Roxana casi se desmaya cuando le dije que debían operar de nuevo a su bebé, se asustó mucho. Ella llegó minutos después de que Naza se quedó dormido, vino porque tenía uno de esos raros presentimientos de madre de que algo malo está pasando, así que aproveché de contarle. Inmediatamente se fue a hablar con el doctor para preparar los papeles para la operación y saber con certeza cuando seria llevada a cabo.
Regresé a la habitación y me senté a observar a Naza dormir, me he vuelto una acosadora.
Andy se fue a casa hace unas horas, me divertí mucho con él aquí y le hizo muchísimo bien a mi poeta, estaba feliz.
Es tan hermoso cuando duerme, cada uno de sus rasgos se intensifica, lo único que lamento es el no poder ver esos ojos que me apasionan, tan hermosos. Estoy loca por este chico ¿Para qué negarlo? si es más que obvio.
La puerta se abrió y esperé ver a una enfermera pero en su lugar ingresó una joven mujer de tez muy blanca, pelo castaño algo claro, al igual que sus ojos, y largo con ondas como las mías ¿Qué ha de querer?
─Hola...─ dije y se quedó paralizada un instante observándome.
─Hola... ¿nos conocemos?─Me interrogó frunciendo el ceño.
─No, no creo ¿Usted es familiar de Nazareno?─ supuse que ha de serlo y si no, no sé qué hacía ésta tipa aquí.
─Algo así.─dijo caminando hasta la cama y mirando al chico─ Es mi ahijado, soy su madrina...
─Se encuentra mucho mejor, algo desmemoriado pero se arreglará con una cirugía.─ le informé y también me quedé observando al chico dormir.
─ ¿Otra más? ¿Rox ya sabe? ─ La preocupación de la señora me hizo sonreír, parecía que Naza tenía dos mamás, todo un afortunado.
─Sí, le acabo de informar, fue a ver al médico para arreglar todo...si eso sale bien nos iremos al fin.─ Le sonreí y ella se alivió, lo noté en su postura y en la creciente sonrisa en sus labios.
─ ¿Eres su novia verdad?─ preguntó sonriendo, se me hacía muy familiar, de seguro la he atendido en el Liberty.
─Algo así, yo soy...
─ El amor de mi vida...─ terminó Naza por mí y me sonroje a más no poder ¡despierta y ya dice eso! Tierno poeta─ Hola tía Ale...
─Hola bombón de la tía. Tomé el primer avión en cuanto me enteré...─ la mujer se acercó y comenzó a besar sus cachetes con ímpetus mientras Naza se quejaba─ Ay bombón perdón, necesitaba besarte, te he extrañado...no lo podía creer cuando tu madre me llamó.
─Yo los dejo solos un momento...─ me dispuse a irme para darles privacidad pero Naza me detuvo.
─No princesa, quédate, quiero que te conozca mi madrina.
─Si, quédate...─ me sonrió la mujer causándome escalofríos. No sé por qué me inquieta su presencia, me siento ajena a la situación.─ Quiero conocerte...
─De acuerdo, me quedo...─ no podía negarme cuando ambos me lo pedían tan amablemente. Aunque me impacientaba su ser.
Alejandra es abogada, estudio con Roxana, me cuenta mi poeta, pero por razones personales dejó de ejercer y se fue a vivir en el extranjero, cosa que explica su tan hermosa ropa, aquí no encuentras ese estilo.
─Ella también es abogada...─ dice mi dulce poeta.
─Oh no, no aún, me queda un año para serlo.─ me excuse, tonto poeta me hace pasar vergüenza.
─Según me contaron eres muy buena...te felicito querida, el mundo jurídico necesita gente con valores como tú y Rox.
─Y como tú, tía. Debes volver a ejercer.
─No bombón, por el bien de mi conciencia no puedo...─ ambos la miramos confusos─ No me hagan caso.─ rió triste.
La puerta se abrió y los tres esperamos ver la figura tras ella.
─ ¿Llegaste tan rápido? ¡Querida!─ las mujeres se estrecharon en un emocionante abrazo, se ve que eran amigas de hace mucho tiempo─ Oh, Deya... ¿Ya la conociste?─ le preguntaba a la mujer muy asustada, con Naza intercambiamos miradas de no entender nada de nada, la señora Roxana es muy extraña a veces y su amiga no se queda atrás.
─Si, es maravillosa y muy hermosa...─ Alejandra me sonreía y algo raro ocurría en mi pecho, como que se comprimía por una extraña razón, ha de ser la presión de todo lo ocurrido.
─Si...es perfecta, se ha convertido en una mujer muy completa.─ respondió la Doctora desconcertandome─ Ven Ale, hay cosas que debo de contarte...─ las dos se miraron como si pudiesen leerse las mentes mutuamente y salieron, sin mirarnos, de la habitación.
─Si, vayan a comadrear y olvídense del enfermo aquí...─ reprochó Naza al verlas salir pero ninguna mujer volvió siquiera a despedirse.─ Eso fue...