La mañana siguiente desperté, Lucas estaba en la silla durmiendo. Su costal estaba aún lado mío, al intentar tomarlo me dolían los músculos de los brazos y las piernas, había perdido la movilidad del dedo meñique de la mano derecha y no me había dado cuenta. Batallé para levantarme, pero lo conseguí, sentía el abdomen adolorido e irritado, hasta ahora me doy cuenta que en mis muñecas se había quedado unas marcas de las correas de la clínica cuando me ponían en la camilla. Ya era momento de irme y debía decirle a Lucas que partía, pensaba volver la noche siguiente.
- Oye viejo, ya me voy, espero tener algo que comer en la tarde.
Lucas empieza a abrir los ojos. Saca su risa de siempre y habla.
- Te traeré mi comida favorita, llega aquí a las seis de la tarde, si puedes conseguir algo de tomar estaría bien, un trozo de pastel no estaría mal.
- Yo no tengo dinero viejo.
- El saco que tomaste hay un monedero, suficiente para traer algo de tomar y un pastel.
- Con que estabas despierto.
- Un ojo en la puerta y el otro reposando- Empieza a reír – No llegues tarde.
Salí de la choza y camine hacia la estación del metro para llegar con una persona que vendía directorios telefónicos, pregunte si podía checar un número y muy amable me dejo checarlo, le pregunte si sabía en qué sección se encontraba la clínica psiquiátrica en el que estaba internado, puso la página y empecé a leer la descripción. Había números de algunos psiquiatras que trabajaban ahí, buscaba un nombre en específico, pero solo me podía guiar por su apellido. Gutiérrez.
Carlos Alfonso Gutiérrez Mendoza, calle Miguel Alemán y de la Cruz. Las voces llegaron de golpe con palabras negativas como: golpearlo, matarlo, envenenarlo, incendiar su casa. Desde que me internaron le empecé agarrar un odio a Gutiérrez, solo podía imaginármelo ahorcándolo hasta que su cara se pusiera morada.
Una televisora empezó a dar las noticias, no tardaron mucho en publicar de mi fuga de la clínica. Me acerque a un puesto donde vendían gorras y lentes de sol. Tome una gorra azul y unos lentes negros sin pagar. El señor que estaba cuidando el puesto me empezó a gritar diciéndome que los pagara, no le hice caso y seguí caminando. El señor ya había empezado a correr lo cual me hizo correr a un callejón con la esperanza de que me siguiera. Fue así. Caminé un poco hasta quedar lejos de la calle y me detuve por completo, tomó mi hombro y me dio la media vuelta. Mi ira y mi excitación se encendieron y comencé a golpear al hombre del puesto. Cada golpe le conectaba en la cara. Estando en el suelo tomé un ladrillo y comencé a golpear sus brazos y piernas con la intención de dejarlos inmóviles, tomé una tela vieja que estaba ahí y lo coloqué en su boca para evitar que gritara. Mi cerebro disfruto cada golpe que daba, cada sensación lo disfrutaba al mil por mil, las voces vociferaban emoción. Fue tan placentero.
Salí del callejón antes de que otra persona saliera herida.
Pasaron las horas y daban las cuatro y media. Estaba ya en la casa de Gutiérrez. Estaba un carro estacionado, supuse que era de él por lo que me hizo pensar que estaba en casa. Caminé hacia ella y me fui a la parte de atrás para entrar por ahí. Salte la barda y me acerque a la puerta.
Me mentalice que debía de hacer primero, ¿Dejarlo inconsciente y luego incendiar su casa? No, solo lo hare sufrir con el poco tiempo que me queda. Tenía que llegar con Lucas para cenar.
Empieza los actos impulsivos. Giro la perilla para ver si está abierto y por fortuna lo está, se escucha le televisión en la sala y veía una cabeza calva en el sofá, tomé un sartén y caminé hasta quedar atrás de él. Tenía unos documentos en la mano con una fotografía en la esquina. Era yo. ¿Por qué tendría mi expediente? Da igual.
Le di un golpe duro en la cabeza provocando que se levantara de golpe.
- ¡Tú! ¿Qué haces aquí como sabes que vivo aquí?
- Mucho tiempo estuve encerrado, siendo inyectado, mi cuerpo pedía venganza y se las voy a dar, las voces me dicen que todo saldrá bien.
- Matándome solo agraviara más las cosas.
- Yo no pienso matarte, solo pienso en desquitarme contigo, por todo el tratamiento que me hiciste, por casi matarme.
- Te lo dije, que tu teatro iba a terminar afectando tu salud.
- Pues vamos a ver si lo que hacía era un teatro.
Le volví a golpear con el sartén en el ojo izquierdo, le di una patada en la pierna haciendo que cayera de rodilla, le seguí con un rodillazo tumbándolo completamente en el suelo.
- Por favor detente, mi hijo está arriba, no hagas que se asuste.
- Creme que ganas no me falta de darle un trauma.
Los ataques de Parkinson volvían a su progresión natural. Tomé su cabeza y la estampé contra la mesa de vidrio que estaba en frente del sofá, rompiéndola en pedazos.
- ¡Espera! No era algo personal, solo hacia mi trabajo, estaba siguiendo el protocolo solamente.
- No seguiste ningún protocolo, solo querías demostrar que estaba fingiendo, solo querías tener la razón.
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Editado: 15.07.2019