IRINA
Enero, 2016
Mi mamá se la ha pasado diciendo «nuevo año, nueva yo» desde que iniciamos el año. De alguna manera, quería olvidarse de todo lo que pasó después del recital, todos los problemas que tuvo con papá y lo agridulce que fue la navidad para nosotras. Ella quería que hiciera las paces con papá, y su increíble plan para que todo esto pasara fue enviarme a visitarlo a California.
—Realmente no quiero ir.
—Demian está intentando arreglar todo contigo después de cómo se comportó en el recital.
—Pero le dije que lo perdonaba cuando hablamos el otro día por teléfono.
Mi mamá termina de poner más ropa en una de las maletas, cerrándola segundos después.
—No pasaste el verano con él, quiero tenerte cerca para pasar tiempo contigo. —Lisa continua, hablando con dulzura.
—Pero él siempre está ocupado. Estar con él en Los Ángeles significa estar encerrada en su casa con Celia y su perro. A veces Celia me lleva al cine, pero eso es todo, mi papá siempre está trabajando.
Ella toma un paquete de tampones mirándome directamente a los ojos, poniéndolo en mi equipaje de mano.
—Tu periodo no ha llegado. ¿No estás...?
—Por supuesto que no estoy embarazada, ni siquiera tengo novio.
—Pensé que estabas saliendo con Marcus.
—Salimos como amigos, nunca fuimos algo más. Tal vez mi periodo no ha llegado aún porque estaba muy nerviosa por el recital.
—El recital fue hace un mes. —Mi mamá me recuerda.
—Si no quieres creerme, entonces vamos a comprar una prueba de embarazo, te demostraré que no estoy embarazada.
Mi mamá deja el tema por la paz para continuar ayudándome con mi equipaje, mi vuelo sale mañana por la mañana y mi habitación ahora es un desastre porque decidí empacar al último minuto.
Sólo lo hacía por ella, y ella lo sabía. Me he sentido muy triste y desanimada, Julianne dejó el estudio y ahora Dianna baila en la NYC Ballet Academy lista para comenzar con su carrera profesional en cualquier momento. Y yo sigo aquí, estancada. Por lo menos Isabella también se fue y sus amigas ya no me molestan tanto como antes. Sin embargo, me siento tan sola. No tengo amigos en el estudio de danza, Marcus ya ni siquiera me habla y mis dos únicas amigas están persiguiendo sus carreras mientras yo sigo pretendiendo que todo está bien cuando sé que no es así.
A lo mejor por eso no quería irme de mi casa. De alguna manera el departamento en el que vivo con mamá es mi búnker de seguridad, mi zona de confort, en dónde estoy a salvo de la vida que hay allá afuera. Y ahora mi papá quiere que vaya a pasar tres semanas enteras con él para hacer las paces por lo que pasó esa noche en el recital. No quiero ir y sé que mi mamá tampoco quería que la dejara, me lo hizo saber con ese abrazo eterno que me dio en el aeropuerto, con ese beso cálido que dejó en mi mejilla antes de que me fuera, prometiendo llamarla en el instante en el que estuviera en L.A.
Mi papá me esperó en el aeropuerto de Los Ángeles con los brazos abiertos, diciéndome lo que feliz que estaba por mi visita, pidiéndome perdón una vez más por lo que pasó después del recital, arrepintiéndose por no haber estado conmigo en navidad después de todo.
—¿Cómo estuvo tu vuelo?
—Estuvo bien.
—¿Tienes hambre? Sé cuánto te encanta Gray's Papaya y conozco un lugar que vende ese tipo de comida que te gusta.
Mi papá se encargó de mi equipaje cuando caminábamos hacia el estacionamiento para encontrar su auto. Decidió llevarme a este lugar llamado The Hall's Corner, un restaurante de comida rápida que prometía ofrecer un increíble festín, el cual no disfruté porque papá no dejaba de hablarme acerca de llevarme a su trabajo cualquier día de estos para enseñarme cómo funciona el negocio, era una absurda forma de convencerme de que estudie leyes para continuar con lo que él ya ha logrado una vez que herede su bufete.
—Bienvenida a tu segunda casa.
No había estado en esta casa en un largo tiempo. Y ahora, estar en un lugar tan grande me hacía sentir un poco incómoda. Sé que le ha ido bastante bien con su bufete de abogados y también con la venta de su libro, lo puedo ver porque cambió todo en la casa, ya nada está como la última vez que estuve aquí. Era como redescubrir el lugar en dónde papá se sentía más cómodo, viviendo completamente solo. O quizás no tan solo. Tiene un poodle que se llama Jengibre y Celia sigue siendo el ama de llaves. Pero aun así, este lugar se siente muy solo, no hay calor familiar aquí.