El martes amaneció gris y pesado, como si el cielo hubiera decidido reflejar el estado mental de Zack. A pesar de las palabras tranquilizadoras de Mark la noche anterior, a pesar de la confesión mutua de amor que había sellado con besos desesperados, las semillas que Ethan había plantado seguían germinando en la oscuridad de su mente.
Zack se sentó en el borde de su cama, mirando fijamente la tarjeta de invitación que había dejado sobre su mesita de noche. El papel era grueso, lujoso, y bajo la luz matutina parecía brillar con promesas que no terminaba de entender.
"Te mostraré lo que es ser deseado por quien eres, no por lo que alguien más te ha convertido."
Las palabras de Ethan resonaban con una persistencia molesta. ¿Era realmente él mismo ahora, o era simplemente una versión mejorada según las especificaciones de Mark? ¿Dónde terminaba Zachary Lourent y comenzaba el proyecto de Mark Castell?
Se tocó el cabello, ahora perfectamente peinado incluso recién levantado gracias a los productos caros que Mark había insistido en comprarle. Se miró en el pequeño espejo de su cómoda y vio a un extraño hermoso mirándolo de vuelta.
"¿Te he hecho sentir menos que hermoso, menos que especial, menos que absolutamente perfecto?"
No, Mark nunca lo había hecho sentir menos que perfecto. Pero esa era precisamente la parte que lo inquietaba. ¿Era amor genuino, o era la satisfacción de un artista admirando su propia obra?
Zack se vistió mecánicamente con la ropa que Mark había elegido para él, cada prenda una declaración de dependencia que no había notado antes. Mientras caminaba hacia el campus, cada reflejo que capturaba en las ventanas le recordaba que esta nueva versión de sí mismo no había surgido orgánicamente. Había sido construida, diseñada, manufacturada.
¿Pero eso la hacía menos real?
Ethan había calculado perfectamente el tiempo y el lugar. Sabía que Zack tomaría la ruta larga hacia la biblioteca después de su clase de literatura comparada, evitando el área más concurrida cerca de la cafetería principal. Era un patrón que había observado durante semanas, mucho antes de que Mark pusiera en marcha su gran transformación.
La diferencia era que Ethan había aprendido a leer a las personas como libros abiertos, mientras que Mark solo leía obsesiones.
Cuando Zack apareció en el sendero arbolado que conectaba los edificios académicos con la biblioteca, Ethan emergió de detrás de una columna como si hubiera sido una coincidencia perfectamente cronometrada.
"Zack," dijo, su voz cargada de sorpresa fabricada. "Qué casualidad encontrarte aquí."
Zack se detuvo abruptamente, su expresión una mezcla de culpa y aprensión. Había prometido no escuchar más los "venenos" de Ethan, pero había algo magnético en la presencia del chico rubio que hacía difícil simplemente alejarse.
"Ethan," murmuró, mirando nerviosamente a su alrededor como si Mark pudiera materializarse de las sombras en cualquier momento.
"Relájate," dijo Ethan con una sonrisa que era tanto tranquilizadora como depredadora. "No voy a morderte. Aunque debo admitir que te ves particularmente... delicioso hoy."
El cumplido envió una oleada de calor por las mejillas de Zack, seguida inmediatamente por una punzada de culpa. No debería estar sintiéndose halagado por las palabras de Ethan. No debería estar aquí en absoluto.
"No puedo hablar contigo," dijo Zack, pero sus pies no se movieron.
"¿Por qué? ¿Porque tu dueño te lo prohibió?"
La palabra 'dueño' fue pronunciada con tanta casualidad cruel que Zack se estremeció visiblemente.
"Mark no es mi dueño," protestó, pero incluso mientras decía las palabras, se dio cuenta de lo débiles que sonaban.
"¿No?" Ethan se acercó un paso, estudiando a Zack con ojos que parecían ver demasiado. "Entonces dime, ¿cuándo fue la última vez que tomaste una decisión sin preguntarte primero qué pensaría Mark?"
Zack abrió la boca para responder, pero se dio cuenta de que no podía. Cada elección que había hecho desde la transformación había sido filtrada a través de la lente de la aprobación de Mark. La ropa que usaba, los lugares donde comía, incluso los libros que leía ahora eran selecciones influenciadas por los gustos y preferencias de Mark.
"Puedo ver en tus ojos que estás empezando a entenderlo," continuó Ethan, su voz adoptando un tono casi gentil. "No es tu culpa, cariño. Mark es muy bueno en lo que hace. Crea dependencia tan gradualmente que no te das cuenta hasta que ya estás completamente atrapado."
"Él me ama," dijo Zack, pero las palabras sonaron como una pregunta más que como una declaración.
"Oh, estoy seguro de que sí," acordó Ethan. "De la misma manera que un coleccionista ama sus mariposas pinzadas en vitrinas. Hermosas, perfectas, y completamente inmóviles."
Zack sintió como si el suelo se moviera bajo sus pies. Cada palabra de Ethan resonaba con observaciones que había estado tratando de suprimir, pensamientos que había estado empujando a los rincones oscuros de su mente.
"¿Qué quieres de mí?" preguntó finalmente.
Ethan sonrió, y esta vez la expresión fue genuinamente cálida.
"Quiero mostrarte lo que se siente ser libre. Quiero que experimentes lo que es ser deseado sin condiciones, sin transformaciones, sin proyectos." Se acercó otro paso, hasta que Zack pudo oler su colonia cara y ver las motas doradas en sus ojos azules. "La fiesta del viernes no es solo una reunión social. Es una oportunidad para que veas quién eres realmente cuando no estás actuando según el guión de otra persona."
"Mark nunca me perdonaría."
"¿Ves?" Ethan levantó las manos como si Zack acabara de probar su punto. "Ni siquiera puedes considerar hacer algo sin pensar primero en su perdón. Eso no es amor, Zack. Eso es control."
Zack se quedó en silencio, luchando con la verdad incómoda de esas palabras.
"Una noche," continuó Ethan, presionando su ventaja. "Una noche para ser simplemente tú mismo. Para conocer gente que te quiera por quien eres, no por lo que alguien más te ha convertido. Para descubrir si el chico que Mark creó es realmente quien quieres ser."