Dulce Tentación

~ Capítulo 34 / Ashly ~

—¡Ash! —me llamó Karol, corriendo hacia mí con una energía inconfundible. Me detuve en seco, y aunque normalmente no le prestaba demasiada atención a sus comentarios, esta vez la curiosidad me hizo quedarme. Ella siempre me hablaba de manera normal, sin mucho preámbulo, pero cuando insistía con lo mismo, terminaba cortándola y marchándome.

—Buenos días —le dije, cuando llegó a mi lado. Ella me sonrió de una manera tan entusiasta que era casi imposible no contagiarse de su emoción.

—Escuché que ayer saliste con el alfa —comentó con una risa nerviosa, caminando a mi lado como si no fuera un tema tan importante.

—Una cena natural de amigos —alegué, tratando de sonar calmada, como si no fuera un asunto que realmente me afectara, mientras seguía caminando, sin querer detenerme demasiado.

—¿Aceptaste ser nuestra luna? —me preguntó, deteniéndose por completo al ver que me quedaba quieta. Esta vez, su tono era diferente, lleno de curiosidad, pero también de un toque de ansiedad.

Suspiré profundamente, dándome cuenta de que la situación empezaba a complicarse un poco más de lo que había imaginado. Ethan había sido muy claro el día anterior: era el príncipe heredero al trono de la realeza de su raza. Su propuesta de matrimonio había sido directa y clara: me pidió que aceptara ser su luna, o en otras palabras, su reina. No sabía qué implicaba exactamente eso, pero había intuido que no quería entrar en ese mundo.

—Me negué —le dije de manera tajante, sin rodeos. Karol se sobresaltó, sus ojos se abrieron enormemente, y ella inmediatamente se puso frente a mí, bloqueando mi camino, algo que rara vez hacía. Fue como si la noticia la hubiera dejado completamente sorprendida.

—¿Qué hiciste, qué? —se quejó, casi sin creer lo que escuchaba. Me acomodé los lentes en el puente de mi nariz, tratando de mantener la calma, pero una pequeña molestia empezaba a crecer en mi interior por la insistencia.

—Lo que escuchaste, Karol, me negué —repetí con total serenidad, firme en mis palabras. No tenía miedo de defender mis decisiones, y mucho menos de decirle a Karol lo que realmente pensaba.

—Si así fuera, no te relacionarías con ellos... —dijo entre dientes, desviando la mirada de mí, como si no pudiera entender del todo mi postura.

—¿A qué te refieres con eso? —me quejé, empezando a estar harta de que siempre dijera lo mismo sin explicarme nada en concreto. A veces, Karol podía ser tan enigmática como un rompecabezas sin solución.

—Cosas de la realeza —respondió entre dientes, su tono de voz bajando como si no quisiera que nadie más oyera lo que decía. Luego, añadió—: Te veo después —y se alejó sin darme más detalles, dejándome con más preguntas que respuestas.

—Karol... —la llamé extrañada, pero ya era demasiado tarde. Ella ya se había alejado y yo me quedé ahí, con la sensación de que había algo más detrás de sus palabras que no estaba dispuesta a compartir.

Antes de que pudiera procesar todo lo que había sucedido, escuché un grito.

—¡AHSLY, AYÚDAME! —gritó Fanny, corriendo hacia mí. Parecía estar completamente fuera de sí, y por su rostro pálido y sudoroso, supe que algo no estaba bien. Me detuve, preocupada, y la observé con atención. Su cuello estaba marcado por lo que parecían ser pequeñas heridas, como si alguien o algo la hubiera atacado con ramas o espinas.

—¿Qué mierda...? —me quejé, extrañada por su estado. Ella pasó por mi lado, agarrándome del brazo con una fuerza sorprendente, obligándome a correr junto a ella sin darme tiempo para cuestionarla.

—¡Haz algo! —rogó ella, con la voz rota de desesperación.

—Ni siquiera sé qué carajo está pasando, ¿cómo voy a hacer algo? —le respondí mientras mi mente trataba de procesar lo que estaba sucediendo. Pero en el instante en que una masa verde y extraña apareció tras nosotras, mis palabras se quedaron atascadas en mi garganta. Miré hacia atrás, horrorizada.

—¿¡QUÉ MIERDA ES ESO!? —grité, viendo cómo el extraño ser, como una mezcla entre árboles y arbustos, venía detrás de nosotras a gran velocidad.

—Me cambiaron de lugar mis polvos... —lloró Fanny, y ahora me daba cuenta de que llevaba puesta ropa de jardinería, con el cabello atado en dos coletas bajas. A medida que avanzaba, podía ver que sus orejas eran grandes y puntiagudas, algo que había pasado por alto antes.

—No fue mi intención crear un Grytter... —se quejó, sollozando mientras corría. No sabía qué era un Grytter, pero el pánico me invadió con solo escuchar su nombre.

—¡Haz algo, por favor! —suplicó ella, casi sin aliento.

—¡Soy una maldita humana! —grité desesperada. Mi corazón latía a mil por hora, y sentía que mi vida se desvanecía con cada segundo que pasaba. —¿¡Qué coño puedo hacer yo!? —mi respiración se volvió errática mientras trataba de seguir el paso de Fanny. Las lágrimas comenzaban a caer sin control, y me sentía impotente, como si todo fuera a terminar en un abrir y cerrar de ojos—. ¡No quiero morir así! —me quejé entre sollozos, sin poder parar.

En ese momento, tropecé con algo y perdí el equilibrio. Fanny trató de regresarme, pero era tarde. El Grytter llegó a mí, y todo se volvió una pesadilla de cámara lenta. Sentí que caía al suelo mientras la criatura se preparaba para atacarme. Cerré los ojos, esperando lo peor, pero...

Nunca llegué al suelo. Y el ataque nunca ocurrió.

Lo único que escuché fue un chillido frente a mí, seguido por una exclamación detrás de mí.

—¿Estás bien? —me preguntó una voz cálida, y al abrir los ojos, me encontré con los ojos cafés de un chico desconocido. Mi mente apenas podía procesar lo que estaba sucediendo, pero algo en su mirada me dio consuelo.

Mis ojos seguían soltando lágrimas, y él, con una calma inesperada, me abrazó con fuerza.

—Shhh, ya pasó... —me tranquilizó, acariciando mi cabeza con ternura mientras me sostenía. Mi cuerpo temblaba, y sin pensar, me aferré a su brazo, arrugando su camisa mientras lloraba, aliviada y aterrada a la vez.




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