Mi cabeza trabajaba a mil por segundo. Karol le gruñía a Ethan, llamándolo de otra manera, mientras su mirada azul se clavaba en mí con intensidad.
Ethan respondió con un gruñido propio, sus ojos dorados brillando con una ferocidad latente.
—No te conviene retarme, Linsey. Déjala. —Su voz resonó con una autoridad imponente, haciendo que diera un respingo y llevara las manos a mi pecho. Retrocedí un paso instintivamente cuando su tono se elevó, pero la energía sofocante que se desató en el ambiente me dejó en mi lugar, inmóvil.
Karol no apartó la mirada de mí.
De repente, Kighen, un chico de mi clase de administración de empresas, salió corriendo del centro con expresión alarmada.
—¡Alpha! —gritó mientras se acercaba a Ethan. Lo tomó por los hombros con firmeza y luego me observó de manera intercalada, a mí y a Karol. Parecía medir la situación con urgencia—. No hagas nada de lo que puedas arrepentirte. Ella es una humana.
Apreté los puños con fuerza al escuchar esa última palabra. A pesar del miedo que sentía por Karol y la preocupación que me consumía por los Riffirshon, ese calificativo tan banal me hirió. "Humana". Como si fuese un simple título que me volvía insignificante. Una ola de emociones se encendió dentro de mí, recorriendo mi cuerpo con un calor abrasador.
—Cálmate, no armes un escándalo aquí, Kaizer —insistió Kighen, aún reteniéndolo.
Pero Karol no le prestó atención.
—No te volverás a acercar a ellos —gruñó, ignorando a los demás. Su voz era un filo de hielo cortando el aire entre nosotras. Sus ojos seguían siendo de un azul profundo e hipnótico, oscuros como el océano en plena tormenta.
—No te acercarás —repitió, con un tono cargado de amenaza—. Te lo prohíbo.
El miedo seguía recorriendo cada fibra de mi cuerpo, pero algo más comenzó a abrirse paso entre ese temor: rabia. Una ira creciente, ardiente, como fuego lamiendo mis venas a toda velocidad.
Fruncí el ceño y di un paso adelante, encarándola con la mandíbula tensa.
—¿Y quién carajos eres tú para prohibirme algo? —solté entre dientes.
Karol arqueó una ceja, divertida por mi desafío. Sus labios se curvaron en una sonrisa sarcástica mientras avanzaba hacia mí con aire molesto. Pero yo no me moví ni un centímetro.
Por dentro, mi cuerpo me gritaba que corriera. Que me alejara y buscara a los Riffirshon de inmediato. Me preocupaban de manera irracional, sin siquiera entender por qué. Debería aprovechar esto como una excusa perfecta para no volver a hablarles… pero la idea de alejarme de ellos me inquietaba más de lo que quería admitir.
Karol inclinó la cabeza, analizándome con intensidad.
—No me tientes la paciencia, Ashly —gruñó con voz grave—. No sabes con quién te metes. Solo quieren el control. Es peligroso si se lo cedes. No te acerques más.
Una risa sarcástica escapó de mis labios.
Tener sus ojos azules oscuros clavados en los míos me hizo estremecer, pero no flaqueé ni un poco.
De pronto, Ethan rugió con furia.
—Un paso más hacia ella y te mato, pequeña loba.
Kighen lo sujetó con más fuerza, pero Ethan seguía intentando liberarse.
—No deberías meterte en esto, Alpha —intervino uno de los otros tres chicos que ahora estaban junto a Kighen—. No. Le. Incumbe.
Ethan gruñó, revolviéndose entre los brazos de los cuatro que intentaban contenerlo. Su rabia era palpable, como un huracán desatado.
—¡Claro que me incumbe! ¡Porque ella es mi Luna! —rugió con una intensidad que hizo que el aire mismo pareciera vibrar.
Karol abrió los ojos con sorpresa y lo miró con incredulidad.
—¿Luna? —murmuró, como si la palabra no tuviera sentido en su boca.
Se soltó de los cuatro chicos que la sostenían de un solo movimiento y dio un paso al frente, con el desconcierto pintado en el rostro.
—Así es. Mi Luna. —Ethan reafirmó, su tono bajo pero cargado de significado.
Los cuatro que lo rodeaban también parecían sorprendidos, aún más que Karol.
—Eso es imposible… —susurró ella, casi sin voz.
De pronto, la energía sofocante que había sentido antes se intensificó. Fue como si una fuerza invisible me empujara hacia abajo, como si el aire mismo intentara aplastarme. Mis piernas temblaron y mi respiración se volvió errática, pero me negué a demostrar debilidad.
No aparté la mirada.
—Alpha… —Karol habló de nuevo, su voz apenas un murmullo. Su expresión era de absoluta negación, como si quisiera aferrarse a una verdad distinta—. Ella no puede ser Luna.
Ethan le respondió algo, pero sus palabras se desdibujaron en mi mente.
Mi visión comenzó a nublarse.
El aire apenas entraba en mis pulmones.
Y en mi cabeza, un solo pensamiento retumbaba con fuerza:
Los Riffirshon.
Una sensación desconocida me invadió.
Algo iba mal.
Muy mal.
"¿Dónde estarán?, ¿estarán bien?", Me empecé a desesperar más por mis pensamientos que por la falta de oxígeno en mis pulmones. "¿Qué les habrá pasado?, ¿Rasher?, ¿Rusther?, ¿Roderick? y hasta el antipático de Randi...", Mi cabeza daba cientos de vueltas con las ideas que rondaban en ella.
De golpe, el aire volvió a circular por mis pulmones, haciéndome tomar una gran y escandalosa bocanada de aire que llamó la atención de los seis frente a mí. Me hablaban, pero yo seguía atrapada en mis pensamientos.
Me doblé en mi lugar, colocando las manos en mis rodillas mientras tomaba profundas y desesperadas bocanadas de aire. Cerré los ojos intentando recuperar el aliento. Ethan se colocó frente a mí, agachándose a mi altura casi de inmediato.
—¿Estás bien, mi Luna? —preguntó. Lo ignoré completamente.
—Rasher… —murmuré sin saber por qué, mientras dos lágrimas resbalaban por mis mejillas, calentándolas. Karol gruñó, apretando los puños. Sentí un ardor en las manos y recordé la pequeña herida. Mis mejillas ardían por las lágrimas y mi expresión reflejaba la incomodidad de todo el momento.