~ Capitulo 18 / Rasher ~

Mis hermanos habían estado actuando raro desde que salimos de la universidad, pero los ignoré porque tenía cosas más importantes que hacer. No podía preocuparme por ellos en ese momento. Después de todo, siempre habían tenido sus propias maneras de manejar las cosas, y yo no tenía intención de involucrarme en cada una de sus situaciones, especialmente cuando lo que realmente me preocupaba era entender a fondo a la mujer que había comenzado a llenar mis pensamientos.

Ya era de noche, y mi habitación estaba iluminada solo por la tenue luz que emanaba de mi escritorio, donde los papeles y expedientes de la universidad se amontonaban. Los había sacado con la esperanza de encontrar algo que me ayudara a entender mejor su pasado, algo que explicara las cicatrices, tanto físicas como emocionales, que la marcaban. Ese era mi objetivo, el entenderla. No podía permitir que alguien que fuera tan importante en mi vida, incluso si de manera indirecta, siguiera cargando con sombras de un pasado que la mantenían aislada y distante de nosotros.

La puerta de mi cuarto fue tocada una vez. El sonido resonó en la quietud de la habitación. No era un golpe fuerte ni urgente, pero suficiente para que me distrajera de lo que estaba haciendo. Al principio no respondí, con la esperanza de que quienquiera que fuera se iría. Sin embargo, Rusther, el que más había actuado raro de todos, abrió la puerta y entró sin esperar una respuesta. Cuando lo vi, su rostro no mostraba signos claros de lo que estaba buscando.

-¿Me puedes prestar algo? -preguntó desde la puerta. Su tono era casual, pero en su voz había una ligera tensión que me llamó la atención. Rusther siempre había sido más distante que los demás, y en ese momento no estaba seguro si su petición era genuina o si algo más se escondía detrás de sus palabras.

Se rascó la nuca de manera incómoda mientras dejaba el pomo de la puerta. Sabía que algo estaba pasando, pero decidí no presionarlo aún.

-¿Qué cosa? -pregunté, girando ligeramente la silla giratoria para mirarlo completamente. Intentaba leer sus facciones, como si sus ojos pudieran revelar la verdad detrás de su visita. Sabía que tenía algo en mente, pero no estaba seguro de qué.

-Unos libros familiares -respondió, entrando por fin en la habitación. Lo observé con una ceja levantada, aún desconfiado. Le resté importancia y asentí, accediendo sin pensarlo demasiado. A decir verdad, rara vez me pedía algo, así que cuando lo hacía, no me cuestionaba. Por alguna razón, me resultaba difícil negarme a sus peticiones. Roderick siempre decía que lo teníamos demasiado consentido, pero no era el único que caía en ese juego.

-Allá -señalé uno de los tres estantes de mi cuarto. Rusther pasó junto a mí y, sin dudar, comenzó a tomar algunos libros de allí. Parecía estar en una prisa sutil, como si no quisiera perder tiempo.

-Gracias, apenas los desocupe te los regreso -dijo rápidamente, con la intención de salir de la habitación lo más rápido posible.

-Rusther -lo llamé antes de que pudiera salir. Se detuvo y me miró, pero su mirada no reflejaba la misma confianza de antes. Parecía nervioso, como si hubiera algo que no quería decirme.

-Dime -respondió, sosteniendo los cinco libros en sus manos, aún sin mirar hacia atrás.

-¿Para qué los necesitas? -curioseé, ligeramente intrigado. Rusther hizo un ademán con la mano, restándole importancia.

-Nada importante, no tienes que preocuparte. Bueno, me voy -dijo de manera rápida, y antes de que pudiera responder, salió de mi cuarto y cerró la puerta tras de sí.

Lo dejé estar. Si fuera algo realmente importante, sabía que eventualmente me lo diría. Pero había algo en su actitud que me inquietaba. Era una costumbre en mis hermanos acudir a mí cuando algo grave estaba a punto de suceder. Sin embargo, casi siempre lo hacían cuando ya estaban al borde de la ruina, cuando la guillotina ya se cernía sobre sus cuellos. Pero, por alguna razón, elegí ignorar esa intuición por un momento. Decidí no darle más vueltas y volví a lo que estaba haciendo.

Volví a concentrarme en la pantalla de la computadora, con el archivo abierto frente a mí. Mientras repasaba los detalles de la información que había encontrado, mi mente se centró en el apellido Fanderfort. Lo había visto antes, pero no recordaba en qué contexto. Decidí seguir investigando.

-¿Fanderfort? -murmuré para mí mismo, como si el nombre en voz alta pudiera darme alguna pista. Hice clic en él, abriendo el archivo adjunto completo. No solo quería ver el nombre, sino todo el contexto que lo rodeaba. Y lo que encontré no hizo más que aumentar mis dudas y mi desconcierto.

"Familiares de la alumna:
Tía paterna, Monica Fanderfort, esposa de Hernad Fanderfort; Ambos difuntos, asesinados de manera inhumana cuando la alumna aún era más joven.
Padre..."

Leí el expediente con más atención. El nombre de su madre, que la abandonó, su padre empresario, y otros detalles sobre su vida. Pero lo que realmente me detuvo fue el apellido Fanderfort. Algo en ese nombre me daba vueltas en la cabeza, pero no lograba entender por qué. El apellido no solo pertenecía a una familia cualquiera, sino a una de las más influyentes en nuestro mundo, un apellido que se encontraba vinculado a secretos antiguos y oscuros. Algo me decía que la historia de esta mujer no era tan simple como lo parecía.

-¿Hernad? -susurré, con los ojos bien abiertos al leer el nombre. Mi mente comenzó a hacer conexiones rápidas. -Debe ser una broma -murmuré, sin querer creer lo que mis ojos estaban viendo.

Impulsé la silla con mis pies y la arrastré hasta el estante dos, donde tomé un libro negro de los que guardaba allí. Ese tipo de libros eran de los que hablaban sobre los traidores de la familia, aquellos que eran exiliados y castigados de forma brutal. Dependiendo de la magnitud de la traición, el castigo variaba, pero siempre era severo. Yo tenía esos libros porque me interesaba conocer la historia de nuestra familia y los secretos que habían sido enterrados durante generaciones. Mis hermanos, al ser herederos, también solían consultar estos textos.