Caminé tranquila por los pasillos. Ya habían acabado las clases y el ambiente en los corredores se sentía algo inquieto. Me parecía extraño ver a chicas aún rondando por ahí, ya que normalmente andaban detrás de los Riffirshon. Era casi un milagro verlas fuera del comedor a esa hora, pues siempre los rodeaban y los acosaban en el almuerzo.
No le di demasiada importancia y seguí mi camino sin fijarme en nada en particular, pero algo dentro de mí me decía que algo no estaba bien... Algo andaba mal.
Ignoré ese sentimiento y seguí caminando, mientras pensaba si ir o no a la cafetería. Siempre terminaba regresando, evitando estar con ellos, pero... ¿Realmente mis lentes cambiarían algo al tratar de evitar esa aura extraña que desprendían? Era un dilema que rondaba en mi mente.
Sacudí la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos que solo me carcomían, y al final decidí no ir a la cafetería. Pasé directo al jardín exterior para ponerme a leer.
Con todo lo que había pasado, no había tenido oportunidad de comenzar el libro rojo, el que, irónicamente, había sido la causa de todo mi problema y ahora el dilema.
Me senté bajo un árbol, intentando despejar mi mente de todo lo que había ocurrido en los últimos dos días. No, ni siquiera dos, en realidad había sido una noche y una mañana. Un solo día que se había sentido como una pesadilla.
Había pasado mucho tiempo desde que recordé la imagen de mi tía, y, bueno, ayer volví a pensar en ella, en la manera tan cruel y desastrosa en que denigraron su cuerpo, cortándolo para formar palabras obscenas que calumniaban su ser.
Sentí mis ojos picar de nuevo, pero los negué y suspiré pesado. Me quité los lentes para limpiar las lágrimas que se habían acumulado. Suspiré de nuevo, tratando de tranquilizarme, y abrí el libro para empezar a leerlo y despejar mi mente de todo. En poco tiempo, me sumergí en la lectura, dejando que el tiempo pasara sin darme cuenta.
(...)
Mientras leía tranquilamente, una sensación recorrió todo mi cuerpo. Un tremendo escalofrío me hizo rodar los ojos. Estaba demasiado aburrida de esto.
"¿Qué ganan con espiarme todo el tiempo?", me quejé por dentro, mordiendo mi labio inferior. Dejé el libro sobre mis piernas y pasé mis manos por mi rostro, completamente desesperada y aburrida.
- ¿Qué esperan?, ¿Que les hable? - me quejé en voz baja, con la cara oculta entre mis manos. Miré hacia los lados, buscando la fuente de la sensación, y vi a los cuatro Riffirshon desde la entrada de la universidad, mirándome. - Dejen de acosarme, carajo. Si van a venir, vengan de una vez... Esto me incomoda demasiado... - me quejé, apretando mis puños sobre mis piernas mientras miraba el libro que antes tenía en las manos. Como por arte de magia, comenzaron a acercarse hacia mí.
Tomé mi libro nuevamente, tratando de concentrarme en él mientras se acercaban. Hice de cuenta que no los había notado, ya que ni siquiera los miré directamente.
- Hola, princesa - me saludó Rusther, sonriendo, cuando se acercaron. Los cuatro estaban frente a mí, y yo no apartaba la vista del libro, haciendo lo mínimo posible para no ignorarlos completamente, al menos a Rusther, que me había ayudado a arreglar mis lentes.
- ¿Podemos sentarnos? - preguntó el que reconocí como Roderick. Asentí sin mirarlos, y se sentaron a mi lado y frente a mí. Randi me miraba de una forma tan penetrante, tan centrado en mí, que me hizo sentir incómoda por un momento. Su mirada, a través de los lentes de sol, me atravesaba, y un horrible escalofrío me recorrió todo el cuerpo, erizando mi piel. De repente, sentí que me faltaba el aire, quedando estancado en mi garganta, sin poder llegar a mis pulmones.
Lo disimulé lo mejor que pude, no quería que extraños se preocuparan por mí. Además, esa sensación de ahogo se había vuelto casi una costumbre últimamente, sucediendo en todos lados. De repente, escuché cómo Rasher le daba un golpe a Randi, claramente molesto. Subí la mirada del libro y los miré por primera vez.
- Oye, ¿qué te pasa? - se quejó Rasher, sobándose el lugar afectado y mirándolo mal.
- Deja de ser un imbécil - le respondió Randi, visiblemente molesto, fulminándolo con la mirada.
- Yo no he hecho nada, lo juro - replicó Randi, frunciendo el ceño.
- Ajá, y yo soy Jure Grandon - dijo Rasher, rodando los ojos. Eso me hizo reír un poco, y la atención de los cuatro se centró en mí, con una pequeña opresión en mi pecho.
Mis mejillas ardieron un poco al sentir la mirada de los cuatro sobre mí. Miré el libro nuevamente y carraspeé, algo incómoda.
- Si no me equivoco, Jure Grandon es el primer documentado oficialmente como vampiro de la historia en Kringa - dije, seria, para dejar la incomodidad de lado. Randi asintió, algo fascinado con mi respuesta. Yo trataba de mantener la vista en el libro, fingiendo leerlo. La aura que rodeaba a estos hermanos era extraña, pero no resultaba adictiva para mí.
- Exactamente - dijo, sonriendo levemente, un poco fascinado.
- ¿Crees que existan los seres sobrenaturales? - preguntó Roderick, sin pensarlo demasiado, ganando la atención de todos. Lo miré dejando el libro sobre mis piernas. Sus hermanos lo fulminaban con la mirada, como si hubiera dicho la peor barbaridad de la historia. Asentí con una pequeña sonrisa.
- Creo que hay algo sobrenatural en algún lado del mundo, así como también puede ser fascinante e incluso adictivo y peligroso conocer cosas nuevas de todos... Además, no creo que sea tan obvio que me llama la atención eso - dije. Los cuatro me miraron con curiosidad, sonriendo levemente. - Por supuesto que creo en lo sobrenatural, pero honestamente, no me gustaría conocer ese lado del mundo - concluí con indiferencia. Se miraban decepcionados por mi aporte a la conversación, pero no entendí por qué. Lo ignoré.
- ¿Por qué? - preguntó Rusther. Lo miré.
- Porque no soporto ni a los mismos humanos que me rodean día a día, ¿y voy a soportar a sobrenaturales zafados de la cabeza que están atados a personas simplemente porque su respectiva Diosa los ha puesto como "almas gemelas"? - dije con ironía, recogiendo uno de mis pies hacia mí y tomando de nuevo el libro. - Además, si me llegara a adentrar en ese lado del mundo, tendría que haber una razón para ello, no así por así - negué convencida. - Y peor aún si me tocara ser el predestinado de alguno de esos seres... - hice una mueca con la mirada clavada en el libro, pasé la hoja y seguí hablando. - Gracias, pero no gracias - concluí. Los cuatro suspiraron fuerte, profundo y sonoro, y me miraron con una ceja alzada, completamente curiosos. Tenían la mirada en el suelo, y Randi parecía el más perdido en sus pensamientos, a pesar de llevar gafas de sol. Y ahí estaba yo, metiéndome donde no debía, donde había huido todo este tiempo, pero no podía simplemente ignorarlos cuando ya habíamos establecido una "charla" decente.