Mark había convertido la "makeover session" en un evento, aunque Zack no se diera cuenta. Había reservado citas en el salón más exclusivo cerca del campus, había investigado estilistas que trabajaban con celebridades menores, había incluso contactado a un fotógrafo freelance que "casualmente" estaría disponible para capturar el "antes y después" de Zack.
Todo formaba parte del plan maestro.
Mientras Zack se cambiaba en el probador de la boutique que Mark había seleccionado cuidadosamente, Mark observaba cada reacción, cada gesto, cada expresión que cruzaba por el rostro de su proyecto. Porque eso era lo que Zack había se había convertido para él: un proyecto. Una obra de arte viviente que Mark estaba esculpiendo según sus propias fantasías.
—No sé si esto es buena idea —murmuró Zack desde detrás de la cortina, su voz cargada de ansiedad.
Mark se acercó más a la cortina, lo suficiente para oler el aroma natural de Zack, esa mezcla de jabón barato y nerviosismo que encontraba inexplicablemente adictiva.
—Confía en mí —dijo Mark, su voz adoptando ese tono hipnótico que había estado perfeccionando—. Nunca he estado más seguro de algo en mi vida.
Era verdad, aunque no de la manera que Zack pensaba. Mark nunca había estado más seguro de que quería poseer completamente a este chico, de moldearlo hasta que se convirtiera en la versión perfecta de sus fantasías más oscuras.
Cuando Zack finalmente salió del probador usando el primer conjunto que Mark había seleccionado —jeans negros ajustados que resaltaban sus piernas largas y una camisa de botones azul marino que hacía que sus ojos parecieran joyas— Mark tuvo que esforzarse para no dejar escapar un gemido audible.
—Te ves... —Mark dejó que su voz se desvaneciera, fingiendo estar sin palabras cuando en realidad estaba calculando exactamente qué palabras tendrían el máximo impacto psicológico.
Zack se miró en el espejo de tres paneles, y Mark observó fascinado cómo la timidez luchaba contra un destello de algo que podría haber sido orgullo.
—¿Diferente? —sugirió Zack, tocándose el cabello nerviosamente.
—Poderoso —corrigió Mark, acercándose hasta que estuvo justo detrás de Zack en el espejo—. Te ves como alguien que sabe exactamente quién es y lo que vale.
Era una mentira calculada. Zack se veía exactamente como lo que era: un chico asustado jugando a disfrazarse. Pero Mark sabía que las mentiras, repetidas con suficiente convicción, eventualmente se convertían en verdades en la mente de alguien lo suficientemente vulnerable.
Marcus, el estilista que Mark había contratado, era exactamente el tipo de persona que Mark necesitaba: alguien con suficiente talento para hacer que la transformación fuera real, pero con suficiente hambre de dinero como para no hacer preguntas incómodas sobre por qué un estudiante universitario estaba gastando miles de dólares en el makeover de su "amigo".
—Estructura ósea exquisita —murmuró Marcus mientras estudiaba el rostro de Zack como si fuera una escultura—. Pómulos de modelo, mandíbula definida pero no agresiva. Y esos ojos... Dios mío, esos ojos podrían parar el tráfico.
Mark sintió una oleada de orgullo posesivo tan intensa que tuvo que apretar los puños para no agarrar a Zack ahí mismo. Era él quien había descubierto esa belleza oculta. Era él quien había visto el potencial cuando Zack no era más que otro ratón de biblioteca invisible.
Mientras Marcus trabajaba —cortando el cabello castaño de Zack en capas que enmarcaban su rostro de manera que resaltaban sus mejores características, aplicando productos que hacían que su piel pálida brillara con salud, enseñándole técnicas sutiles de grooming que maximizarían su atractivo natural— Mark documentaba cada momento.
No solo con las fotos "oficiales" que supuestamente eran para que Zack viera su progreso. Mark tenía su teléfono personal capturando cada ángulo, cada expresión de sorpresa o deleite que cruzaba por el rostro de Zack, cada momento en que Zack se veía vulnerable y hermoso bajo las luces del salón.
Esas fotos terminarían en su colección privada, junto con todas las otras que había estado tomando durante meses. Pero estas serían especiales. Estas marcarían el momento en que Zack había comenzado su transformación de ratón de biblioteca en el objeto de deseo que Mark había visualizado.
—¿Te duele? —preguntó Mark cuando notó que Zack se tensó mientras Marcus le aplicaba una mascarilla facial.
—No —respondió Zack, pero sus nudillos estaban blancos por la fuerza con que agarraba los brazos de la silla—. Es solo... intenso. No estoy acostumbrado a que la gente me toque tanto.
Mark archivó esa información. Zack tenía problemas con el contacto físico, probablemente debido a años de aislamiento social. Eso significaba que cuando Mark finalmente lo tocara —realmente lo tocara— el impacto sería devastador.
Cuando Marcus terminó, incluso él parecía sorprendido por los resultados. Zack se veía como una versión completamente diferente de sí mismo, como si hubiera emergido de una crisálida para convertirse en algo que había estado esperando todo el tiempo a ser liberado.
Su cabello ahora tenía movimiento y textura, enmarcando su rostro de una manera que hacía que sus ojos parecieran enormes y luminosos. Su piel se veía impecable, con un brillo saludable que hacía que la gente quisiera tocarlo. Y la ropa que Mark había seleccionado transformaba su figura delgada en algo elegante y deseable en lugar de simplemente escuálido.
Pero lo más importante era la expresión en su rostro. Por primera vez desde que Mark lo había estado observando, Zack se veía... esperanzado.
—No puedo creer que sea yo —susurró Zack, tocando su reflejo en el espejo como si fuera una ilusión que pudiera desvanecerse.
Mark se colocó detrás de él, sus manos posándose en los hombros de Zack con una familiaridad que no se había ganado pero que Zack estaba demasiado abrumado para cuestionar.