De adolescente me planteé una y otra vez la situación que estoy viviendo en este momento. Y en ese entonces no me sentía sola ni desamparada. Tenía a mi papá, a mis tíos (amigos de papá) y a mis dos mejores amigas de ese entonces. Tania y Emilce. Nos llamaban "Las TED". Obvio que por las iniciales de nuestros nombres. En aquel tiempo tenía muy en claro lo que haría. Le diría todo lo que mi corazón decía y luego que desapareciera de mi vida. Perpetuamente. Si mi progenitora aparecía le dejaría muy en claro que no la necesito. Pero ahora no estaba del todo segura. Me sentía sola. Muy sola. Necesitaba a mis amigas, a Rosy, a quien sea. Y sólo tenía a Nazareno. Al chico que me fragmentó el corazón en mil pedacitos diminutos al acostarse con otra chica, y ni siquiera fue lo suficientemente valiente como para admitirlo en mi cara.
¿En qué pensaba cuando acepte quedarme a solas con él? Ah, sí, pensaba en no quedarme sola con mi desgracia.
Más allá de eso, agradecía desde lo más profundo de mi corazón que me haya dado la posibilidad de conocer mi verdad. De saber de buena tinta el por qué me abandonaron, aunque así y todo no la justifico. Mucha gente pasa por millones de dificultades y no abandona a sus hijos, ni siquiera los animales lo hacen. No lo entiendo. Está bien, mi padre le rompió el corazón, la traicionó y la defraudó pero ¿yo qué culpa tenía? Tenía meses de nacida. Meses. Nunca voy a entenderlo pero tampoco quiero decirle que en la vida quiero volver a verla porque no lo sé. No sé.
En cuanto a Naza: lo extrañé demasiado.
Y ese abrazó que le di de agradecimiento por traer a mi progenitora a contarme su verdad me hizo remover todo el amor que sentí por él. Diablos ¿a quién quiero engañar? El amor que aún siento.
Las palabras del rubio galán, dichas antes de irse, repicaron en mi cabeza: "olvida lo de la oportunidad, ya tienes a tú príncipe". Me punzó la mirada de dolor de Adhemar al decirme eso. No era así. Nazareno me había engañado, Adhemar no había hecho otra cosa más que hacerme sentir de lo más bien y genial. Me hace reír. El tonto poeta me hace llorar. Pero mi bobo, masoquista y ciego corazón seguía acelerándose sin parar al tener a Nazareno cerca. Me había enamorado por primera vez, había besado por primera vez y me habían roto el corazón por primera vez. Y todas esas cosas recaían en el chico que se hallaba de pie cerca mío en mi solitario departamento.
Cuando ella se marchó no aguanté más y dejé todo salir. Me volví un torrente de lágrimas y sollozos incontrolables. Sentí mi respiración faltar y mi pecho doler. Lloraba porqué me abandonó, lloraba porque volvió, porqué tengo un hermano y no es otro que Thiago el morocho lindo novio de mi amiga. Lloraba por qué sería tía. Lloraba por qué de golpe ya no estaba sola, lo tenía a él, lloraba también de miedo a que él no me quiera, lloré por las mentiras de mi papá. Lloré por mi fatídica y telenovelesca vida. En las novelas se ven totalmente más simples los reencuentros. El llanto de felicidad, el perdón en cuestión de minutos. Ese abrazo fuerte y conmovedor y esa sensación de paz al resolverse el misterio. En la vida real revelar una verdad de tamaña magnitud no es tan simple y bonito, sólo miren como me encuentro, rompiendo en llanto casi a los gritos frente al chico que más humillada me ha hecho sentir hasta el momento. De inmediato una cálida mano acarició mi espalda, todo el cuerpo se me escarapeló, así como las lágrimas salieron sin previo aviso también lo hizo mi reacción automática de girarme y lanzarme a los brazos de mi ex Dulce Poeta. De nuevo. Soy una reincidente que da vergüenza.
─Ya nena, tranquila...─ me abrazaba y sentí su nariz enterrada en mi cuello. Se sentía tan bien estar en sus firmes brazos que me dio cólera. No podía sucumbir de nuevo a él. No podía dejar que vuelva a destruirme así como así ¿o sí?
─Es todo tan confuso...─estuvimos abrazados por largos minutos y solo eso se me ocurrió decir, apreté los ojos pegándome a su pecho soltando las últimas lágrimas.
Eres fuerte, tú puedes con esto...
Me alentaba mentalmente a mí misma para lograr sacar el rostro del pecho de mí...del poeta.
─ ¿Ya mejor? ─ Nazareno me tomaba de los hombros inspeccionando mi rostro con detenimiento y dolor. Lo solté totalmente y solo asentí.