrisa ― ¿Qué? Los ojos están hechos para mirar― le guiñé un ojo y me di la vuelta para dirigirme al comedor.
En ese momento, una voz diminuta interrumpió ―Vamos a desayunar, papá. Despiértate y únete a nosotros―. Dante me tiró de la mano y me llevó consigo. Giré la cabeza y vi a Bruno, completamente sonrojado. Parecía sorprendido por mi respuesta y especialmente la de su hijo.
Con una sonrisa triunfante, volví la mirada hacia adelante, disfrutando de dejar sin palabras al hombre que "odia a todo el mundo".
Llegamos al comedor y me di cuenta de que el resto de la familia ya estaba desayunando. ―Buenos días― saludé mientras me sentaba junto a Santino, con Dante a mi izquierda.
―Buenos días― respondieron al unísono.
― ¿Cómo dormiste, mia cara? ― preguntó Isabella, tomando un sorbo de su café. Estaba sentada a la derecha de su marido, con el lugar a su izquierda vacío, seguramente reservado para Bruno. Sofía estaba al otro lado de su madre, frente a Santino.
―Bien, gracias por dejarme quedarme a pasar la noche― respondí, mientras acomodaba a Dante en su sitio y le preguntaba qué quería para desayunar. Me pidió frutas y yogur, se lo serví y le di un beso en la cabeza. Luego me volví hacia Isabella y Luca, que me observaban con una sonrisa en el rostro.
―No tienes que agradecer nada, eres parte de la familia, siempre serás bienvenida cuando quieras― dijo Isabella, tomándole la mano a su marido. ― ¿Verdad, amore mio? ― preguntó mirando a Luca.
―Mi esposa tiene razón― respondió Luca, levantando la mano de Isabella y besándola ―Siempre serás bienvenida en cualquiera de nuestras propiedades― me miró ―Actualmente Bruno usa esta casa, pero no creo que le moleste que vengas más seguido― añadió con una mirada cómplice a su esposa, y ambos rieron.
La atmósfera en el comedor era cálida y acogedora mientras nos sentábamos para desayunar. Santino jugueteaba con su tenedor mientras Dante devoraba sus frutas y yogur con entusiasmo.
― me alegro que hayas dormido bien― dijo Isabella, su voz suave y cariñosa.
― Si tuve una noche tranquila ― respondí mientras veía que Bruno entrar al comedor, nuestras miradas se cruzaron y rápidamente la desvie sintiendo verguerza al recordar la conversación con Bruno
Bruno se acercó a la mesa donde estábamos todos, su presencia era imponente.
― Buenos días a todos ― dijo Bruno, su tono grave resonando en el pequeño comedor.
― Buenos días, papá ― saludó Dante, con una sonrisa radiante.
Termino mi desayuno y me giro hacia Dante.
―Voy a mi habitación a ponerme ropa cómoda y jugamos, ¿sí? ―digo.
Dante me mira y asiente, ya que tiene la boca llena de comida. Niego con la cabeza, divertida, y corro mi silla.
―Muchas gracias por el desayuno, todo estuvo riquísimo ―me levanto de mi asiento―. Me retiro a mi habitación ―les sonrío y me dirijo hacia las escaleras.
Antes de llegar, me hablan.
―Acordate que nos volvemos después de cenar ―dice Cami sonriéndome.
―Sí, sí, acordate vos de guardar todo lo que trajiste y no te olvides de chequear todo dos veces ―le digo, apuntándole con un dedo.
―Sí, mamá ―rueda los ojos y se ríe.
Me dirijo a mi habitación y me cambio el pijama por unas calzas largas negras, una remera deportiva roja y mis zapatillas deportivas negras. Voy al baño y me lavo la cara ya que Dante no me dio tiempo ni para mear. Me hago una cola alta, me miro en el espejo y, satisfecha con mi aspecto, salgo del baño y me pongo a ordenar la habitación y a armar las maletas.
Editado: 20.11.2024