IRINA
Septiembre, 2016
Estar de nuevo aquí me hacía sentir tan nostálgica. Viví la gran parte de mi vida en el Estudio de Danza Benward-Lee, crecí en sus salones, de la mano de sus profesores, de Aaron, de Jeanette, de Damon, fue mi segundo hogar por muchos años.
Cuando subí por la escalera me sentí como la pequeña niña a la que su mamá trajo por primera vez a tomar lecciones, esa niña que no se imaginaba que se enamoraría de la danza así, de golpe, desde el primer plié, desde la primera coreografía.
Me quedé mirando la clase del profesor Damon, esas cuatro paredes en dónde tuve largas lecciones. Muchas de mis compañeras seguían ahí, otras cuantas ya se habían ido, ya no estaba Julianne, mucho menos Dianna, Nathaly jamás tendría la oportunidad de regresar al lugar que la vio crecer como bailarina, Isabella jugó demasiado sucio para salir de aquí como una de las mejores y el único legado que dejó fue su grupo de amigas que se mantenía unido aún.
—¡Irina!
El profesor Damon se acerca a mí una vez que la clase termina, me recibe con un abrazo, invitándome a ir a la cafetería para conversar un poco.
—Escuché lo que te sucedió, realmente me alegra que estés bien.
—Lo sé. Yo escuché lo que pasó con Nathaly y…
—Era muy joven. —Se adelanta a decir y busca cambiar el tema—. Pero en serio me alegra verte de nuevo. Fue muy lamentable no haberte tenido para Giselle.
—Tengo algo que compartirle profesor Damon. —No podía esperar más para darle la buena noticia—. Mañana empezaré mis clases en la NYC Ballet Academy.
Él no parecía sorprendido con la noticia, esbozó una sonrisa y tomó mi mano.
—Era cuestión de tiempo. Creo en ti Irina, mañana vas a ir a demostrar que eres buena, lo harás.
—Y en parte es gracias a usted. Gracias, en serio.
Pensar en lo que iba a suceder mañana sólo me ponía más nerviosa. Apenas si pude dormir imaginando cómo sería mi primer día tomando clases con los futuros bailarines de grandes compañías.
Moría de nervios por conocer a Ekaterina Petrov, era una de las instructoras más reconocidas de la escuela y entrenó a grandes bailarinas del Ballet de Nueva York. El simple hecho de pensar en tomar clases con ella me provocaba un hormigueo de nerviosismo en el estómago, ¡no podía esperar para estar ahí!
—¡Estoy por entrar! —Le decía a Ben por teléfono, caminando hacia el edificio.
—¿Cómo te sientes?
—Emocionada y con miedo al mismo tiempo.
—Vamos amor, eres la mejor y vas a ir a demostrarlo. ¡Suerte! Te amo.
—Te amo mucho más, Ben.
Estaba deslumbrada por todo lo que tenía a mi alrededor, los espacios eran tan grandes, la cafetería, los salones, los corredores. Practicaban con música en vivo, un pianista que se encargaba de seguir las instrucciones de los profesores, y los grupos parecían tan disciplinados, así como el profesor Damon decía siempre que debíamos ser.
Me preparé para entrar a mi primera clase, con el leotardo negro, el cabello peinado en un moño casi perfecto, con un par de zapatillas de punta nuevas acondicionadas para usarse ya. La primera clase del programa de invierno ya se encontraba reunida en el salón, chicas de diferentes estados del país y de otras partes del mundo estaban aquí listas para comenzar con las lecciones, con la ilusión de salir de aquí en este primer programa.
—Tal vez en sus respectivos estudios de danza eran las mejores de la clase. Eso se ha terminado, aquí tienen que demostrar con esfuerzo y sacrificio si realmente se merecen aquel título, si en verdad son las mejores.