Dulce Tentación

~ Capítulo 37 / Ashly ~

Mi cabeza daba pequeñas vueltas mientras intentaba recomponerme. Me levanté con dificultad de mi cama, aún aturdida por el sueño, pero algo en el aire me decía que no estaba soñando.

"¿Ha sido un sueño?", me pregunté, extrañada, frotándome los ojos y mirando alrededor. Pero algo no cuadraba, el aire estaba fresco, y había un silencio en la habitación que me hacía sentir que algo más estaba sucediendo.

De repente, escuché una voz que me hizo sobresaltarme.

"No lo fue", dijo la voz de Ian, quien estaba sentado en la baranda de mi ventana abierta de par en par. La luz tenue de la luna se colaba a través del cristal, iluminando ligeramente su rostro, mientras miraba el cielo oscuro.

—¿Tú? ¿Cómo...? —Las palabras se quedaron atoradas en mi garganta. No sabía cómo reaccionar. Mi mente seguía procesando lo que había pasado, y lo que me estaba diciendo parecía fuera de lugar. Lo miraba a él mientras él, con la mirada perdida, seguía observando el cielo nocturno.

—¿Cómo destruir esa cosa? —pregunté finalmente, sintiéndome extraña al hablar de algo tan aterrador sin saber a qué me refería exactamente.

Él sonrió de manera ladina, pero no me miró, como si todo esto fuera parte de algo mucho más grande que yo.

Mis pies descalzos hicieron contacto con la fría cerámica de mi habitación, y el viento helado recorrió mi cuerpo, haciéndome estremecer. Estaba vestida con una de mis pijamas, sin nada preparado para una conversación tan fuera de lo común. Me acerqué a él lentamente, sin saber exactamente qué decir, pero sintiendo la necesidad de entender más.

—Bien, te habrás dado cuenta que en Reffirshon no hay gente normal... —dijo él, y su voz sonaba más profunda de lo que esperaba.

Llegué a su lado, y asentí, intentando procesar lo que acababa de escuchar.

—Son algo... —suspiré, buscando las palabras— diferentes —concluí, mirando el cielo que estaba completamente cubierto, como si reflejara la tormenta que sentía en mi interior.

Él se giró hacia mí, ahora mirándome directamente, y su expresión se tornó un poco más seria, como si estuviera por contarme algo importante.

—Bueno —continuó—, Reffirshon es un lugar donde más realeza de los clanes de todas las razas pueden ir a estudiar y resguardarse a la vez. La mayoría de las personas en el lugar son príncipes, princesas, herederos a tronos, guardias reales, hasta marqueses de razas sobrenaturales. Y para aguardar las apariencias, humanos con mucho dinero o muy inteligentes, como tú —me dijo al fin, y esta vez se giró completamente hacia mí, sus ojos oscuros llenos de una extraña seguridad.

Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar esas palabras. No podía creer que estuviera hablando tan abiertamente de cosas tan... irreales. Pero la mención de mi nombre y de la inteligencia humana me dejó aún más confundida. ¿Qué quería decir con eso?

—Y tú... —musité, sin poder evitarlo, mientras intentaba asimilar la idea de que estaba frente a alguien que hablaba con tanta naturalidad de mundos que no conocía.

—Caballero Real Ian Cashter Melldevin —dijo él, haciendo una ligera inclinación de cabeza, como si presentarse formalmente fuera lo más natural del mundo—, primer guardia de los príncipes herederos a la corona vampírica. Un gusto, señorita —se presentó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, y luego se recompuso rápidamente.

Mi mente procesó sus palabras lentamente. La corona vampírica. ¿Un guardia real? ¿Vampiro? Las palabras seguían rebotando en mi cabeza.

—¿Vampiro? —murmuré, casi sin creerlo. Él asintió, sin hacer ninguna mueca de incredulidad, como si fuera un dato completamente normal para él.

—Mi deber como primer guardia real es proteger a los herederos del trono, como lo ha venido haciendo mi familia desde siglos atrás —explicó él con seriedad, sus ojos ahora fijándose en mí con una intensidad inquietante.

—¿Po... por qué me salvaste? —pregunté finalmente, la curiosidad superando mis miedos, aunque algo en mi interior me decía que no debía confiar completamente en él. Pero aún así, quería entender.

Él se encogió de hombros, restándole importancia.

—Sólo lo hice —respondió, su tono distante, casi sin emoción.

No pude evitar mirar sus ojos oscuros, buscando algún tipo de respuesta en su rostro. No me creía lo que decía, pero a la vez, la sinceridad en su voz me confundía.

—Gracias —le dije, casi en un susurro. No sabía si mis palabras significaban algo real, pero sentía que tenía que decirlo.

Ian volteó a mirarme y sonrió levemente.

—Un placer —respondió él, su voz calmada, aunque algo misteriosa. —Si te importa, creo que ya tengo que irme... —se disculpó, y aunque su tono era educado, algo en su mirada me hizo sentir que no me estaba contando toda la verdad.

Asentí sin palabras, completamente atónita por todo lo que acababa de suceder.

—Tus cosas quedaron en Reffirshon —dijo él, y entonces, un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo, al escuchar que algo tan personal, algo tan mío, había quedado en ese lugar extraño del que me hablaba—. Y Lady Fanderfort se quedó con tus lentes —agregó, y no pude evitar preguntarme cómo sabía eso.

Antes de que pudiera responderle, él saltó desde mi ventana con una destreza que no había visto antes. Me asomé rápidamente, buscando su figura en la oscuridad. A mitad de camino de su caída, desapareció en el aire, como si nunca hubiera estado allí.

Suspiré, frotándome el rostro con cansancio, intentando procesar todo lo que acababa de vivir.

—Cada vez estoy más cerca de eso que quiero alejar —me quejé, apoyándome en la baranda de mi ventana con pesadez, mientras el viento frío me envolvía, como si la naturaleza misma quisiera recordarme lo incontrolable que era todo lo que acababa de descubrir.




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