“Mientras esta continué siendo una ciudad pequeña, yo no podré olvidarte. No importa cuantos turistas pretendan habitarla, incluso, no importa cuantas veces el viento sople y cambie de direcciones… yo seguiré aquí, fiel ante tu tumba. Fiel a los sentimientos que nos unieron como hermanas, fiel a las promesas, fiel a las historias y lágrimas derramadas. Fiel a tu memoria y la carta que olvidaste bajo la almohada.
Sé que quizás la muerte hoy te guarde en un pequeño cofre, y te cubra de nardos mientras arrulla tus penas, y te juro que, aunque el mundo olvide tener luto por tu ausencia, yo esperaré por ti. No temeré a mi muerte, pues será la señal para volver a estar a tu lado, no lloraré tu partida, porque siempre te estaré recordando. Hermanas por lazos, heridas y dolor.
Creer en todos. Un gran error…”
22 de julio…
No comprendía muy bien el porqué, lo único que asimilaba es que mis piernas de alguna forma me condujeron hasta ahí. Y mientras mi mente se concentraba en observar fijamente aquel lugar en el que ella y yo solíamos reunirnos para conversar, mi interior se esforzaba por contener el llanto que amenazaba con brotar.
Ella… mi gran amiga, la única con la que todo podía volverse normal. Aún recuerdo aquellas largas y extrañas pláticas sobre lo que pensábamos de la vida. Ahora nada será igual.
–Veinte años a tu lado no se pueden olvidar fácilmente… fuiste una gran amiga.
Mirar nuestro lugar especial me hacía sentir extraña, pues ahora solo podía decirle tantas cosas a la nada, debía gritarlo, pero sabía muy bien que nada cambiaría lo que sucedió, ella jamás iba a regresar.
Antes todo parecía ser tan diferente, sonreíamos, disfrutábamos demasiado al pasar el tiempo juntas, confiábamos una en la otra y la gente a nuestro alrededor aseguraba que seríamos inseparables, y después… no recuerdo el momento exacto o la forma en que todo comenzó a cambiar, la distancia aumentaba entre nosotras, una cruel distancia superficial, fría ante las emociones y demasiado cruel para ocultar todo aquello que quizás pudo ser importante, al menos para evitar un mal final.
Nos conocíamos desde pequeñas. Vivíamos en zonas cercanas. Asistimos a los mismos colegios y sobresalimos siempre como las mejores, éramos un dúo perfecto, fue la hermana que siempre deseé tener (y que al final perdí) …
–Allison, sin duda alguna extrañaré nuestras competencias, siempre fue un gran honor ganar y perder contra ti.
Todo este tiempo había confiado ciegamente en que nuestras competencias eran demasiado amistosas, que la rivalidad era sana, y que ningún sentimiento negativo viviría en nuestros corazones, puede ser que tal vez me hubiese equivocado. ¿Fue mi error?
–Tú, mi única amiga y la mejor hermana… eras un ejemplo vivo de un ser nacido con una luz interior natural, una estrella que brilló tanto, y opacó a todas las demás durante mucho, realmente mucho tiempo.
O por lo menos eso pensábamos.
Se dice que toda estrella siempre será cautivada por otra más brillante, un brillo llamado destino. Sin embargo, el destino siempre está condenado a tener un final. Quizás, solo quizás, si hubiésemos amado la astronomía, habríamos entendido que, el hecho de ser comparada con una supernova solo significaba una cosa… estabas llegando a tu fin.
–Allison… amiga, hiciste las cosas de manera equivocada. ¿Fue tu error?
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Editado: 05.02.2020