Dulce Tentación

~ Capitulo 33 / Ashly ~

Mi estómago gruñó, llamando la atención de los cuatro a mi alrededor, lo que me hizo sonrojarme de manera evidente.

—¿No has desayunado? —me preguntó Randi. Bajé la cabeza un poco mientras Rusther me hacía unas trenzas en el cabello. Estaba sentada en el suelo, entre las piernas de Rusther, que estaba en el sofá peinándome.

—Para ser sincera, apenas me dio tiempo de ducharme —confesé, apenada.

—Terminé —avisó Rusther, y me dio un espejo. Lo tomé con cuidado. Había hecho dos trenzas en los costados, y a la mitad de cada una, había una pequeña coleta que dejaba mi cabello ligeramente ondulado, cayendo de manera elegante.

—Están lindas —dije sonriéndole. Me volteé para quedarme frente a él, bajando el espejo a mis piernas.

—¿Quieres algo de comer? —preguntó Rasher.

Negué con la cabeza.

—No se molesten, ya luego buscaré qué comer —dije, sonriendo al ver las detalladas y finas líneas del rostro de Rusther en el espejo. No pude evitar perderme en esos ojos lilas hermosos, observándolos por el reflejo.

—No hagas eso —casi gritó Roderick, lanzándose hacia mí y quitándome el espejo de las manos. Me sobresalté, algo confundida.

—¿Qué cosa? —preguntó Rasher, mirándolo.

Roderick volteó el espejo hacia él. Rasher puso cara de entender y me miró horrorizado. Aparté mi mirada de ellos, aún sin comprender completamente la situación.

—Solo miraba a Rusther por el espejo —me quejé, sintiendo mi cara roja—. No es como si fuera a matar a alguien.

—¿Verme por el espejo? —preguntó Rusther, extrañado. Aún sin verlos, se acercó a Roderick, le quitó el espejo de las manos y lo miró de reojo. Se observó en el reflejo. —¿Qué... qué carajos? —se quejó.

—¿Qué? —preguntó Randi.

Rusther jaló a Roderick de la camisa y lo puso frente al espejo, reflejándolo también.

—Esto debe ser una puta broma —se quejó Roderick, horrorizado, como si fuera la primera vez que se veía en un espejo.

—A veces actúan muy raro —me quejé, mirándolos, suspirando—. A todo esto, ¿qué hora es? —pregunté, viendo a Roderick y a Rusther con el espejo en las manos.

—Las once y algo de la mañana —me respondió Rasher, mirando a sus hermanos.

—Maldita sea —me quejé, los cuatro me miraron—. No he ido a ninguna clase —me quejé, sintiéndome un poco perdida.

—Por eso no te preocupes, hablaremos con tus maestros —dijo tranquilo Randi.

—Gracias, pero no gracias —le respondí, colocándome la mochila y buscando la salida.

—Tercer estante —dijo Rusther sin mirarme. Asentí y moví el tercer estante, que se hizo a un lado, dejando la salida a la vista.

—Nos vemos luego —me despedí de ellos, saliendo de ahí. Me despedí, y cuando salí, el estante regresó a su lugar.

Caminé por los pasillos de la enorme biblioteca de Reffirshon, con la mochila al hombro y mis lentes puestos. Doblaba por uno de los pasillos cuando—

—¡Mierda! —me quejé otra vez, chocando con alguien.

"Maldita mi suerte", me quejé internamente. Me detuvieron antes de caer al suelo.

—¿Estás bien? —preguntó quien me detuvo. Abrí los ojos.

—Hola otra vez —saludé apenada—. Lo siento —me disculpé con él. Él sonrió y negó con la cabeza.

—No te preocupes —me tranquilizó, soltándome. Levantó la mano con mi móvil en ella.

—¡Mi teléfono! —exclamé, emocionada, y lo tomé rápidamente. Él sonrió de nuevo.

—Se te cayó cuando chocamos temprano —me explicó—. Te llamé, pero no regresaste. Así que lo recogí. Iba a entregarlo a recepción, pero pensé en buscarte más tarde.

—¿Vives en el mismo edificio que yo? —pregunté, algo sorprendida. Él asintió.

—Hace ya tres años —respondió.

—¿Y estudias aquí? —pregunté, curiosa.

—Es mi tercer año aquí también —dijo, sonriéndome. Asentí, guardando mi teléfono en mi pantalón.

—Bueno, ¿vamos a tomar algo? Yo invito, como disculpa —le dije. Él asintió, sonriendo.

—Soy Ian, Ian Cashter —se presentó, extendiéndome su mano. Sonreí y la tomé.

—Ashly, Ashly Bankender —me presenté, estrechando su mano. Él sonrió aún más.

—Bueno, ¿a la cafetería de aquí o a otro lado? —me preguntó.

—Compremos algo en la cafetería de aquí y luego vamos a otro lado —propuse, él rió y asintió.

(...)

—Así que tu familia son empresarios en Estados Unidos —dije, tomando de mi malteada. Compramos unas malteadas en la cafetería y luego vinimos al huerto; ahora estábamos hablando sobre nosotros.

—Mi mamá tiene una agencia de modas y mi papá una mesa de abogados —dijo él, mirándome—. ¿Qué me dices de ti? —preguntó.

—Mi mamá me abandonó a los meses de nacida, mi papá me ha criado desde entonces. Es diseñador gráfico y tiene su propia empresa de diseñadores en Londres —le respondí.

—¿Bankender? ¿Bankender? —murmuró él—. ¿Tu padre es Jefferson Bankender, el hombre más famoso por su gran empresa de diseñadores de Londres? —dijo emocionado.

—Al parecer lo conoces —me burlé.

—¿Cómo no conocerlo? —dijo, en tono soñador—. Es el hombre más importante de Londres y uno de los más bondadosos; ayuda a niños con cáncer y tiene una fundación para niños quemados... Es como Jesús reencarnado, solo que guapo y con dinero —continuó, emocionado.

—Le gusta cuidar y salvar a los niños del mundo, pero jamás se ha preocupado por su propia hija —murmuré entre dientes, mordiendo la pajilla de mi vaso. Él cayó.

—Lo siento —se disculpó él, pero yo negué.

—Tranquilo, esa es la idea que le tienen todos al gran empresario Jefferson Bankender —dije, encogiéndome de hombros—. Sus negocios y su caridad lo hacen parecer el hombre perfecto... pero al final, no es tan perfecto —agregué, sonriéndole.

—No todo es lo que parece —murmuró él, mirando las flores amarillas frente a nosotros. Asentí, algo confundida.

—¿Por qué me da la sensación de que no solo te refieres a mi padre? —le pregunté. Él se encogió de hombros.

—Nada en particular —dijo, levantándose—. Tengo clases, así que nos veremos luego, ¿te parece? —preguntó. Asentí.




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