Miré de reojo a la chica, la que ahora se alejaba de mí, caminando con una furia palpable en cada paso que daba. Gruñía entre dientes, molesta por lo que acababa de suceder, y no pude evitar notar cómo sus puños estaban apretados con fuerza, como si estuviera a punto de estallar. Era extraño, ver cómo esa rabia, esa frustración, se reflejaba en su rostro. No entendía qué la hacía tan vulnerable a mis provocaciones. Quizás nunca lo haría, pero eso solo incrementaba mi curiosidad.
Cuando vi que desaparecía entre la multitud, dejé que el silencio se apoderara del momento. Mi mente estaba llena de preguntas, pero ninguna respuesta clara. Sin embargo, algo en su declaración me dejó intrigado. Esas palabras cargadas de veneno, esa fuerza con la que me golpeó... ¿qué había detrás de todo eso? No era solo rabia sin más. Había algo más profundo, algo que me costaba identificar, pero que sin duda estaba marcado en sus ojos. A pesar de todo, nunca pensé que un simple enfrentamiento en los pasillos de la universidad podría desatar tanto en ella.
Suspiré y observé el contenido de mi termo, tomando un último sorbo del líquido carmesí que aún quedaba en él. Después de todo, ese enfrentamiento me había dejado una sensación extraña. ¿Qué demonios la hacía tan diferente? ¿Qué había ocurrido en su vida que la transformaba de esa forma, una mezcla de furia y desesperación? En mi mundo, las emociones nunca eran tan simples. Todo estaba regido por el poder, la jerarquía, y el respeto. Las palabras de ella me afectaron más de lo que quisiera admitir. ¿Por qué? Porque ella no temía enfrentarme, porque me había desafiado de una manera que nadie más se atrevería a hacer. No me lo tomaba como una ofensa, pero, de alguna manera, sentí que había algo en sus palabras que había atravesado mi coraza de arrogancia.
Miré a mi alrededor, asegurándome de que nadie me estuviera observando, y dejé que mis pensamientos divagaran un momento. Observé hacia el jardín que adornaba la universidad. Ese huerto lleno de flores, cuidadosamente cultivado por las ninfas y los estudiantes de primer año. Era increíblemente bello, casi mágico, pero no era eso lo que me mantenía absorto en la escena. Era la sensación de que todo estaba fuera de lugar, como si algo se estuviera rompiendo en mi interior mientras pensaba en ella. Esa chica, esa humana, había tocado algo dentro de mí sin ni siquiera saberlo. ¿Cómo había llegado a esto?
Volví a mi posición, recostándome en la pared mientras observaba cómo los estudiantes seguían pasando a mi alrededor, sin prestarme mucha atención. La paz del huerto me envolvía, pero no podía dejar de pensar en ella. No era como todos los demás, lo sabía. Había algo de su pasado que la mantenía atada, algo que la había marcado de manera irreversible. Y eso... eso me intrigaba más que nada.
Recordé las palabras que mi madre me solía decir cuando jugábamos a las atrapadas con mi padre: "Un soldado no puede ir a la guerra sin armamento y una estrategia". Sus consejos siempre resonaban en mi cabeza cuando me encontraba ante una situación que no comprendía del todo. Y ahora, con esta chica, sentía exactamente lo mismo. ¿Qué podía hacer para conocerla mejor? ¿Cómo podría desentrañar el misterio que la rodeaba?
Era un desafío, sí, y no podía resistirme a la tentación de saber más. A pesar de las reglas, de las consecuencias, sabía que debía investigar. Tenía que encontrar una forma de acercarme a su historia, entender su pasado. Podría buscar en los registros de la universidad, entre los datos y archivos que mantenían bajo llave. Y aunque no se suponía que debería hacerlo, no me importaba. Era un Riffirshon. Nadie podría decirme nada al respecto. Nadie podría detenerme.
Por más que intentara racionalizarlo, el hecho era que la curiosidad que sentía por ella superaba cualquier protocolo. No podía dejar que esta oportunidad se me escapara. Si ella tenía algo que ocultar, algo que la mantenía en esa espiral de rabia, entonces yo tenía que ser quien lo descubriera.
Al final, todo se reducía a eso. La necesidad de conocerla, de entender lo que había detrás de sus ojos, de esa furia constante que la acompañaba. No era solo una cuestión de venganza o simplemente un enfrentamiento casual. Había algo más, y me disponía a descubrirlo. Sabía que no sería fácil, que las sombras de su pasado no se dejarían revelar tan fácilmente. Pero no me importaba. Un Riffirshon siempre encuentra la manera de salir victorioso, y no iba a dejar que esta fuera la excepción.