“¿Surprise?” pensé desconcertado, observándola frente a mí.
Acabábamos de regresar de cazar en el bosque y, al entrar, lo primero que vi fue su pequeña figura en la sala de nuestra casa. Estaba allí, con los ojos brillantes, llamándonos con apodos extraños, como si todo fuera normal. La sorpresa me dejó sin palabras por un momento, mientras mi mente luchaba por procesar la situación.
¿Cómo había llegado hasta aquí?
¿Quién le dijo dónde vivíamos?
¿Cómo entró a la casa?
¿Qué demonios estaba haciendo aquí?
Estas preguntas se amontonaron en mi mente, una tras otra, sin descanso. Mi corazón latía con más fuerza de lo que debiera. La incomodidad se apoderó de mí al intentar encajar su presencia en la ecuación de todo lo que había sucedido en las últimas semanas. A pesar de que no habíamos tenido la menor idea de que ella vendría, algo en su actitud me hizo pensar que no había sido una coincidencia.
—¿Surprise? —se quejó Randi desde su lugar sobre la isla de la cocina. Su rostro se tornó ligeramente rojo y levantó la mirada, evitando hacer contacto directo con ella.
Me hizo sentir un poco más tenso. En su tono había una mezcla de frustración y algo más, algo que no podía identificar con claridad.
—Lo siento, sé que no debería estar aquí, pero no podía quedarme con la preocupación de qué les había ocurrido —respondió ella, con una mezcla de timidez y firmeza. Su voz sonaba sincera, pero también algo perdida en medio de tanta confusión.
—¿Están bien? —preguntó, buscando alguna respuesta, con los ojos fijos en nosotros, esperando un gesto que confirmara que todo estaba en orden.
—Lo estamos —afirmó Rusther desde detrás de ella, su rostro también rosado. Se veía tan incómodo como yo, pero su voz, al igual que la mía, salió con cierta calma que casi no sentí.
Ella suspiró aliviada, como si un peso se le hubiera levantado. Pero algo en su expresión seguía mostrando que no estaba completamente segura de la situación.
—Bien, me alegro... —dijo con un tono algo dubitativo—. Creo que ya es hora de que me vaya. Lamento haber llegado de esta manera —añadió, dando un paso hacia la salida.
Pasó a mi lado y, de forma instintiva, la tomé del brazo para detenerla.
—¿Qué haces? —me reproché a mí mismo en silencio. ¿Por qué la estaba deteniendo? ¿Por qué no dejaba que se fuera? Algo en mi interior me decía que era mejor mantenerla cerca, pero no entendía qué.
—Gracias por preocuparte, pero pudo haber sido peligroso para ti —dije en un tono serio, esperando que ella comprendiera el peligro que corría al meterse en medio de todo esto.
Ella negó con la cabeza de inmediato.
—No sé qué les ocurría... —respondió, soltándose de mi agarre. Alzó la vista para mirarme directamente a los ojos. Sus ojos grises brillaban con una determinación que casi me hizo dudar—. Pero estoy cien por ciento segura de que, sea lo que sea, ustedes no me habrían dañado —afirmó, sus palabras llenas de una seguridad que era difícil de ignorar. Por un breve momento, incluso yo me sentí convencido por su confianza, y sonreí ligeramente.
—No sabes con qué te metes, no estabas segura… —murmuró Roderick, mirando hacia otro lado, evitando su mirada.
Ella lo miró fijamente y se encogió de hombros.
—Si yo confío, ¿por qué no habría de seguir confiando? —dijo con una simplicidad que me hizo pensar en lo frágil que era esa confianza. Su manera de aferrarse a esa idea era tan inocente que casi me hizo sentir culpable por desmentirla.
Sabía que ella no entendía el verdadero peligro que corría, que estaba completamente desinformada sobre lo que éramos realmente y lo que podríamos llegar a hacer si las cosas se salían de control.
—Gracias por el voto de confianza, pero eso no era verdad —dijo Randi con una mirada seria. Bajó de la isla de la cocina, acercándose a ella. La observó fijamente, sin mostrar ninguna emoción—. Te recomendaría que te mantuvieras alejada de nosotros —añadió, con un tono neutral, sin siquiera mirarla directamente.
—¿Por qué todos dicen eso? —se quejó ella, pasando a mi lado hacia Randi. Le tomó del brazo, forzándolo a mirarla—. Me importa un cacahuate si es mejor o no para mí. No sé qué mierda me hicieron, pero les tengo cariño a todos ustedes... No me gustaría que dejaran de hablarme de la noche a la mañana… —su franqueza me sorprendió. Era tan directa, tan honesta, que por un momento me hizo dudar sobre la forma en que la estábamos tratando.
—¿Como tú lo hiciste con nosotros? —se quejó Roderick, interrumpiéndola y apartando su brazo de la agarre de ella.
Ella lo miró, con el rostro aún determinado.
—Por estúpida —afirmó con seguridad. Se ganó otra mirada fulminante de él—. Lamento eso, de verdad, es todo tan extraño lo que está pasando en mi vida que es difícil mantener todo en orden. Trato de no mezclarlo, pero... —murmuró dudosa, bajando la mirada, y ese gesto me molestó de alguna manera.
—Nosotros no tuvimos nada que ver con tu tía —aclaré rápidamente, intentando calmar la situación. Ella levantó la vista hacia mí en cuanto pronuncié esas palabras.
—A pesar de que somos una familia grande, podría decirse que nada es un secreto entre nosotros —continué, sin apartar la mirada de sus ojos—. Además, le dijiste a Rusther que si le importara, lo investigaría. —Concluí, encogiéndome de hombros, buscando terminar el tema sin más conflicto.
Ella se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de decir. Finalmente, asintió, como si se estuviera convenciendo a sí misma de que era cierto.
—Me alegro que estén bien —murmuró, y la tranquilidad que había en su voz, aunque tímida, parecía sincera.
—Pero creo que es hora de que regrese a mi departamento —dijo, comenzando a dar unos pasos hacia la salida, como si quisiera escapar de todo esto.
Pero fue Randi quien la detuvo esta vez, interponiéndose en su camino.
—¿Por qué? —preguntó él, viéndola con curiosidad.
Ella lo miró, un poco confundida.