Sofia
Después de desayunar juntos los tres, Bruno llevó a Dante para que tomara una siesta, ya que el pequeño se había levantado muy temprano, rebosante de emoción por su cumpleaños. Mientras ellos están en la habitación, aprovecho para ultimar los detalles en la cocina, decorando los postres y terminando con las opciones saladas. Todo está listo para recibir a los invitados.
De repente, escucho la puerta y veo llegar a Santi y Sofía.
—Llegó por quien lloraban —dice Cami, sonriendo con picardía mientras se acerca a ellos.
—¡Hola, cuñadita! —responde Santi, abrazándome con entusiasmo.
Niego con la cabeza, divertida, y acepto su abrazo con una sonrisa.
—Gracias por venir a ayudar —digo mientras me siento un momento, dejándome caer en la silla con alivio—. Es demasiado para hacer todo yo sola —les sonrío, visiblemente cansada.
—No hace falta que nos agradezcas —dice Santi, dándome un apretón de apoyo en el hombro—. Somos familia —me sonríe con cariño.
Le devuelvo la sonrisa y lo abrazo. Pero en ese instante, oigo la voz de Bruno que, con tono protector y algo celoso, interviene desde la puerta de la cocina.
—Más te vale que saques tus manos de mi mujer antes de que te las corte.
Santi, como era de esperarse, decide ignorarlo por completo. Me abraza con más fuerza y, entre risas, empieza a darme repetidos besos en la mejilla, sabiendo que eso enfadará un poco más a su hermano. No puedo evitar estallar en carcajadas por las cosquillas y la escena.
Bruno se acerca rápidamente, y cuando llega a nuestro lado, empuja suavemente a su hermano y toma su lugar frente a mí. Con una sonrisa medio burlona, saca un trapo y empieza a limpiar la mejilla donde Santi me había llenado de besos.
—Creo que voy a tener que desinfectar esta mejilla, por si acaso —murmura mientras restriega el trapo en mi rostro.
Me río y le quito el trapo, tomando su mano para calmarlo un poco.
—No hace falta, amor —le digo antes de darle un beso.
El beso parece relajar un poco su aparente enojo, aunque de todas formas le da un leve golpecito en la cabeza a Santi, acompañado de una mirada amenazadora.
—Ay, ¡qué agresivo, por Dios! —dice Santi, fingiendo horror mientras se coloca al lado de Cami, que observa la escena negando la cabeza con una sonrisa divertida.
—Bueno —digo, poniéndome de pie y aplaudiendo—, ¡manos a la obra! En tres horas empieza la fiesta y todavía queda mucho por hacer. —Los guío a todos fuera de la cocina y les asigno tareas a cada uno, agradecida por la ayuda.
Pasadas dos horas y media, todo está listo y perfectamente organizado. Decidimos hacer la fiesta en el patio, ya que hoy nos tocó un día soleado y perfecto para estar al aire libre. La suerte estuvo de nuestro lado, porque aunque estamos en otoño y los días suelen ser frescos, el clima hoy es ideal. Observo la decoración con temática de fútbol y me siento orgullosa de cómo quedó todo.
El patio está lleno de mesas y sillas, todas ordenadas y decoradas con la temática. A un costado tenemos la mesa dulce y salada, también adornada con detalles futbolísticos. En la otra esquina, un arco de globos y un gran cartel que dice “Bienvenidos a mi cumpleaños”, con un enorme número cinco en honor a la edad de Dante. Lejos de las mesas, armamos una pequeña cancha con arcos que alquilamos, uno de los requisitos de Dante para su fiesta de cumpleaños.
Después de confirmar que todo está en orden, subo a mi habitación para darme una ducha rápida, refrescarme y quitarme el sudor del trabajo. Ya bañada, me dirijo al armario y elijo un vestido largo de satén blanco, al que le agrego un suéter verde con botones. Para el calzado, decido usar unas Converse blancas con plataforma, cómodas pero con un toque especial. Me dejo el pelo suelto y opto por un maquillaje natural, con solo un poco de rímel, rubor y gloss.
Perfumo suavemente mi cuello y muñecas antes de dirigirme a la habitación de Dante, quien acaba de salir del baño envuelto en su bata con capucha de oso. La imagen me derrite, y no puedo evitar levantarlo en brazos y llenarlo de besos por lo adorable que se ve. Él protesta, diciendo que le hago cosquillas, así que lo bajo y empiezo a vestirlo con cuidado.
—¡Sí! Combinamos, mami —dice señalando su camisa verde y luego mi suéter, sonriendo de oreja a oreja.
—Sí, mi cielo, esa era la idea —le respondo, dándole un beso en la cabeza.
—¿Podemos pedirle a papá que también combine con nosotros? —pregunta con entusiasmo.
—Sí, sí. Ahora te peino y vamos a buscarlo —le digo, guiándolo al baño para arreglar su cabello y perfumarlo un poco. Ya listo, le tomo la mano y juntos vamos hacia la habitación de Bruno para contarle nuestra idea de combinar los tres.
Dante y yo nos acercamos a la habitación de Bruno, que está revisando unos papeles en su escritorio, tal vez algún trabajo pendiente que quiso terminar antes de que comenzara la fiesta. Dante, sin esperar, entra corriendo.
—¡Papá, papá! —grita, emocionado, alzando los brazos—. Mami y yo combinamos, ¿te gusta?
Bruno se gira en su silla, dejando los papeles a un lado. Al verlo, una gran sonrisa se dibuja en su rostro, y sus ojos brillan al ver a Dante tan feliz.
Editado: 20.11.2024